dimarts, 11 de setembre del 2018

“YA TE HE DICHO QUE FUESES RESPETUOSO CON EL CORONEL” (Chuka, 1967. Gordon Douglas)


 Chuka (Chuka)

Estados Unidos, 1967

Director: Gordon Douglas

Guión: Richard Jessup. Basado en una obra de Richard Jessup

Fotografía: Harold Stine

Música: Leith Stevens

Intérpretes:

Rod Taylor (Chuka)
John Mills (Coronel Stuart Valois)
Ernest Borgnine (Sargento Otto Hahnsbach)
Luciana Paluzzi (Veronica Kleitz)
James Whitmore (Lou Trent)
Victoria Vetri (Helena Chávez)
Louis Hayward (Mayor Benson)
Michael Cole (Spivey)
Hugh Reilly (Capitán Carroll)
Barry O’Hara (Slim – Cook)
Joseph Sirola (Jake Baldwin)
Marco López (Hanu)

SINOPSIS: Chuka, un solitario pistolero sin rumbo fijo, se incorpora a una diligencia en la que viajan Verónica, una joven y hermosa viuda, y su sobrina Helena. Tras detenerse en Fort Clendennon, un aislado puesto militar integrado por soldados condenados por todo tipo de delitos, el inminente ataque de un grupo de hambrientos arapahoes liderados por Hanu les obligará a interrumpir su viaje. Sitiados en el fuerte, la tensión no tardará en hacer mella en sus ocupantes. 


El día que me dispuse a ver “Chuka” no esperaba encontrarme con lo que me topé. La verdad es que mis expectativas eran más bien escasas. Esperaba encontrarme, como mucho, con un western modesto y discreto. Con un western de esos para pasar un rato agradable y poco más. Máxime cuando ya había visto “Río Conchos” y cuando en aquel momento supuse, cándido de mi, que a Gordon Douglas ya le había sonado la flauta una vez con ese peliculón protagonizado por Richard Boone y que difícilmente iba a darme de bruces de nuevo con otra joyita de índole similar. 

Obviamente, andaba equivocado. En primer lugar, por menospreciar a Gordon Douglas. Por creer, de antemano, que Douglas era un simple artesano sin títulos míticos en su haber, sin libreto de estilo y que jamás había destacado (creo que los cultivó casi todos) en ningún género en concreto. Y en segundo lugar por creer que a Douglas le había sonado la flauta con “Río Conchos”. Lo dicho: craso error. Quizás Gordon Douglas no suela aparecer entre los más laureados directores de western, pero cuando un realizador tiene en su filmografía películas tan solventes como “Corazón de hielo”, “Veneno implacable”, “La humanidad en peligro”, “El detective”, “Solo el valiente”, “Quince balas” o las ya mencionadas “Chuka” y “Río Conchos” no creo que podamos seguir hablando de flautas o clarinetes. Así pues, mis disculpas y respetos, Mr. Douglas.



Respecto a la escena escogida para mi spoiler comentaros, de antemano, que se trata de una secuencia casi paradójica. Y la califico así, de paradójica, porque “Chuka” no es un western con demasiada acción. Ni demasiada acción, ni demasiados tiroteos, ni demasiadas cabalgadas y demás. “Chuka” es, de hecho, un western casi teatral que se desarrolla prácticamente en su totalidad entre las cuatro paredes (o empalizadas, en este caso) de Fort Clendennon. Un lejano y aislado puesto militar en el que encontramos destinados a una variopinta caterva de soldados que parecen condenados a purgar allí sus vicios, pecados, delitos y/o errores del pasado. Estamos, por lo tanto, ante un western más bien asfixiante, opresivo, claustrofóbico. De cámara, diría yo. Un western en el que el estudio psicológico de los personajes predomina sobre la acción y los exteriores y en el que la atmósfera que se respira resulta francamente viciada y hedionda. Quizás para compensar ese ambiente turbio y cargado, para compensar ese predominio del diálogo y la tensión psicológica entre los diferentes personajes que integran el film, he decidido apostar, finalmente, por una de sus escasas escenas de acción. Una brutal e intensa pelea a puñetazos entre dos de sus protagonistas principales (Chuka (Rod Taylor) y el Sargento Otto Hahnsbach (Ernest Borgnine)) que me parece —además de salvaje y violenta como pocas— muy emocionante, muy bien rodada y ética o moralmente justificada. Al menos, por parte del Sargento Hahnsbach. Veamos por qué.

Recordemos que la pelea en cuestión viene precedida por otra escena en la que Chuka y el Coronel Stuart Valois (John Mills) —Comandante en Jefe de Fort Clendennon— discuten entre sí al negarse el primero a trabajar como explorador del segundo en una misión en territorio arapahoe. Amenazado de arresto, Chuka desenfunda su revólver y advierte al Coronel que matará a cualquiera que impida su marcha. Cuando ya está en el establo y se dispone a ensillar a su caballo y marcharse, Chuka recibe a una especie de comité de despedida. Son el Sargento Hahnsbach y algunos de sus hombres. La conversación previa a la durísima pelea a puñetazos que se producirá a continuación dice así:  

Jake (Joseph Sirola): “Chuka... Es mejor que me lo dejes hacer a mi”

Chuka: “Ya se ensillar un caballo”

Jake: “Sí, ya lo sé, pero necesitarás las dos manos, porque te esperan problemas”

Chuka: “¿Qué quieres decir con eso?”

Jake: “Muchos problemas”

Chuka: “Ya lo entiendo... ¿Qué es esto? ¿Una delegación de despedida?”

Sargento Hahnsbach: “Muy bien, ya te he avisado que fueses respetuoso con el Coronel. Pero esto ha sido ya la gota que ha derramado el vaso. Estos hombres son mis testigos. Desarmados ¿De acuerdo?”

Chuka: “¿Qué le ha dado ese Coronel de pacotilla que le ha de hacer de criada?”

Sargento Hahnsbach: “Es... Es mi Comandante en Jefe y yo no me olvido. Ahora puedes sacar esa pistola que llevas y matarme aquí mismo. O te puedes defender tan bien como puedas. Porque tengo la intención de atizarte con mis puños. Te estoy esperando”

Chuka: “¡Oh, vaya! ¡No me gustaría hacer esperar a un hombre tan ocupado como usted Sargento! Vigila a los otros, Jake”

Jake: “De acuerdo”





De pronto, y por sorpresa, Hahnsbach le arrea el primer puñetazo a Chuka. Un puñetazo que lo sorprende mientras estaba despojándose de su canana y al cual le siguen dos fuertes golpes en los riñones, uno en el estómago y otro en el mentón que lo tira al suelo, al pie de su caballo. Desde el suelo del establo, sin embargo, Chuka parece tomar la iniciativa. El cuerpo a cuerpo que se produce a continuación le permite taparle la vista con las manos a su oponente y obtener así unos segundos para reponerse momentáneamente de la paliza y poder asestarle a Hahnsbach un primer directo que, por desgracia para Chuka, apenas hace mella en el rostro del corpulento soldado. De hecho, Hahnsbach consigue sujetarlo de nuevo y lo empuja brutalmente contra un poste del establo. Por dos veces, la cabeza y la espalda de Chuka impactan contra la madera. Lejos de caer aturdido, sin embargo, Chuka responde al sargento con tres certeros sopapos (uno al estómago y dos a ambas mandíbulas) que por fin logran derribar a su fornido rival. A partir de este momento el intercambio de guantazos de decanta ligeramente a favor de Chuka. Aún así, los duros mandobles que reciben uno y otro van mermando las fuerzas de ambos hasta el punto de acabar arrodillados en el suelo lanzando guantazos sin ton ni son. Algunos, eso sí, con más fortuna que otros. Curiosamente, al final, Chuka y Hahnsbach acaban exhaustos y apoyados el uno en el otro. Casi abrazados, diría yo. En ese instante, todos los espectadores de la brutal pelea empiezan a aplaudir tímidamente. Sin lugar a dudas, para premiar la intensidad y bravura de la reyerta. Y es que a pesar de haberse atizado de lo lindo, Chuka y Hahnsbach son dos hombres honestos y de una pieza. De Chuka ya conocemos su talante humanitario desde el principio del film, cuando ofrece su propia comida a los hambrientos arapahoes. Y de Hahnsbach sabremos posteriormente que su inquebrantable lealtad hacia el Coronel Valois se debe a que éste le salvó la vida en la guerra y que, por ello, hubo de sufrir incluso una dolorosa castración.





En fin, que no estamos ante una pelea más. Estamos ante una de las mejores y más vibrantes peleas del western americano. Rodada con brío, carácter y mucho realismo. En parte, probablemente, por la innegable influencia a mediados-finales de los 60 del spaghetti western, un subgénero que —como todos sabemos— explotaba a la perfección un más que explícito tratamiento de la violencia. Y, en parte también, porque Gordon Douglas era un director de raza. Un director al que, por descontado, no le gustaba andarse con chiquitas.



Aún así, si existen dos grandes culpables en el éxito y repercusión de esta feroz escena ellos son, sin lugar a dudas, Ernest Borgnine y Rod Taylor. Del primero (uno de los actores de carácter por excelencia del cine norteamericano) ya sabíamos de sus maneras gracias a las peleas que protagonizó frente a Sterling Hayden en “Johnny Guitar” o frente a Spencer Tracy en “Conspiración de silencio”, mientras que aunque de Rod Taylor no teníamos demasiados precedentes en estos menesteres, conviene recordar —no obstante— que éste incluso logró superar la saña y fiereza de esta mítica pelea en una posterior mucho más salvaje aún. Tal vez la película no sea gran cosa, lo reconozco, pero lo cierto es que casi todo el mundo la recuerda por la crudeza de su reyerta. Me estoy refiriendo, como no, a “Más oscuro que el ámbar”, de Robert Clouse. No es un western, de acuerdo, pero sí un magnífico ejemplo de brutal pelea.  



Y poco más. Por lo que a mi respecta espero que compartáis mi entusiasmo por esta estupenda secuencia y que si no habéis visto ningún western de Gordon Douglas os pongáis, ya, con éste o con “Río Conchos”. Los dos merecen mucho la pena.





2 comentaris:

  1. Fede Sinisterra:
    Coincido contigo, amigo. Gordon Douglas es un pedazo de artista que no suele figurar en ninguna antológica lista de obras maestras, pero tiene películas y momentos en la práctica totalidad de géneros. Está en un grupo variopinto de gente como Richard Fleischer, Sam Fuller, John Millius, Rafarl Gil, Mur Oti, ...gente que ha hecho muy grande este arte

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    1. Efectivamente. Douglas es un cineasta a reivindicar. Y disculpa por la enorme tardanza en contestar.

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