El fuera de la ley (The
Outlaw Josey Wales)
Estados Unidos, 1976
Director: Clint
Eastwood
Guión: Philip
Kaufman y Sonia Chermus. Basado en una obra de Forrest Carter
Fotografía: Bruce
Surtees
Música: Jerry
Fielding
Intérpretes:
Clint Eastwood
(Josey Wales)
Chief Dan George
(Lone Watie)
Sondra Locke (Laura Lee)
John Vernon (Fletcher)
Sam Bottoms (Jamie)
Bill McKinney (Terrill)
Will Sampson (Ten Bears)
Paula Trueman (Grandma Sarah)
Geraldine Keams (Little Moonlight)
Woodrow Parfrey (Carpetbagger)
SINOPSIS: Josey Wales es un exsoldado confederado que ve como miembros de Las
Botas Rojas (a las ordenes de La Unión )
matan a su familia e incendian su granja. A partir de ese momento, se
convertirá en un forajido con una sola obsesión: cobrar venganza. Aún así, el
paso del tiempo le hace ver que su sed de venganza no le llevará a ninguna
parte y decide iniciar una nueva vida más pacífica.
Nunca se me ocurriría discutirle a nadie que “El fuera de la ley” es —efectivamente—
una de esas pelis concebidas desde un primer momento como vehículo de
lucimiento de Clint Eastwood. Lo sé,
lo reconozco y, obviamente, no voy a negarlo de ningún modo. Aún así, los que
aprendimos a amar este género de la mano del viejo Clint, le tenemos a esta
peli un cariño especial. Muy especial. Y es que pese a que Eastwood ya se convirtió
en un icono del western gracias a sus
intervenciones en la trilogía del dólar
de Leone, yo diría que fueron en
realidad pelis posteriores como “Cometieron
dos errores” (1968), “Infierno de
cobardes” (1972) o ésta misma las que acabaron por confirmarlo definitivamente
como ese inconmensurable mito cinematográfico del viejo oeste que es hoy en
día.
Naturalmente, Josey Wales continúa siendo ese pistolero
duro, cínico y nihilista que nos dibujó Leone a mediados de los 60. Pero Josey
Wales habla más que el pistolero del poncho. Habla más, dispara más e incluso
tiene un pasado. Un pasado que conocemos desde el principio de la peli y que
nos permite empatizar un poquito más con él. Pero no sólo eso. El Josey Wales
de Clint Eastwood calza mejor sombrero, dispara a dos manos y escupe tabaco
como nadie. Detalles que, por sí solos, convierten a nuestro protagonista en un
personaje de primera división y que, personalmente, me bastan y me sobran para
considerar este western como un
auténtico peliculón.
Pero si hay algo que me fascina de “El fuera de la ley”
(al margen de su fluidez narrativa, de esos personajes secundarios tan bien
construidos o de ese tono entre pesimista y crepuscular) es el emotivo tributo
que el Clint Eastwood director le
dedica a las Naciones Indias. Precisamente
por eso he decidido desmenuzar, finalmente, la extraordinaria conversación que Josey Wales (Clint Eastwood) sostiene con Diez
Osos (Will Sampson). Porque a
pesar de tratarse de una escena que técnica o visualmente no tiene nada de
extraordinario (aunque está muy bien rodada, por supuesto) estamos, a mi
juicio, ante uno de los mejores diálogos entre blancos e indios que ha dado la
historia del western.
La escena arranca con el encuentro entre Josey Wales y
Diez Osos en el poblado comanche. Y aunque antes he comentado que lo más
valioso de esta secuencia es el diálogo, debo reconocer que la aproximación
entre ambos está —visualmente—
muy bien rodada. Inmediatamente, sin embargo, empieza la conversación. Una
conversación que Eastwood resuelve con los consabidos plano/contraplano (planos que, obviamente, también van cambiando, a
su vez, de ángulo y formato) y que dejan, como es habitual, alguna frase que
otra fuera de plano. Pero vamos a lo importante. A lo que dice ese diálogo y a
lo que intenta expresar Eastwood a través de él. Si os parece, os lo reproduzco
a continuación y posteriormente os lo comento. Dice así:
Josey Wales: “¿Eres tú Diez Osos?”
Diez Osos: “Yo soy Diez Osos”
(Si me permitís el inciso, aquí es cuando nuestro
protagonista emplea una notoria pausa dramática que dilata, además, con uno de
los escupitajos marca de la casa
Josey Wales)
Josey Wales: “Yo soy Josey Wales”
Diez Osos: “Ya lo sé. Tú eres el que cabalga solo y no
quiere la paz con los casacas azules. Puedes marcharte”
Josey Wales: “No me iré. No tengo a dónde ir”
Diez Osos: “Entonces morirás”
Josey Wales: “Vine aquí a morir contigo. O a vivir
contigo. A ti y a mi no nos asusta la muerte. Es más difícil la vida cuando los
seres queridos han sido violados y asesinados. No son los gobiernos quienes
conviven, son las personas. De los gobiernos no se recibe una palabra justa, ni
la lucha es justa. Yo he venido aquí a ofrecerte o a recibir una cosa u otra de
ti. He venido para que sepas que mi palabra de muerte es sincera. Y mi palabra
de vida, también. Aquí vive el lobo, el oso, el antílope y el comanche. Y nosotros
también viviremos aquí. Cazaremos sólo lo necesario para subsistir como hace el
comanche. Y en primavera cuando la hierba se vuelve verde y el comanche se
traslade al norte, podrá descansar aquí y llevarse carne de nuestro ganado y
buey seco para el viaje. El símbolo del comanche lo pondremos en la puerta de
nuestra casa. Esa es mi palabra de vida”
Diez Osos: “¿Y tu palabra de muerte?”
Josey Wales: “Está en mi revólver y en tus rifles.
Aceptaré una cosa u otra”
Diez Osos: “Esas cosas que dices que nos darás… ya las
tenemos”
Josey Wales: “Es cierto. Yo no prometo nada excepcional.
Solo os ofrezco la vida y tú me ofreces la vida. Te aseguro que los hombres
pueden convivir sin matarse los unos a los otros”
Diez Osos: “Es triste que las palabras de los jefes de
gobierno sean falsas. En tus palabras de muerte hay hierro. Todo comanche puede
verlo. Y también hay hierro en tus palabras de vida. Ningún papel firmado puede
impedir que hable el hierro de los hombres. La palabra de Diez Osos lleva el
mismo hierro de la vida y de la muerte. Es bueno que guerreros como nosotros
nos encontremos en la lucha por la vida o la muerte. Será la vida. Que así sea”
Josey Wales: “Espero que sí”
Antes de proceder a interpretar lo que yo he podido
deducir, humildemente, de este diálogo me gustaría recordar que la trayectoria
vital de Josey Wales durante todo el film lo lleva a comprender que su sed de
venganza no le ayudará a vivir mejor ni a recuperar a su familia y que, por lo
tanto, intentar iniciar una nueva vida con cierta paz y armonía es lo mejor que
puede hacer.
Dicho esto, subrayar ante todo que el mensaje que Josey
Wales le traslada a Diez Osos es un mensaje de paz, de concordia, de amistad. Precisamente
por ello lo primero que Wales le explicita al caudillo indio (aunque éste ya lo
sabe de sobra) es que él habla por si mismo y que su filosofía de vida nada
tiene que ver con los gobiernos ni con las leyes de esos gobiernos. Y no solo
se aparta de cualquier vínculo con el gobierno sino que, como buen outlaw, lo critica abiertamente. Así
pues estamos ante un mensaje sincero, cordial, autocrítico, humano y
ecologista. Y cuando digo sincero lo afirmo porque Wales no intenta maquillar
ni edulcorar su discurso. Por eso distingue entre una palabra de vida y una palabra
de muerte. Porque si bien unos y otros pueden entenderse y convivir a la
perfección, Wales es consciente que si no es así ambos bandos deberán recurrir
a la vieja Ley del Talión o como dice
Diez Osos, al hierro: a los fusiles y
a los revólveres. No olvidemos que estamos en 1865 y que el país (un país en
vías de formación) acaba de superar una guerra civil que ha dejado sumida a su
población en la miseria, en el hambre, en la muerte y en la desolación. Y la
gente que ha vivido una tragedia similar (muchas veces con el añadido de esos
asesinatos y violaciones que menciona Wales) son gente curtida. Gente que ya
está de vuelta de todo y que no le tiene miedo a la muerte. Como no le tienen
Wales y Diez Osos. Precisamente por ello tiene incluso más valor que Wales y
Diez Osos lleguen a un buen entendimiento. Un entendimiento que sellan con ese
simbólico apretón de manos (con intercambio de sangre incluido) que adquiere
mucha más trascendencia ética y moral que cualquier papel firmado.
En fin, poco más se me ocurriría añadir que no deje lo
suficientemente claro y meridiano el magnífico diálogo que acabamos de leer y
que yo recomiendo volver a revisar en imágenes. Si acaso, reivindicar a sus
autores (los guionistas Philip Kaufman
y Sonia Chermus, basándose en la
obra de Forrest Carter), la
extraordinaria banda sonora de un grande como Jerry Fielding y, como no, la espléndida fotografía de otro
monstruo como Bruce Surtees.
Magnífico comentario.No puedo estar más de acuerdo en lo que dices.
ResponEliminaHe visto la película recientemente y por eso he llegado hasta aquí, porque me fascinó ese diálogo lleno de sinceridad y de paz.
Muchas gracias. Un magnífico diálogo, como bien dices, repleto de paz y sinceridad. Disculpa por la enorme tardanza en contestar.
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