La diligencia
(Stagecoach)
Estados
Unidos, 1939
Director:
John Ford
Guión:
Dudley Nichols. Basado en una obra de Ernest Haycox
Fotografía:
Bert Glennon
Música:
Gerard Carbonara
Intérpretes:
John Wayne (Ringo Kid)
Claire Trevor (Dallas )
Andy Devine (Buck)
John Carradine (Hatfield)
Thomas Mitchell (Doc Josiah Boone)
Louise Platt (Lucy Mallory)
George Bancroft (Marshall Curley Wilcox)
Donald Meek (Samuel Peacock)
Berton Churchill (Ellsworth Henry Gatewood)
Tim Holt (Teniente Blanchard)
SINOPSIS: Una diligencia
con destino a Lordsburg (Nuevo Mexico) reúne a una prostituta,
un médico alcohólico, una mujer embarazada, un banquero, un antiguo soldado
confederado, un comerciante de alcohol, un alguacil, un conductor algo
charlatán y un forajido llamado Ringo
Kid. A la tensa y difícil relación entre todos ellos se añade el ataque de
unos indios apaches comandados por Gerónimo.
“La
diligencia”
es, sin lugar a dudas, el primer gran western
de la historia del cine. Y el primero, además, que reunió a dos colosos del
género: John Ford y John Wayne. Huelga decir, por lo tanto,
que la inclusión de “La diligencia” entre mis spoilers está más que justificada. La cuestión en sí era elegir una
escena concreta. Una escena que aunara, al mismo tiempo, calidad
cinematográfica y repercusión histórica. Y precisamente por ello, porque lo que
pretendía en esta ocasión era unir ambos objetivos, me he decidido finalmente
por la escena que podríamos definir como la “presentación” de John Ford y John
Wayne en el universo del western
adulto. En el western como género de
calidad. En el western con letras
mayúsculas. Me estoy refiriendo, naturalmente, a la primera aparición de John
Wayne en esta película.
Recordemos que aunque en 1939 John Ford ya
llevaba más de 20 años dirigiendo películas y que incluso había obtenido un
Oscar como mejor director por “El
delator”, su primer gran western
aún estaba por llegar. Y lo mismo podríamos decir de John Wayne. Aunque había
debutado como protagonista en 1930 (como actor de reparto mucho antes) de la
mano de Raoul Walsh en “La gran jornada”, no sería hasta nueve
años después que, con “La diligencia”, John Ford lo convertiría en una
auténtica estrella.
Así pues, “La diligencia” constituye el
proyectil que lanzará a John Ford y a John Wayne a lo más alto del firmamento westerniano. Y no creo que haya escena
más icónica y representativa de tan genial asociación que la estelar irrupción
de Ringo Kid (John Wayne) en escena. Una irrupción que iniciaría una larga y
fructífera trayectoria conjunta (más de 30 años y más de 20 películas) y que
marcaría un antes y un después en la historia del género.
Pero bueno, vayamos al grano. A la escena,
vaya. Recordemos, por de pronto, que los pasajeros de la diligencia que se
dirige a Lordsburg (es decir: Gatewood, Peacock, Hatfield, Boone, Lucy, Dallas, Buck y Curley) saben dos cosas: que hay apaches chiricauas en la región y que Ringo Kid, un recluso de la zona,
acaba de fugarse y se ofrece una suculenta recompensa por él. A partir de ahí, lo
primero que vemos en la secuencia son dos planos que se alternan: el de una
diligencia que va acercándose por un camino y el de un destacamento de soldados
de La Unión que
cruzan un río. En un momento dado, la diligencia se detiene y el siguiente
plano nos muestra a un hombre de pie en mitad del camino con un Winchester en
la mano derecha y la silla de montar en la izquierda. Inmediatamente, ese
hombre ejecuta una vistosa pirueta con el rifle y, mientras la cámara avanza
hacia su rostro en un impactante travelling
frontal, grita:
Ringo: “¡Alto!”
Naturalmente, ese hombre es John Wayne. O lo que es lo mismo: Ringo Kid. El recluso fugado que
detiene la diligencia porque no tiene montura (lleva la silla en la mano) y
porque su intención es dirigirse hacia Lordsburg donde debe solucionar unos
asuntos. Yo no sé vosotros, pero por muchas vueltas que le dé no encuentro
mejor forma de presentar a un icono del western
que ésta. Con la imponente silueta de Monument
Valley tras de sí, el Winchester en una mano y la silla de montar en la
otra. Luego está el travelling,
claro. Un recurso no demasiado frecuente en la época que —junto a la pirueta de
marras— le otorga a esa inesperada irrupción un extraordinario impacto visual.
Un impacto que algunos han querido deslucir argumentando que ese ligero
desenfoque hacia el rostro de Ringo Kid afea o desvirtúa el resultado final.
Personalmente, no estoy de acuerdo. Es más: si me dijeran que Ford lo hizo a
posta me lo creería a pies juntillas. En cualquier caso, el movimiento de
cámara acaba con el rostro de Ringo Kid perfectamente enfocado. Tanto, que
incluso puede percibirse como un hilillo de sudor desciende por su frente.
La escena continúa con el diálogo que os
reproduzco a continuación y finaliza cuando, tras la llegada del destacamento
de soldados, Ringo le entrega el rifle a Curley, carga su silla en la parte
superior de la diligencia y accede a ella como un pasajero más. Mientras tanto,
seremos testigos de una excelente selección de planos (con Ford no podía ser de otra manera), de la extraordinaria fotografía
de Bert Glennon (“Murieron con las botas puestas”, “Rio Grande”, “El sargento negro”…) y de una conversación entre Ringo y Curley
(George Bancroft) que, como suele ser habitual en el western clásico, contribuye al avance de la trama y resulta clara, concisa y directa. Así pues, lo dejo aquí. Me parece que cualquier cosa que
pudiera añadir resultaría superflua. Disfruten de la escena, amigos.
Buck: “¡Quietas! ¡Si es Ringo!”
Curley: “Sí. ¡Hola, Ringo!”
Ringo: “¡Hola, Curley! ¡Hola, Buck! ¿Qué tal los
tuyos?”
Buck: “Están bien, Ringo. Menos el abuelo que...”
Curley: “¡Cállate!”
Ringo: “No esperaba que viniese de escolta en este
viaje, Comisario. ¿Va usted a Lordsburg?”
Curley: “A estas horas ya te hacía allí”
Ringo: “No, se me murió el caballo. Bien, creo que
tienen ustedes otro pasajero”
Curley: “Sí, te recogeré el Winchester”
Ringo: “Tal vez me necesite a mí y a este rifle,
Curley. Anoche vi arder la cabaña de un rancho”
Curley: “No lo entiendes, Ringo. Vienes
como detenido”
Buck: “¡Curley!”
Teniente: “¿Todo en orden, Comisario?”
Curley: “Todo, Teniente”
Ringo: “Espero no molestar demasiado”
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