Los siete magníficos (The magnificent seven)
Estados
Unidos, 1960
Director:
John Sturges
Guión:
William Roberts
Fotografía:
Charles Lang
Música: Elmer Bernstein
Intérpretes:
Yul Brynner (Chris Larabee)
Eli Wallach (Calvera)
Steve McQueen (Vin Tanner)
Charles Bronson (Bernardo O’Reilly)
James Coburn (Britt)
Robert Vaughn (Lee)
Horst Buchholz (Chico )
Brad Dexter (Harry Luck)
Rosenda Monteros (Petra )
Jorge
Martínez de los Hoyos (Hilario)
Rico
Alaniz (Sotero)
Pepe
Hern (Tomás)
SINOPSIS: 1880-1890. Los habitantes de una
humilde aldea mexicana próxima a la frontera con Texas son asolados una vez al año por Calvera y sus hombres, una banda de forajidos que les exigen un
pago anual por sus cosechas y que no dudan en matar hombres o violar mujeres si
no consiguen sus objetivos. Hastiados por no poder defenderse, los campesinos
del lugar harán todo lo posible para contratar a Chris Larabee, un experimentado mercenario que terminará accediendo
tras reunir a otros seis hábiles pistoleros para enfrentarse al temible bandido.
Quizás no sea una obra maestra pero lo que
queda fuera de toda duda es que “Los
siete magníficos” es uno de los westerns
más populares de la historia del cine. Razones hay muchas: su espectacular
elenco interpretativo, su épico e inconfundible tema musical (junto a los spaghettis de Morricone, el score de Elmer Bernstein es incuestionablemente
el más silbable del género), sus
memorables tiroteos y, por descontado, su gran capacidad para entretener al
espectador. Aún así, si un aspecto del western
de John Sturges siempre me ha
llamado poderosamente la atención ese aspecto es, sin lugar a dudas, sus maravillosos
diálogos. De todos ellos, sin embargo, solo uno me quedó grabado a fuego la
primera vez que vi esta película. Se trata de una frase que pronuncia Chris Larabee (Yul Brynner) tras hablar con los campesinos mejicanos que solicitan
su ayuda para afrontar la presión y los abusos a los que son sometidos por
parte de Calvera (Eli Wallach) y sus hombres. Una frase
con una extraordinaria fuerza dramática que dice así:
“He trabajado para hombres que me daban
mucho… Pero jamás para alguien que me lo diera todo”
Así pues, pese a que “Los siete magníficos”
posee secuencias potencialmente
mejores a la que finalmente he escogido (la de los títulos de crédito
iniciales, la del carromato fúnebre o la del tiroteo final, podrían ser tres
buenos ejemplos), permitidme que dedique mi spoiler
de hoy a la escena que incluye la frase anteriormente citada. Básicamente
porque aunque quizás no resulte demasiado atractiva desde una perspectiva
puramente visual o narrativa, constituye la razón
de ser de la propuesta argumental (recordemos, eso sí, que “Los siete
magníficos” es un remake en clave de western de “Los siete samuráis” de Akira
Kurosawa) y, al mismo tiempo, un inmejorable paradigma de aquel típico pistolero
tan duro como romántico. De aquel pistolero acostumbrado a moverse por dinero y
que en esta ocasión —sin embargo— aceptará luchar por una causa prácticamente
perdida, sin apenas remuneración y con la única ayuda de seis expeditivos mercenarios
y un puñado de labriegos desesperados.
La escena en cuestión empieza con Chris Larabee (Yul Brynner) reunido con tres campesinos en una humilde habitación de una ciudad cercana al poblado asolado por Calvera (Eli Wallach) y sus hombres. Los tres
hombres son, concretamente, Hilario
(Jorge Martínez de los Hoyos), Sotero (Rico Alaniz) y Tomás (Pepe Hern). La conversación se
desarrolla de la siguiente manera:
Hilario: “Creemos que es usted un hombre
de confianza”
Chris: “Muchas gracias”
Tomás: “Queremos que nos ayude”
Hilario: “Contra un tal Calvera”
Sotero: “Un ladrón y un asesino”
Tomas: “Él y sus hombres nos roban la comida y nos
dejan morir de hambre. Y además, nuestras mujeres...”
Chris: “Esperen un momento. Si buscan protección…
¿Por qué no acuden a los rurales?”
Hilario: “Ya lo hicimos. Dos veces. Pero
no pueden dejar una guarnición en un pueblecito de forma indefinida. Así que se
fueron”
Tomás: “Y entonces volvió Calvera. Y sigue
volviendo cada año. Lo seguirá haciendo hasta que alguien lo detenga”
Chris: “Siéntense”
Sotero: “Necesitamos ayuda”
Hilario: “Tenemos que comprar armas pero no
sabemos nada de esas cosas ¿Querría comprarlas por nosotros?”
Chris: “Las armas son muy caras y difíciles de
conseguir ¿Por qué no contratan hombres?”
Hilario: “¿Hombres?”
Chris: “Pistoleros. Hoy en día son más baratos que
las armas”
Hilario: “¿lría usted?”
Tomás: “Sería una bendición si nos ayudara”
Chris: “Lo siento. No vivo de bendiciones”
Hilario: “No, no. Le ofrecemos más que eso.
Le daríamos comida cada día”
Tomás: “Y tenemos esto”
Chris: “¿Qué es eso?”
Tomás: “Podemos cambiar esto por oro. Es todo lo
que tenemos. Todo lo de valor que había en el pueblo”
Chris: “He trabajado para hombres que me daban
mucho… Pero jamás para alguien que me lo diera todo”
Tomás: “¿Será suficiente?”
Hilario: “Verá usted, si lográramos
ahuyentar a los bandidos, la vida podría ser muy buena en nuestro pueblo. Pero,
tal como está ahora... Nosotros podemos aguantar, pero los niños lloran porque
tienen hambre”
Chris: “¿Comprenden en el pueblo lo que implica empezar
una cosa así?”
Sotero: “Nosotros también lucharemos.
Todos”
Tomás: “Cuando llegue Calvera, doblará la campana
de la iglesia”
Hilario: “Lucharemos con armas, si las
tenemos. Y si no, con machetes, hachas, palos, cualquier cosa…”
Chris: “Una vez se empieza, hay que estar preparado
para matar y volver a matar. Y matar más aún, hasta que haya acabado todo”
Tomás: “Lo comprendemos”
Hilario: “Nos hacemos cargo”
Chris: “¿Todos los hombres del pueblo opinan lo
mismo?”
Tomás: “Absolutamente todos”
Chris: “Veré lo que puedo hacer”
Hilario: “Gracias. Sabe...”
Chris: “Esperen. No he dicho que vaya a ir. Haré
correr la voz de que buscan hombres”
Hilario: “No será difícil encontrarlos. Todo
el mundo lleva pistola”
Cris: “Claro. También todos llevan pantalones. Eso
se da por sentado. Pero… ¿Que sirvan? Eso ya es otra cosa”
Sotero: “¿Y cómo puede saber usted si
sirven?”
Chris: “Hay maneras”
Poco más se me ocurre añadir a un diálogo
cuyas frases lo dicen todo. Todo sobre un hombre duro, un mercenario, que a la
sazón termina empatizando con unos
humildes campesinos que necesitan ayuda y que, para ello, están dispuestos a
dárselo TODO. Absolutamente TODO. Aún así, comentar —por supuesto— que la
puesta en escena es la correcta (con los pertinentes planos/contraplanos de Chris y los mejicanos y
algún plano conjunto) y que las interpretaciones de los cuatro hombres me
parecen francamente notables. Los mejicanos con esos rostros y gestos tan
tímidos y respetuosos como firmes y convencidos a la vez y Yul Brynner —faltaría más— con esa mirada, esa voz (recomiendo
encarecidamente ver la peli en VO para apreciarla) y ese elegantísimo porte que, a la postre, lo convirtieron en una auténtica estrella de Hollywood. “Los siete magníficos”,
por ejemplo, así nos lo confirma.
Completamente de acuerdo en todo, menos en lo de que pueda NO ser una obra maestra....para mí, de las más grandes que hay. Cine en estado puro. Goce visual, auditivo, y hasta intelectual, si se me permite. También añadir un diálogo que tiene lugar entre el personaje de Steve McQueen y el anciano del pueblo, en el que se cuenta un chiste sobre un tipo que cae desde un alto edificio: "¿Cómo va eso?", le van preguntando a medida que pasa por cada ventana..."Por ahora bieeen, por ahora bieeeen". Diálogo que remarca el optimismo que siente el anciano y que Steve admira. Me encanta esta escena.
ResponEliminaPor eso puse el condicional, Munkustrap: puede. Entiendo que para muchos lo sea y no voy a discutirlo, ni mucho menos. Lo que ocurre es que el género western está tan bien provisto de obras maestras que quizás ésta (y subrayo lo de 'quizás') no esté a la misma altura. En cualquier caso coincidiremos en que estamos ante un western extraordinario. Y respecto a los diálogos, completamente de acuerdo. El que he seleccionado es una muestra (el que más me gusta a mi) pero toda la peli está plagada de grandes frases. Gracias por comentar!
Eliminayo prefiero en el q le preguntan porque aceptó hacerlo y responde con la historia de un hombre de su pueblo q se tiró desnudo a un arbusto lleno de pinchos.
ResponEliminaParecía una buena idea en ese momento
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