Siete días de mayo (Seven
Days in May)
Estados Unidos, 1964
Director: John Frankenheimer
Guión: Rod Serling. Basado en una obra
de Fletcher Knebel y Charles Waldo Bailey II.
Fotografía: Ellsworth
Fredricks
Música: Jerry
Goldsmith
Intérpretes:
Burt Lancaster (General James Mattoon Scott)
Kirk Douglas (Coronel Martin Jiggs Casey)
Fredric March (Presidente Jordan Lyman)
Ava Gardner (Eleanor Holbrook)
Martin Balsam (Paul Girard)
Andrew Duggan (Coronel William Mutt Henderson )
Hugh Marlowe (Harold McPherson)
SINOPSIS: En plena Guerra Fría, un presidente de Estados Unidos en horas bajas, Jordan Lyman, acaba de firmar con los
soviéticos un tratado de desarme nuclear. El país, sin embargo, está dividido.
Mientras algunos apoyan al presidente Lyman, la gran mayoría parece decantarse
por el General Scott, partidario de
no fiarse de los rusos y de proseguir con la escalada nuclear. En este
contexto, el Coronel Casey descubre
que Scott planea dar un golpe de estado aprovechando un simulacro militar que
ha de llevarse a cabo en el término de una semana. Durante ese período, el
entorno más cercano del presidente habrá de intentar frenar el golpe a toda
costa.
Pese a no estar entre los grandes de Hollywood, John Frankenheimer es de aquellos
cineastas que —a mi parecer— hubieran merecido algo más de lo que la industria
les dio. Personalmente lo he descubierto hace poco tiempo pero tras visionar
algunas de sus mejores películas (“El
mensajero del miedo”, “El hombre de
Alcatraz”, “El tren”, “Siete días de mayo” y “Plan diabólico”) creo que no me
equivoco en absoluto al afirmar que estamos ante un director muy interesante
que supo desenvolverse muy bien en el ámbito del thriller político y que si bien sería una osadía calificarlo de
genio sí podemos considerarlo, sin lugar a dudas, como un realizador solvente, eficaz
e incluso muchas veces brillante. Sobre todo en la década de los 60, su período
creativo más fructífero y valioso a nivel cualitativo.
Como muestra de ello, pues, mi spoiler de hoy. Una brevísima escena de “Siete días de mayo” que certifica el buen hacer de Frankenheimer
tras la cámara y que constituye, al mismo tiempo, un magnífico ejemplo de sus
mejores virtudes como narrador: manejo de la tensión, buenos encuadres y
mensaje/denuncia. Tres cualidades que compensan con creces —en este caso— una
película con una puesta en escena muy austera, con escasa acción y con mucho
diálogo.
Pero antes de entrar en materia, recapitulemos. La escena
en cuestión viene precedida por otra de vital importancia para entender el
desarrollo de los acontecimientos. En esta escena previa se produce un agrio,
duro e intenso cara a cara entre el Presidente de los Estados Unidos Jordan Lyman (Fredric March) y el Jefe del Estado Mayor General James Mattoon Scott (Burt Lancaster) en el despacho oval de la
Casa Blanca al exigirle el
primero al segundo su dimisión irrevocable tras haberse constatado que el
General planeaba dar un golpe de estado en las próximas horas aprovechando un
simulacro militar. Una escena que también hubiera servido como magnífico spoiler (constituye, sin lugar a dudas,
uno de los grandes clímax del film) y
que nos deja al rígido, mediático y populista General Scott total y
absolutamente furibundo al ver su inminente golpe de estado prácticamente
desactivado.
En este contexto es cuando el General Scott (Burt
Lancaster) y el Coronel Casey (Kirk Douglas) se encuentran en un hall del Pentágono. Al principio de la
escena observamos como Scott se acerca al hall desde el fondo de un pasillo y
la cámara fija recoge la acción encuadrándola entre las astas de unas banderas.
Concretamente, entre la del Cuerpo de Marines
y la de los Estados Unidos. Cuando Scott accede al hall, el Coronel Casey aparece andando a la derecha de la imagen
hasta que ambos se detienen, uno frente al otro, en el centro de la sala y se
inicia una breve conversación. Antes de eso, sin embargo, Casey le entrega una
carta a Scott.
Casey: “Una declaración firmada por el Almirante
Barnswell”
Scott: “Coronel, es usted un mercachifle que vende
información ¿Ha leído lo suficiente la Biblia para saber quién fue Judas?”
Casey: “Le sugiero que lea el escrito, señor. Lo
envía el presidente”
Scott: “Le he hecho una pregunta”
Casey: “¿Es preciso que conteste, señor?”
Scott: “Se lo ordeno”
Casey: “Sí, sé quién fue Judas. Un hombre para el
que trabajé y a quién admiré hasta que supe que deshonró su uniforme”
Y aunque
este breve diálogo entre Casey y Scott es lo suficientemente claro, concreto y
conciso para que cada uno extraiga sus propias conclusiones, permitidme —sin embargo— que haga hincapié en
algunos aspectos básicos del cine de Frankenheimer que podemos vislumbrar en
esta pequeña pero gran escena. El primero de ellos sería el visual. El encuadre
de Casey y Scott entre las banderas, por ejemplo, me parece sencillamente
genial. No sólo por el movimiento de ambos hasta llegar a ese punto concreto ni
por la imagen marcial que indudablemente destila este plano sino, sobre todo,
por la lectura simbólica que de este original encuadre podemos extraer. Y aquí
llegamos al segundo aspecto. Al mensaje. No creo que sea accesorio y gratuito que
Casey y Scott queden enmarcados entre las banderas del Cuerpo de Marines (izquierda) y la de los Estados Unidos (derecha). Ni tampoco que Scott esté flanqueado por
la de los Marines y Casey por la de
las barras y estrellas. Yo creo que
queda bastante claro que ambas banderas simbolizan el debate interno de Casey
y, por ende, el que plantea la película: la lealtad hacia la defensa del país versus la lealtad hacia la defensa de la
democracia; uno de los pilares, por cierto, de los Estados Unidos de América.
Y aunque Casey, como militar, se siente lógicamente más
próximo al posicionamiento ideológico de Scott respecto a la Unión Soviética , lo que resulta
obvio también es que el Coronel no está dispuesto a hacer la vista gorda
respecto a los planes de golpe de estado del General. Fundamentalmente porque
por muy patriota y anticomunista que pueda ser un militar estadounidense, antes
de todo debe ser demócrata y leal a su presidente. Y ése es el posicionamiento
que, desde un buen principio, decide adoptar Casey. A pesar de su admiración y
lealtad hacia el General Scott, máxima autoridad militar por debajo del
Presidente Lyman.
Otro aspecto que me gustaría resaltar es el de la tensión.
Un ingrediente que Frankenheimer domina a la perfección y que en este caso
acentúa gracias a los pequeños silencios, a las miradas, a los primeros planos
y a esa fotografía en blanco y negro tan contrastada de Ellsworth Fredericks (“La
gran prueba”, “La invasión de los
ladrones de cuerpos”).
Naturalmente, no podemos obviar tampoco la gran labor
interpretativa de dos colosos de la pantalla como Burt Lancaster y Kirk
Douglas. Su cara a cara en esta
escena es, realmente, de alto voltaje. Y aunque por rango Lancaster parece por
momentos merendarse a su subalterno, el zaska
(como diríamos actualmente) que le acaba soltando Douglas y que encabeza este spoiler me parece, francamente, brutal.
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