dilluns, 15 de maig del 2017

“¿A DÓNDE VAS? ¡A POR ELLOS!” (Cielo Amarillo, 1948. William A. Wellman)


Cielo Amarillo (Yellow Sky)

Estados Units, 1948

Director: William A. Wellman

Guión: Lamar Trotti. Basado en una obra de W.R. Burnett

Fotografía: Joseph McDonald

Música: Alfred Newman

Intérpretes:

Gregory Peck (James Strecht Dawson)
Anne Baxter (Constance Mae Mike)
Richard Widmark (Dude)
Robert Arthur (Bull Run)
John Russell (Lengthy)
Harry Morgan (Half Pint)
James Barton (Grandpa)
Charles Kemper (Walrus)

SINOPSIS: Arizona, 1867. Tras atracar un banco, un grupo de siete forajidos capitaneados por James Strecht Dawson, cruzan el desierto y llegan a Yellow Sky, un fantasmagórico pueblo habitado por tan solo por un viejo buscador de oro y su nieta. El tesoro que esconde el viejo y la presencia de la joven despertarán en los ladrones las más bajas pasiones.



Dirigida por el nunca suficientemente reconocido y valorado William A. Wellman (“Incidente en Ox Bow”, “Caravana de mujeres”, “El rastro de la pantera”…), “Cielo Amarillo” me parece, sin ningún género de dudas, uno de los mejores westerns de los 40.

Precisamente por ello me he decidido a dedicarle uno de mis spoilers a esta peli. Porque Wellman se lo merece y porque este film tiene más de una y de dos escenas que forman parte de la memoria colectiva de todos los aficionados al western. En este caso, sin embargo, vamos a centrarnos en la escena del duelo final. O mejor dicho: triello final. Básicamente porque son tres y no dos los hombres que se van a enfrentar en el abandonado y fantasmagórico saloon de Yellow Sky. Me estoy refiriendo a James Strecht Dawson (Gregory Peck), a Dude (Richard Widmark) y a Lengthy (John Russell). Strecht por mantener su palabra y obstinarse en repartir el tesoro con el viejo minero y su nieta (algo que los otros dos no piensan hacer) y Dude y Lengthy por no querer repartir el oro con nadie. Ni entre ellos dos. De hecho, cuando poco antes del enfrentamiento Strecht le pregunta a Walrus (Charles Kemper) que cree que van a hacer esos dos con el oro éste le responde: “No creo que hagan nada salvo matarse el uno al otro. El ganador se lo llevará todo”.



Así pues, aunque la escena del triple duelo empieza inmediatamente después de que Walrus y Strecht intercambien ese “¿A dónde vas? ¡A por ellos!” que encabeza este spoiler, he decidido titularlo de esta forma porque éstas son, curiosamente, las únicas palabras que escucharemos en toda la secuencia. Estamos, por lo tanto, ante una secuencia silente. Ante una secuencia en la que música y diálogos brillan por su ausencia. Y cuando digo que “brillan” no lo digo irónicamente. Lo digo porque la ausencia de música y diálogos contribuye a elevar la tensión y el dramatismo del momento y porque le otorga a la escena una sequedad y una aspereza muy particulares.

La escena empieza, por lo tanto, cuando Strecht sale de la casa del viejo minero y se dirige al destartalado saloon para impedir que Dude o Lengthy se fuguen con el oro. Conviene recordar que la secuencia es nocturna y que el montaje va alternando planos de los tres hombres que van a enfrentarse: Strecht, Dude y Lengthy. Así, tras el plano de Strecht saliendo de la casa del abuelo, le sucede otro de Lengthy merodeando sigilosamente por los aledaños del saloon. Simultáneamente vemos a Dude en la calle principal, frente al saloon, cargando las bolsas de oro en las alforjas de su caballo y desatando a los otros para evitar que nadie más pueda fugarse con el botín.

Acto seguido, Dude entra al saloon, se dirige a la barra y recoge algunas bolsas más de oro. De repente, oímos relinchar a un caballo. Como un resorte, Dude suelta las bolsas y desenfunda. El relincho corresponde al caballo de Strecht, que ha llegado al saloon y se dispone a entrar en él. 




Mientras tanto, Lengthy (en el otro lateral del saloon) se quita las botas para no hacer ruido y entra al desvencijado bar de Yellow Sky escondiéndose detrás de la mesa de la ruleta. Un elegante movimiento de cámara, asimismo, nos muestra a un expectante Dude escondido tras la barra del bar.




Por su parte, Strecht gatea y se arrastra por el porche lateral exterior del saloon para que Dude y Lengthy no puedan verlo u oírlo desde dentro. Todo ello a través de un lento travelling que contribuye, obviamente, a situarnos en la piel de Strecht.





Cuando, superados los ventanales, Strecht llega a la puerta, todo cambia. Y así, tras desenfundar sus dos revólveres, nuestro protagonista entra en el bar y la cámara —en lugar de seguirle dentro— se queda fuera y se limita a mostrarnos a través de los cristales, desde el exterior, los fogonazos y el ruido de los disparos que se producen en su interior. 



Estamos, por lo tanto, ante un duelo atípico. Ante un duelo “fuera de campo”. Ante un recurso narrativo absolutamente original y novedoso. Al menos en un western de corte clásico. Y son precisamente este tipo de detalles (como algunos planos muy pero que muy modernos y arriesgados en otras escenas) los que convierten a Wellman en un cineasta, a mi juicio, mucho más talentoso de lo que la mayoría cree.



Lo que viene a continuación sigue siendo espléndido. Y es que a partir de este momento y gracias a la súbita llegada de Mike (Anna Baxter) podremos entrar definitivamente en el saloon y ser testigos de lo que ha sucedido en su interior. Así pues, descubriremos a Dude muerto y tendido en el suelo mientras un lento zoom de la cámara nos mostrará como una de las bolsas que aún llevaba encima el ladrón ha quedado agujereada por efecto de los disparos mientras el polvo de oro de su interior va discurriendo hacia el suelo con la rítmica e inexorable cadencia de un reloj de arena. Un plano que asocia la sangre con el oro (realmente parece como si Dude estuviera desangrándose) y que podríamos interpretar como que la codicia es la gran responsable de ese trágico final.





A continuación, la mirada de Mike se centra en los pies descalzos de Lengthy. Unos pies que parecen inmóviles y que asoman por detrás de la mesa de la ruleta donde el larguirucho bandido se había escondido. Cuando Mike se acerca constatamos que, efectivamente, Lengthy está muerto. Sus ojos en blanco no albergan ningún género de duda.




Huelga decir que mientras Mike va descubriendo los cuerpos su cara lo dice todo. Está absolutamente aterrada. Entre otras cosas porque se teme lo peor: que Strecht también esté muerto.



De repente, aparece un tercer cuerpo en el suelo. Junto al ventanal situado al lado de la puerta de entrada al saloon. Se trata, obviamente, del cuerpo de Strecht. Y aunque cuando Mike se arrodilla ante él todo hace pensar que el jefe de los forajidos también ha fallecido en el tiroteo, un casi imperceptible movimiento de su abdomen cogiendo aire nos anuncia que Strecht está vivo. Automáticamente, Mike se levanta y grita con todas sus fuerzas a través de los cristales rotos del ventanal. Un plano que, por cierto, recuerda muy mucho a uno de Gary Cooper en “Solo ante el peligro” ¿Casualidad?



Mike: “¡Abuelo! ¡Abuelo! ¡Abuelooo!”

Y poco más. Ahí acaba la escena. Señalar, quizás, que estamos ante una de esas secuencias narradas con total y absoluta clarividencia y que al margen de la riqueza de planos y de sutiles movimientos de cámara me encanta el juego de luces y sombras con el que nos obsequia Joseph McDonald. No en vano estamos hablando del director de fotografía de, entre otras, “Pasión de los fuertes”, “Pánico en las calles”, “¡Viva Zapata!”, “Lanza rota”, “El hombre de las pistolas de oro” o “Río Conchos”. Ahí es nada.    





dijous, 4 de maig del 2017

“SIEMPRE HE SIDO POBRE. IGUAL QUE MIS PADRES. Y MIS ABUELOS. ES COMO UNA ENFERMEDAD QUE SE TRANSMITE DE GENERACIÓN EN GENERACIÓN Y SE CONVIERTE EN UNA EPIDEMIA” (Comanchería, 2016. David Mackenzie)


Comanchería (Hell or High Water)

Estados Unidos, 2016

Director: David Mackenzie

Guión: Taylor Sheridan

Fotografía: Giles Nuttgens

Música: Nick Cave y Warren Ellis

Intérpretes:

Chris Pine (Toby Howard)
Ben Foster (Tanner Howard)
Jeff Bridges (Marcus Hamilton)
Gil Birmingham (Alberto Parker)
Katy Mixon (Jenny Ann)
Dale Dickey (Elsie)
Marin Ireland (Debbie Howard)
Kevin Rankin (Billy Rayburn)

SINOPSIS: Toby y Tanner Howard son dos hermanos muy distintos (Toby es un padre de familia divorciado y Tanner, un expresidiario) que —tras la muerte de su madre— se dedican a atracar pequeñas sucursales bancarias del oeste de Texas con objeto de poder conseguir el dinero necesario para salvar del embargo su rancho familiar. Marcus Hamilton y Alberto Parker serán, por otro lado, los rangers de Texas encargados de perseguirles y arrestarles. Naturalmente, no va a ser tarea fácil.



Hace poco lo comentaba con algunos compañeros cinéfilos: me encantan los neowesterns. Algunos incluso más que muchos westerns contemporáneos. Y me encantan porque al margen de jugar con toda una serie de elementos temáticos e iconográficos típicos del western de toda la vida, los neowesterns se adaptan mucho mejor —a mi parecer— a los nuevos tiempos que nos ha tocado vivir.

Precisamente por ello he decidido, en esta ocasión, rendir un cálido homenaje a este subgénero. Naturalmente, podría haber escogido algún neowestern ‘clásico’ de relumbrón tipo “El tesoro de Sierra Madre” (1948), “Conspiración de silencio” (1955) o “Los valientes andan solos” (1962) y hubiera quedado como un rey pero el cuerpo me pedía, en este momento, algo mucho más reciente. Algo mucho más actual y contemporáneo. Y qué mejor neowestern actual, contemporáneo e incluso extemporáneo que “Comanchería”, de David Mackenzie. A mi juicio, el mejor film del 2016.



Escogido el neowestern en cuestión me enfrenté —acto seguido— a la difícil tarea de elegir una escena significativa de esa película. Y aunque quizás la primera secuencia que a uno le viene a la cabeza cuando le hablan de “Comanchería” es la del enfrentamiento a tiros entre Tanner Howard (Ben Foster) y sus perseguidores en la colina, yo creo que la última, la que enfrenta a Toby Howard (Chris Pine) y a Marcus Hamilton (Jeff Bridges) en el rancho del primero es —si cabe— mejor todavía.



Sin más dilación, pues, os dejo con una escena en la que podréis disfrutar de un duelo dialéctico brutal. Un duelo en el que ninguno de los dos contendientes dispara proyectil alguno pero en el que todas las palabras dan en el blanco con una puntería tremenda. Recordemos —eso sí— que antes de que se produzca toda esta conversación Toby había conseguido escapar del último y fallido golpe al Texas Midlands de Post y que Tanner, a continuación, se había enfrentado a sus perseguidores abatiendo a cuatro hombres desde la colina (entre ellos, Alberto Parker) hasta que Marcus había acabado con él de un certero disparo en la cabeza. Una muerte que certificaría el final de esa cadena de atracos pero que dejaría sin desentrañar —a su vez— quién había sido el cómplice y acompañante de Tanner en todos ellos. Aún así, Marcus albergaría serias sospechas sobre quién podría haber sido ese misterioso socio y, una vez jubilado, se presentaría un buen día por sorpresa en el rancho de Toby Howard para poner las cartas boca arriba y corroborar si éste había sido —o no— el cerebro de todos esos robos y, en consecuencia, de su fatídico desenlace.



Marcus: “¿Sabes quién soy? Soy el que mató a tu hermano”

Toby: “Lo sé. También sé que te jubilaste y que estás en propiedad privada”

Marcus: “Tienes derecho a dispararme y llevas un arma… ¡Muy oportuno!”

Toby: “Presumo que tú también tienes una”

Marcus: “¿Puedo sentarme?”

Toby: “Adelante… ¿Quieres una cerveza?”

Marcus: “Claro. Ya no estoy de servicio. Gracias. El clima está agradable ahora que ha refrescado… ¿Cómo lo hiciste? No importa. Lo descubriré con el tiempo ¿Por qué lo hiciste? Sé por qué lo hizo tu hermano. Robaba bancos porque le gustaba. Le disparó a mi compañero a 300 metros porque le gustó, porque le hizo sentirse bien. Si no le hubiera volado los sesos, ahora tendría una camioneta nueva, motos de agua… cualquier cosa que se le ocurriera comprar. Lo gastaría todo para tener una excusa para volver a robar. Pero tú no. No veo nada nuevo por aquí... excepto esos pozos. Cada uno de ellos te da por mes... lo que tú y tu hermano robasteis de todos los bancos juntos. Ayúdame a comprender. Ayúdame a comprender por qué murieron cuatro personas... para que pudieras robar dinero que no pareces gastar... ni necesitar

Toby: “¿Tienes familia?”

Marcus: “Mi compañero tenía una familia. Una grande. Pero no tenía ningún pozo en el jardín”

Toby: “No maté a tu amigo”

Marcus: “Sí, lo hiciste. Al poner todo esto en marcha ¿Esperas que crea que el descerebrado de tu hermano planeó todo esto? No. Esto fue inteligente. Lo planeaste tú”





Toby: “Siempre he sido pobre. Igual que mis padres. Y mis abuelos. Es como una enfermedad que se transmite de generación en generación y se convierte en una epidemia. Infecta a todas las personas que uno conoce... pero no a mis hijos. Ya no. Todo esto es de ellos ahora. Nunca maté a nadie en mi vida, pero si quieres que comience contigo… Adelante, hombre. A ver si puedes desenfundar antes de que te vuele del porche”



Marcus: “Hola”

Debbie: “¿Qué sucede?”

Toby: “Los jabalíes han vuelto al jardín. Están destrozándolo todo”

Debbie: “¿Quién es?”

Marcus: “Soy un viejo amigo de su marido”

Debbie: “Ex-marido”

Toby: “Yo sólo arreglo la casa”

Marcus: “¿No vives aquí?”

Toby: “No, no es mía. Es de ellos”

Marcus: “Las cosas que hacemos por nuestros hijos ¿no? Bien... será mejor que me vaya. Señora”

Toby: “Yo también, Debbie. Voy a limpiarme... y regresaré mañana a las 9:00 a terminar la fachada. Comenzaré a pintar y ayudaré a Randy con la tarea... cuando regrese de la escuela ¿sí?”

Debbie: “Está bien”

Toby: “Oye… Alquilé una pequeña casa en el pueblo. Si quieres terminar esta conversación, te espero cuando quieras”

Marcus: “Eso me gustaría. Nos vemos”

Toby: “Sí. Pronto, espero. Estoy ansioso por terminar el tema”

Marcus: “Nunca terminarás el tema. Te perseguirá hasta el final de tus días. Pero no estarás sólo. También me perseguirá a mí”

Toby: “Si vas a visitarme, tal vez te dé paz”

Marcus: “Tal vez. O tal vez yo te la dé a ti”





Y poco más. Supongo que este extraordinario diálogo entre Toby y Marcus ya resulta lo suficientemente explícito para dejar bien claro lo que pretenden expresar tanto David Mackenzie como Taylor Sheridan, el guionista. Los motivos de Toby (clara y meridianamente sintetizados en el propio título de este spoiler) y la obsesión de Marcus por darle carpetazo a un último caso que se le está resistiendo demasiado. Aún así, permitidme subrayar algunos aspectos y detalles que le otorgan a esta escena un plus de trascendencia, de significación, de peso. Ante todo me gustaría incidir en la soberbia interpretación de Chris Pine y Jeff Bridges. Dos actores que saben a la perfección que están protagonizando un auténtico duelo y que, para ello, no existe mejor arma que el temple, el aplomo, la sangre fría. Algo de lo que ambos van bien provistos y que contribuye a elevar la tensión de una secuencia en la que ninguno de los dos va a darse por vencido. En parte porque tanto Toby como Marcus son dos hombres muy inteligentes y no necesitan marear la perdiz ni andarse por las ramas. Y en parte, también, porque ambos tienen suficientes motivos por los que matar o —como dicen en esta escena— por los que “darse la paz”.



Otro detalle a tener en cuenta es el tempo. Obviamente no estamos ante un duelo leoniano, pero lo que resulta incuestionable es que Mackenzie se toma su tiempo para que las palabras de uno y del otro calen hondo en el espectador. Precisamente por ello el director juega con los gestos, con las miradas, con los silencios… Algunos de esos gestos (como el de Marcus sentado en el porche con el sombrero apoyado en la punta de la bota) constituyen verdaderos guiños u homenajes a icónicos personajes del western (en este caso a Rowdy Yates, personaje que Clint Eastwood interpretó en la serie televisiva “Rawhide”) mientras que otros (como el de Marcus sentado en la mecedora y bebiendo traguitos de cerveza ante Toby y su rifle o dándole tranquilamente la espalda al irse) constatan lo que hemos comentado anteriormente: que son dos hombres duros, fríos, imperturbables. Dos hombres que nada tienen que perder (Marcus es un viejo solitario y jubilado mientras que Toby ya ha logrado el objetivo de sacar a sus hijos de la miseria) y que, por lo tanto, no le tienen miedo a nada ni a nadie.



Ya para finalizar me gustaría hacer hincapié en un par de factores más: la cálida y espléndida fotografía de Giles Nuttgens (que aunque se acerca más a Steinbeck que a Malick no deja de ser extraordinaria) y la banda sonora de Nick Cave y Warren Ellis. En esta escena, sin embargo, la canción que suena al final (cuando los dos protagonistas emplazan su particular duelo para más adelante y Marcus se dirige hacia su coche) es, concretamente, “Outlaw State of Mind”, de Chris Stapleton. Un temazo que unido al movimiento de cámara de Mackenzie (primero hacia la derecha para mostrarnos los pozos y luego deteniéndose con un plano de Marcus alejándose con el coche por la polvorienta carretera para acabar hundiéndose casi literalmente en la tierra con los títulos de crédito y esa emotiva dedicatoria a sus padres, fallecidos ambos en el 2015) consigue un efecto tan sencillo como absolutamente demoledor.