dimecres, 8 d’abril del 2020

“TIENES QUE DEMOSTRARLO… SALVAR AL MUNDO” (Cuando el destino nos alcance, 1973. Richard Fleischer)


Cuando el destino nos alcance (Soylent Green)

Estados Unidos, 1973

Director: Richard Fleischer

Guión: Stanley R. Greenberg. Basado en una obra de Harry Harrison.

Fotografía: Richard H. Kline

Música: Fred Myrow

Intérpretes:

Charlton Heston (Detective Thorn)
Edward G. Robinson (Sol Roth)
Leigh Taylor-Young (Shirl)
Chuck Connors (Tab Fielding)
Joseph Cotten (William R. Simonson)
Brock Peters (Chief Hatcher)
Paula Kelly (Martha)
Stephen Young (Gilbert)

SINOPSIS: Nueva York, 2022. La superpoblación y el cambio climático hacen estragos en todo el mundo. Los comestibles frescos y naturales son un bien escasísimo y en Nueva York la población sobrevive a base de los alimentos procesados por la empresa Soylent Green. El asesinato de un alto ejecutivo de Soylent, sin embargo, empezará a desvelar pistas sobre la procedencia de ese nuevo alimento sintético. El detective Thorn y el veterano profesor Sol Roth se encargarán de indagar en ello.


Como ya he dicho más de una vez, mis escenas favoritas suelen ser aquellas que logran conmoverme o, al menos, sorprenderme. Normalmente son escenas muy bien rodadas en las que los diálogos o el propio clímax dramático juegan un papel predominante. En ocasiones, además, la música logra integrarse tan bien en las imágenes que el producto resultante te llega literalmente hasta las entrañas. Es el caso, obviamente, de esta maravillosa escena de “Cuando el destino nos alcance”, poético título en castellano del film distópico de ciencia ficción que Richard Fleischer (“Viaje alucinante”, “El estrangulador de Boston”) dirigió como “Soylent Green”


Naturalmente, “Soylent Green” no es una obra maestra. El presupuesto no logra convencernos que la película se desarrolla en 2022 y la fábula futurista/postapocalíptica con mensaje ecologista incluido (sin lugar a dudas, lo más interesante del film) no acaba de cuajar demasiado bien en un thriller más bien mediocre y simplón. Aún así, he de admitirlo: “Soylent Green” me encanta. Por su tono setentero y decadente, por su propuesta distópica y, sobre todo, por magníficas escenas como la que hoy vamos a destripar. Concretamente, la de la muerte de Sol Roth (Edward G. Robinson). Vamos a ello.

La escena arranca con Sol Roth tumbado en una camilla. Se encuentra en una espaciosa sala redonda ante una proyección panorámica IMAX que nos muestra espectaculares imágenes de la naturaleza terrestre mientras suena música clásica. Recordemos que Sol ha decidido poner fin a sus días acudiendo al Hogar, un lujoso centro donde se practica la eutanasia en el que el paciente dispone de 20 minutos para gozar de bellas imágenes y buena música antes de que un mecanismo letal (¿algún gas, tal vez?) haga su efecto y entorne sus ojos para siempre. 




Una nota de aviso en el apartamento que comparte con Thorn (Charlton Heston) permite a éste, sin embargo, llegar a tiempo al Hogar antes de que su amigo muera. Desde una ventana exterior, Thorn contempla atónito y emocionado imágenes de la Tierra que jamás había visto antes. Es en ese preciso instante cuando Thorn se da cuenta del maravilloso planeta que el hombre ha destruido y de la imperiosa necesidad de intentar frenar los amorales e inhumanos procedimientos que Soylent ha estado llevando a cabo. Algo que Sol sospecha o ha descubierto y que ni tan solo llega a contarle explícitamente a Thorn. De lo que no cabe ninguna duda es que se trata de algo tan abominable que Sol no puede soportarlo ni un solo instante más. Por ello decide poner fin a su vida. Afortunadamente, la llegada de Thorn al centro médico le permitirá a Sol pedirle un último favor a su amigo: que vaya al edificio Exchange de Soylent y que reúna pruebas suficientes para demostrar a las autoridades competentes (el Consejo de Naciones) cómo y de qué manera se elaboran los famosos procesados de Soylent




Antes de adjuntaros el breve diálogo que sostienen Thorn y Roth, me gustaría hacer hincapié, no obstante, en la soberbia combinación de música e imágenes que constata esta escena. Una combinación que aúna la belleza y la emotividad de ambas y que trasladada al contexto dramático en el que todo esto sucede (el suicidio asistido del viejo Roth) consigue un efecto absolutamente abrumador. Vamos, que quien no se conmueva hasta el tuétano con esta escena que se dedique a otra cosa porque como espectador cinematográfico pocas ocasiones tendrá de disfrutar de tantas emociones juntas. Flores, aves, peces, mamíferos, mares, ríos, playas, bosques, montañas, amaneceres, atardeceres… Y todas esas espectaculares imágenes perfectamente sincronizadas, por si fuera poco, con tres fragmentos de tres grandiosas partituras: la sinfonía número 6 de Piotr Ilich Chaikovsky (también conocida como La Patética), la sinfonía número 6 de Ludwig Van Beethoven (también conocida como La Pastoral) y el Morning Mood que Edvar Grieg compuso para la obra de Ibsen “Peer Gynt”. Tres fragmentos musicales absolutamente sublimes.

Pero vayamos a los instantes previos al breve diálogo entre Thorn y Sol. Dice así:



Thorn (Charlton Heston): “¡Dios mío!”

Ujier (Dick Van Patten): “Es una lástima que se haya perdido usted la obertura”



Thorn: “¡Quiero verle! ¡Abra eso!”

Ujier: “Está prohibido entrar durante la ceremonia. ¿Pero qué hace usted?”

Thorn: “¡Abra esa mirilla o le juro que morirá usted antes que él!”

Ujier: “¡Está bien! ¡Está bien!”




Thorn: “Sol ¿Me oyes?”

Sol (Edward G. Robinson): “¿Thorn?”

Thorn: “Sí”

Sol: “Gracias por haber venido”

Thorn: “Dios mío”

Sol: “He vivido demasiado”

Thorn: “No”

Sol: “Te quiero, Thorn”

Thorn: “Y yo a ti, Sol”




Sol: “¿Puedes verlo?”

Thorn: “Sí”

Sol: “¿Verdad que es hermoso?”

Thorn: “Sí”

Sol: “Ya te lo dije”



Thorn: “Como podía… Como podía imaginarme”

Sol: “Es horrible… Simonson… Soylent… Escúchame, Thorn… Thorn, escúchame…”

(Interferencias)

Thorn: “¡No puedo oírle! ¡Haga algo! ¡Haga algo! Te escucho, Sol”



Sol: “Tienes que demostrarlo… Salvar al mundo. Ve al edificio Exchange. Por favor, Thorn. Aporta pruebas, Thorn. Ve al edificio Exchange”



Y poco más. La escena finaliza con un plano de Sol definitivamente muerto sobre la camilla y con otro que nos muestra a dos funcionarios del Hogar llevándoselo de allí. Aún así, la demanda de Sol a su amigo será cumplida. No sólo por la incuestionable lealtad de Thorn sino porque Thorn ha sido testigo del antes y después del planeta y ha entendido definitivamente la enorme tristeza de Sol respecto a los nuevos tiempos y la consecuente e irreparable degeneración del planeta. Algo que quizás pueda detenerse si cumple con el último deseo de Sol: acudir al edificio Exchange y averiguar a qué se dedica Soylent. Pero eso ya pertenece a otras escenas. Y solo en la última, un malherido Thorn proferirá a los cuatro vientos el terrorífico misterio que esconde Soylent.



No quisiera terminar este spoiler sin añadir un último dato. “Soylent Green” fue la última película protagonizada por Edward G. Robinson. Con 80 años y más de 100 films a sus espaldas, Robinson moría de cáncer nueve días después de finalizar este rodaje. Y naturalmente, Heston y todo el equipo sabían que le quedaba muy poco tiempo de vida. No resulta extraño, pues, que los ojos llorosos de Thorn viendo morir a su amigo fueran los mismos que los de Heston viendo el majestuoso canto del cisne cinematográfico de Robinson. Un actor único e irremplazable.  



   



2 comentaris:

  1. Hola...recien hoy descubri por casualidad tu pagina y me enganche x lo original de su propuesta...en esta nota en particular iba a agregar justo lo de la muerte de e. Robinson. El saber eso al momento de ver la pelicula...llegado el momento que describis...me colmo de una emocion semejante a lo que describis vos...esa metafora que solo el cine puede brindar...una despedida inmortal

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    1. Disculpa por la tardanza, no he leído tu comentario hasta hoy. Me alegra que te guste la propuesta y la escena elegida en esta ocasión. Como bien dices, una despedida inmortal!

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