Los sobornados (The big heat)
Estados Unidos, 1953
Director: Fritz Lang
Guión: Sydney Bohem. Basado en una obra
de William P. McGivern
Fotografía: Charles Lang
Música: Henry Vars, Daniele
Amfitheatrof
Intérpretes:
Glenn Ford (Dave Bannion)
Gloria Grahame (Debby Marsh)
Lee Marvin (Vince Stone)
Alexander Scourby (Mike Lagana)
Jocelyn Brando (Katie Bannion)
Jeannette Nolan (Bertha Duncan )
Peter Whitney (Tierney)
Willis Bouchey (Ted Wilks)
Robert Burton (Gus Burke)
Adam Williams (Larry Gordon)
Howard Wendell (Commissioner Higgins)
Chris Alcaide (George Rose)
SINOPSIS:
Tras
suicidarse, el policía Tom Duncan
deja una carta en la que confiesa haberse dejado sobornar y en la que revela el
nombre de altos funcionarios corruptos. Religiosamente custodiada por su viuda,
Bertha Duncan, la preciada misiva le
sirve a ésta para hacer chantaje a todos los implicados; en especial a Mike Lagana, el poderoso gangster que
controla toda la ciudad a su antojo. Mientras tanto, el Sargento Dave Bannion —encargado de las
investigaciones— empezará a encontrarse con todo tipo de obstáculos.
“Los
sobornados”
es, sin lugar a dudas, una de las grandes obras maestras del cine negro y quizás (con permiso de “Perversidad”, por supuesto) la mejor
película de Fritz Lang en su etapa
norteamericana. Lo corroboran su agilidad narrativa, su extraordinario guión,
sus memorables diálogos, su acertadísima ambientación, su magnífica fotografía,
su violencia y dramatismo y sus más que convincentes personajes. Pero si hay
algo en esta película que probablemente haya pasado a formar parte de la
memoria colectiva de todos los cinéfilos del mundo ese algo es, como no, su escena más impactante y emblemática: la de Vince Stone (Lee Marvin) arrojando el café hirviendo al rostro de Debby Marsh (Gloria Grahame).
Así pues supongo que queda claro cuál va a
ser mi spoiler de hoy. Un spoiler que he elegido no tanto por su
incuestionable impacto dramático (que también) sino, sobre todo, porque “Los sobornados” es una película que
avanza —desde una perspectiva pura y llanamente narrativa— a base de golpes de
violencia. Violencia física y psicológica, por supuesto, pero básicamente
física. Una violencia que se nos muestra de forma más que variopinta (suicidio,
asesinatos, estrangulamientos, puñetazos, quemaduras, balazos…) y que actúa
como detonante primordial de la historia que Lang nos va contando. Como si el
destino, lo que tiene que ocurrir, dependiera única y exclusivamente de todos
esos estallidos de violencia. Pero no sólo por eso. Esta escena me encanta
también porque sus protagonistas son Lee
Marvin y Gloria Grahame. Dos
grandes intérpretes que, por si fuera poco y a mi juicio, se meriendan literalmente al protagonista
principal de la peli: Glenn Ford. En
el caso de Lee Marvin y su extraordinaria interpretación de Vince Stone,
además, me recordó al espléndido debut de Richard
Widmark en “El abrazo de la muerte”
encarnando al diabólico Tommy Udo.
Tanto por los dos espléndidos roles de villano
que construyen uno y otro como por el hecho de que, para ambos, estamos
hablando de sus primeros papeles destacables en el mundo del cine. Respecto a
Gloria Grahame señalar, en cambio, que cuando encarnó a la voluptuosa Debby
Marsh ya era una actriz prácticamente consagrada. Sus interpretaciones —casi
siempre ejerciendo, como no, de femme
fatale— en “Encrucijada de odios” (1947),
“En un lugar solitario” (1950), “El mayor espectáculo del mundo” (1952)
o “Cautivos del mal” (1952), por
ejemplo, así nos lo confirman.
Como siempre, no obstante, repasemos
primero los antecedentes de esta escena. Recordemos que Dave Bannion (Glenn Ford)
investiga el misterioso suicidio de Tom
Duncan y que todas las pistas apuntan hacia Mike Lagana (Alexander
Scourby) y sus hombres. Sin embargo, Bannion va en especial tras Larry Gordon (Adam Williams), el principal sospechoso del asesinato por encargo de
Katie (Jocelyn Brando), su esposa. Pues bien, después de pasarse por The Retreat, un bar de copas, y no dar
con Larry sino con Vince Stone (Lee Marvin), la mano derecha de Lagana,
Bannion aprovecha la ocasión para intercambiar unas palabras con la novia de
este último, Debby Marsh (Gloria Grahame). Lo que no se imagina Debby,
sin embargo, es la explosiva reacción de su celoso pretendiente cuando ella
llega a casa. Máxime cuando se encuentra al matón
de Lagana jugando una plácida partida de poker
con cuatro amigos. Entre ellos, el comisionado policial Higgins (Howard Wendell)
y Larry Gordon (Adam Williams), el sicario de Lagana. La conversación que se
produce en ese momento es la siguiente:
Debby: “¿Ganan todos?”
Comisionado Higgins: “¡Hola señorita Marsh!”
Debby: “¿Cómo andas, Vince?”
Vince: “Muy bien ¿Dónde has estado?”
Debby: “Me quedé en el club viendo el último pase
del espectáculo”
Tras saludar y dar un sorbo al whisky de Vince, Debby se despoja del
abrigo de visón y se dirige a la habitación contigua. Vince no tarda en
abandonar la partida e ir tras ella. Mientras tanto, Debby enciende la radio y
se dispone a pintarse los labios. A su vez, Vince no deja de acosarla pregunta
tras pregunta. Como en casi todas las cintas de cine negro, destaca en esta escena el diálogo (verdaderos dardos que
tanto Debby como Vince lanzan en ambas direcciones) y, sobre todo, el gran
provecho que saca Lang del espejo ante el cual se pinta los labios Debby y en
el cual se reflejan los rostros de ambos personajes. La puesta en escena es,
por lo tanto, magistral.
Vince: “Jugad un rato sin mi ¿Qué tal el espectáculo?”
Debby: “Lo mismo de siempre. No muy malo”
Vince: “¿Por qué no viniste antes a casa?”
Debby: “Por la forma en que corrías no creí que te
importara”
Vince: “¿Qué significa… ‘Corrías’?”
Debby: “No fue ningún paseo”
Vince: “Con las elecciones encima no debo tener
problemas con un policía loco”
Debby: “No está tan loco… Tengo noticias frescas:
te odia a muerte”
Vince: “¿Cómo lo sabes?”
Debby: “Estaba allí ¿recuerdas? Soy la chica que
dejaste en el bar”
Vince: “Llamé al Retreat. Tierney dice que le
ofreciste un trago”
Debby: “Tierney no distinguiría una broma a menos
que le diera en la cara”
Vince: “Tierney dijo que seguiste a Bannion fuera
del bar”
Debby: “Salí en tu busca. Pero tu hiciste una marca
mejor que la de los Juegos Olímpicos”
Vince: “Muy amable de tu parte”
Debby: “¿De veras?”
Vince: “Pensé que tal vez Bannion y tu queríais
intimar a mis espaldas”
Debby: “Deberías enseñar mejor a Tierney. Búscate
un chivato de más confianza”
Vince: “Tal vez tenga un soplón mejor… ¡Como fue el
Club!”
En este momento, Vince sujeta fuertemente
el brazo de Debby y el nivel de violencia se eleva ostensiblemente con el tono de
voz de él y los gritos de ella.
Debby: “¡No! ¡Mi brazo, Vince, mi brazo!”
Vince: “¿Te gustan los policías, no?”
Debby: “¡No lo hagas, Vince! ¡Por favor!”
Vince: “¿A dónde fuisteis?”
Debby: “¡Mi brazo, mi brazo!”
Vince: “¡Te he hecho una pregunta! ¿A dónde?”
Debby: “¡Yo solo le vi en la calle! ¡Solo le vi en
la calle!”
Ante el cariz que van tomando los
acontecimientos, el Comisionado policial Higgins se levanta de la mesa de juego
y asoma tímidamente la cabeza en la habitación contigua.
Comisionado Higgins: “Sugiero que tengamos una noche
agradable”
Vince: “¡Y yo sugiero que cierres el pico! ¿A dónde
fuiste con Bannion?”
Debby: “¡A ninguna parte! ¡A ninguna parte! ¡Me
dejó en la puerta del club!”
Vince: “¡Embustera! ¡Maldita embustera!”
Un solo plano, el de cafetera hirviendo con
la mano de Vince asiéndola a continuación, nos anticipa la tragedia. Fuera de plano, no obstante,
escucharemos como Vince vierte el café en la cara de Debby y los consecuentes gritos
de ella. El efecto, sin embargo, es tanto o más terrible que si hubiéramos sido
testigos presenciales de ello. Algo que, por cierto, sí ocurre más adelante, en
el tramo final de la película, cuando Debby consuma su venganza y hace lo
propio con Vince. Al margen de ello, señalar también que la cara medio quemada
de Debby (recordemos que solo le quedará afectada la parte derecha) ha sido
interpretada por muchos analistas como una espléndida metáfora visual de su
doble o ambigua personalidad: cínica y egoísta al principio de la película
(mitad quemada) y sensible y generosa tras conocer a Bannion (mitad intacta).
Debby: “¡Aaaah! ¡Mi cara, mi cara!”
Acto seguido, Debby escapa de su agresor cubriéndose
el rostro con sus propias manos y buscando refugio en la mesa donde los amigos
de Vince asisten perplejos a los acontecimientos.
Vince: “¡Yo te arreglaré tu bonita cara!”
Comisionado Higgins: “¡Déjala, Vince! ¡Basta ya!”
Vince: “¡Ella se lo ha buscado!”
Larry Gordon: “¡No se quede ahí quieto!
¡Llévela a un médico!”
Comisionado Higgins: “¡Informará a la policía!”
Vince: “Por eso tienes que ir tú ¡Vamos, muévete!
Cierra la puerta”
Y poco más a añadir. Cuando una película de
cine negro reúne a dos buenos
actores, un diálogo para quitarse el sombrero, una puesta en escena magistral y
un nivel de violencia inaudito el resultado, obviamente, no puede pasar
desapercibido. Juzguen ustedes mismos.
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