divendres, 6 de desembre del 2019

“NO LA CIERRE DEL TODO, NO ME GUSTA. DÉJELA ENTREABIERTA” (El irlandés, 2019. Martin Scorsese)



El irlandés (The Irishman)

Estados Unidos, 2019

Director: Martin Scorsese

Guión: Steven Zaillian. Basado en una obra de Charles Brandt

Fotografía: Rodrigo Prieto

Música: Robbie Robertson

Intérpretes:

Robert De Niro (Frank Sheeran)
Al Pacino (Jimmy Hoffa)
Joe Pesci (Russell Bufalino)
Stephen Graham (Tony Pro)
Harvey Keitel (Angelo Bruno)
Bobby Cannavale (Skinny Razor)
Anna Paquin (Peggy Sheeran)
Ray Romano (Bill Bufalino)
Jack Huston (Robert Kennedy)
Domenick Lombardozzi (Tony Salerno)
Jesse Plemons (Chukie O’Brien)
Paul Herman (Whispers DiTullio)
Dascha Polanco (Enfermera)
Jonathan Morris (Padre)

SINOPSIS: Frank Sheeran, el irlandés, es un antiguo asesino a sueldo que rememora su sombrío pasado en el geriátrico donde apura sus últimos años de vida. Solo y abandonado por su familia, Sheeran recuerda sus tiempos como combatiente en la II GM y como camionero en una empresa de transportes hasta que conoce a Russell Bufalino e ingresa en la mafia de Pennsylvania, donde su discreción y particulares habilidades le permitirán labrarse un cómodo y próspero futuro como sicario profesional. Un buen día, sin embargo, Bufalino le encarga trabajar como guardaespaldas de Jimmy Hoffa, líder del sindicato de camioneros y uno de los personajes más influyentes de la América de los años 50 y 60.  



Dicen algunos que “El irlandés” es larga, aburrida y previsible. Y lo dicen como si eso fuera un problema. Como si tres horas y media de cine en mayúsculas fueran algo nocivo. Como si tres horas y media de ritmo pausado y buen montaje fueran algo improcedente. Como si tres horas y media de ese tradicional y excelente cine de gangsters de toda la vida —en este caso enfocado, además, desde un prisma mucho más austero, reflexivo y crepuscular— fueran algo cansino, monótono y arcaico. Como si a todos, por narices, nos tuviera que gustar solamente ese cine trepidante y lleno de efectismos al que nos tiene acostumbrado el blockbuster hollywoodiense actual. 

Lo que a mi me parece, en realidad, es que “El irlandés” no es un film para todos los paladares. Y es que si no eres capaz de ver más allá del puro entretenimiento, más allá de un ritmo endemoniado y más allá de giros de guión sin pies ni cabeza, esta no es, ni de lejos, tu película.



Si, por el contrario, eres de los que han apreciado en “El irlandés” diversos matices y detalles que, sin lugar a dudas, enriquecen la buena factura y el nervio habitual de las viejas películas de gangsters de Martin Scorsese (“Uno de los nuestros”, “Casino”…) lo más probable, entonces, es que seas uno de los míos. Y si eres uno de los míos coincidirás conmigo, consecuentemente, en que la escena que cierra el último film de Scorsese (y a la que, obviamente, le dedico mi spoiler de hoy) constituye una de las mejores secuencias cinematográficas de este siglo. Así pues, dejémonos de monsergas y comprobemos por qué.





La escena arranca —tras una dilatadísima elipsis que nos narra 40 años de la vida del protagonista— tal como empieza la película. Con un viejo y defenestrado Frank Sheeran (Robert De Niro) en un geriátrico rememorando su trayectoria vital desde su época de combatiente en la II GM hasta su ascenso en la mafia de la mano de Russell Bufalino (Joe Pesci). Concretamente, enseñándole a su joven enfermera unas viejas fotos de amigos y familiares. Entre ellas, una de su hija Peggy con Jimmy Hoffa (Al Pacino), el que había sido su jefe y amigo. Orgulloso de tan reputada amistad, Sheeran le pregunta a la sanitaria si reconoce al gran Jimmy Hoffa. Recordemos que ya antes Sheeran nos había contado a nosotros, como espectadores, que Hoffa había sido en su época un personaje enormemente poderoso y popular. Tan popular como Elvis Presley o The Beatles y casi tan poderoso como el mismísimo presidente de los Estados Unidos de América. Sorprendentemente (o no), la joven enfermera no reconoce a Hoffa. Y ello nos confirma (al margen de la escasa cultura de la joven sanitaria) que el paso del tiempo es ciertamente inexorable. Que los viejos tiempos jamás volverán. Que tanto Hoffa como Sheeran son poco menos que reliquias del pasado. No olvidemos que Sheeran es el último superviviente de una vasta estirpe del crimen organizado norteamericano. Un hombre cuyos coetáneos han muerto asesinados o, sencillamente, de muerte natural. Un hombre cuyo mundo, cuyo microcosmos criminal, ha desaparecido por completo. Y es precisamente por eso por lo que “El irlandés” es una película crepuscular. Porque se centra en la decadencia, en la descomposición, en el ocaso de aquellos gangsters que fueron tan poderosos como peligrosos en los años 40, 50, 60 y 70 del s. XX y que a principios del nuevo siglo, en cambio, o están muertos o —como Sheeran— han caído en el más absoluto de los olvidos. Esta es la conversación:

Frank Sheeran: “Es mi hija Peggy”

Enfermera (Dascha Polanco): “¿Ah, sí? No la he visto por aquí”

Frank Sheeran: “Bueno, la verdad es que no viene mucho”

Enfermera: “¿Es hija única?”

Frank Sheeran: “No, tengo cuatro hijas”

Enfermera: “¡Qué maravilla! ¡Como para aburrirse! ¿Quién está con ella?”

Frank Sheeran: “¿No sabes quién es?”

Enfermera: “No”

Frank Sheeran: “Jimmy Hoffa”

Enfermera: “¡Oh, sí!”

Frank Sheeran: “Sí, claro… ¡Oh, sí! ¡No sabes quién es!”

Enfermera: “Vale, no lo sé”

Frank Sheeran: “Ya lo veo, madre mía… No te imaginas lo rápido que pasa el tiempo hasta que te ves aquí. Pero tú no tienes que preocuparte porque tienes toda la vida por delante…”

Enfermera: “Por favor, intento tomarle la tensión, Sr. Sheeran… Por favor, no hable”

Frank Sheeran: “Fenomenal ¿Sigo vivo?”

Enfermera: “¡Claro que sí!”

Frank Sheeran: “Me alegra saberlo”

Enfermera: “Vivito y coleando. Le dejo tranquilo, pero dentro de un rato tendré que volver a agobiarlo”

Frank Sheeran: “Aquí estaré”





En este momento asistimos a uno de esos movimientos de cámara marca de la casa Scorsese. Uno de esos movimientos que son puro cine y que ratifican a Martin Scorsese como el gran cineasta que ha sido y sigue siendo. La cámara acompaña a la enfermera por el pasillo del geriátrico hasta un mostrador y, de repente, suelta a ese personaje, da la vuelta y retrocede por ese mismo pasillo hasta la habitación de Sheeran, donde desde la puerta vemos como el joven cura que asiste a nuestro protagonista le está confesando. Como dato anecdótico, apuntar que ese joven cura es Jonathan Morris, comentarista de asuntos religiosos en la Fox News y prelado de la Archidiócesis de Nueva York. La conversación entre ambos dice así:




Padre (Jonathan Morris): “…Y yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén”

Frank Sheeran: “Amén”

Padre: “Da gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia”

Frank Sheeran: “Porque es eterna su misericordia”

Padre: “Muy bien, Frank. Volveré a visitarte pronto. Probablemente, después de Navidad”

Frank Sheeran: “Está bien”

Padre: “Frank, que Dios te bendiga”

Frank Sheeran: “Y a usted, gracias ¿Ya es Navidad?”

Padre: “Casi”

Frank Sheeran: “No me voy a ningún sitio… Padre…”

Padre: “¿Sí?”

Frank Sheeran: “¿Me hace un favor? No la cierre del todo, no me gusta. Déjela entreabierta”

Padre: “Está bien”





Y así finaliza la escena. Con un precioso plano de esa puerta entreabierta que nos permite ver, al fondo, a Sheeran sentado en una silla de ruedas en su habitación. Un plano que precede a otro primer plano de Sheeran absorto en sus propios pensamientos y que antecede, a su vez, a los títulos de crédito (Directed by Martin Scorsese) al tiempo que las maravillosas notas de “In the Still of the Night”, de Fred Parris and The Five Satins, suenan una vez más. Un extraordinario colofón musical que me puso la piel de gallina, un nudo en la garganta y otro en el estómago. ¿Se puede rematar mejor un film? Personalmente, creo que se puede igualar. De hecho, los grandes cineastas suelen cerrar sus films con grandes escenas. Pero superar un cierre así es difícil. Muy difícil. En primer lugar porque es un cierre que delega en el espectador la conclusión final. La interpretación de esa puerta entreabierta y, en general, del tramo final de la película. Sin lugar a dudas, el mejor de toda la película de Scorsese. Y en segundo lugar porque la elección de “In the Still of the Night” para ese conmovedor final me parece sublime. Y es que utilizar un arreglo doo wop tan suave y romántico como epitafio vocal a una vida llena de crímenes y violencia es, a mi juicio, algo sencillamente magistral. Pero vayamos al grano. ¿Qué significa esa puerta entreabierta?





A mi parecer, puede significar varias cosas. Una posible interpretación sería la que sostiene que esa puerta entreabierta simboliza la cercanía de la muerte de Sheeran. La muerte y todo lo que conlleva, claro: temor, sentimiento de culpa, arrepentimiento… Recordemos que el propio Sheeran se ha encargado de todo lo relativo a su propio deceso (ataúd, nicho, inhumación… Sheeran prefiere ser inhumado en lugar de incinerado porque es algo que no parece tan definitivo) y esa puerta entreabierta (y no cerrada del todo) equivaldría a una especie de prórroga a una muerte prácticamente inminente. Sheeran, por lo tanto, actuaría como un niño pequeño atemorizado que no quiere dormir con la luz apagada. O como un anciano que no está en paz consigo mismo y no está preparado para morir. Sin embargo, existe otra posible explicación. Recordemos, también, que cuando Sheeran ejercía de guardaespaldas de Jimmy Hoffa este último solía dormir en la habitación contigua a la de su escolta con la puerta entreabierta puesto que confiaba plenamente en él. Y esa puerta entreabierta, pues, puede significar un guiño de complicidad con su viejo amigo. Un guiño de complicidad que, al mismo tiempo, simboliza también su gran trauma: haberle dado muerte por orden de Russell Bufalino. La única persona a la que Sheeran le prestó lealtad absoluta.

Y poco más. Quizás hacer hincapié en la ya conocida religiosidad de Scorsese (pese a la polémica que suscitó el perdón de los pecados que Morris le dispensa a Sheeran en nombre de Dios) y destacar, como no, la gran labor de Rodrigo Prieto en la fotografía, consiguiendo la luz, la temperatura de color y la atmósfera adecuada a cada época en la que se desarrolla el film. Sobre todo, obviamente, en lo que respecta a este último tramo, el de la senectud de Sheeran. Una labor, por cierto, poco reconocida y que, desde aquí, me gustaría reivindicar.     









Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada