dimecres, 10 de gener del 2018

“SÍ, SÉ QUIÉN FUE JUDAS. UN HOMBRE PARA EL QUE TRABAJÉ Y A QUIÉN ADMIRÉ HASTA QUE SUPE QUE DESHONRÓ SU UNIFORME” (Siete días de mayo, 1964. John Frankenheimer)


Siete días de mayo (Seven Days in May)

Estados Unidos, 1964

Director: John Frankenheimer

Guión: Rod Serling. Basado en una obra de Fletcher Knebel y Charles Waldo Bailey II.

Fotografía: Ellsworth Fredricks

Música: Jerry Goldsmith

Intérpretes:

Burt Lancaster (General James Mattoon Scott)
Kirk Douglas (Coronel Martin Jiggs Casey)
Fredric March (Presidente Jordan Lyman)
Ava Gardner (Eleanor Holbrook)
Edmond O’Brien (Senador Raymond Clark)
Martin Balsam (Paul Girard)
Andrew Duggan (Coronel William Mutt Henderson)
Hugh Marlowe (Harold McPherson)

SINOPSIS: En plena Guerra Fría, un presidente de Estados Unidos en horas bajas, Jordan Lyman, acaba de firmar con los soviéticos un tratado de desarme nuclear. El país, sin embargo, está dividido. Mientras algunos apoyan al presidente Lyman, la gran mayoría parece decantarse por el General Scott, partidario de no fiarse de los rusos y de proseguir con la escalada nuclear. En este contexto, el Coronel Casey descubre que Scott planea dar un golpe de estado aprovechando un simulacro militar que ha de llevarse a cabo en el término de una semana. Durante ese período, el entorno más cercano del presidente habrá de intentar frenar el golpe a toda costa.



Pese a no estar entre los grandes de Hollywood, John Frankenheimer es de aquellos cineastas que —a mi parecer— hubieran merecido algo más de lo que la industria les dio. Personalmente lo he descubierto hace poco tiempo pero tras visionar algunas de sus mejores películas (“El mensajero del miedo”, “El hombre de Alcatraz”, “El tren”, “Siete días de mayo” y “Plan diabólico”) creo que no me equivoco en absoluto al afirmar que estamos ante un director muy interesante que supo desenvolverse muy bien en el ámbito del thriller político y que si bien sería una osadía calificarlo de genio sí podemos considerarlo, sin lugar a dudas, como un realizador solvente, eficaz e incluso muchas veces brillante. Sobre todo en la década de los 60, su período creativo más fructífero y valioso a nivel cualitativo.

Como muestra de ello, pues, mi spoiler de hoy. Una brevísima escena de “Siete días de mayo” que certifica el buen hacer de Frankenheimer tras la cámara y que constituye, al mismo tiempo, un magnífico ejemplo de sus mejores virtudes como narrador: manejo de la tensión, buenos encuadres y mensaje/denuncia. Tres cualidades que compensan con creces —en este caso— una película con una puesta en escena muy austera, con escasa acción y con mucho diálogo.

Pero antes de entrar en materia, recapitulemos. La escena en cuestión viene precedida por otra de vital importancia para entender el desarrollo de los acontecimientos. En esta escena previa se produce un agrio, duro e intenso cara a cara entre el Presidente de los Estados Unidos Jordan Lyman (Fredric March) y el Jefe del Estado Mayor General James Mattoon Scott (Burt Lancaster) en el despacho oval de la Casa Blanca al exigirle el primero al segundo su dimisión irrevocable tras haberse constatado que el General planeaba dar un golpe de estado en las próximas horas aprovechando un simulacro militar. Una escena que también hubiera servido como magnífico spoiler (constituye, sin lugar a dudas, uno de los grandes clímax del film) y que nos deja al rígido, mediático y populista General Scott total y absolutamente furibundo al ver su inminente golpe de estado prácticamente desactivado.




En este contexto es cuando el General Scott (Burt Lancaster) y el Coronel Casey (Kirk Douglas) se encuentran en un hall del Pentágono. Al principio de la escena observamos como Scott se acerca al hall desde el fondo de un pasillo y la cámara fija recoge la acción encuadrándola entre las astas de unas banderas. Concretamente, entre la del Cuerpo de Marines y la de los Estados Unidos. Cuando Scott accede al hall, el Coronel Casey aparece andando a la derecha de la imagen hasta que ambos se detienen, uno frente al otro, en el centro de la sala y se inicia una breve conversación. Antes de eso, sin embargo, Casey le entrega una carta a Scott.



Casey: “Una declaración firmada por el Almirante Barnswell”

Scott: “Coronel, es usted un mercachifle que vende información ¿Ha leído lo suficiente la Biblia para saber quién fue Judas?”

Casey: “Le sugiero que lea el escrito, señor. Lo envía el presidente”

Scott: “Le he hecho una pregunta”

Casey: “¿Es preciso que conteste, señor?”

Scott: “Se lo ordeno”

Casey: “Sí, sé quién fue Judas. Un hombre para el que trabajé y a quién admiré hasta que supe que deshonró su uniforme”



Y aunque este breve diálogo entre Casey y Scott es lo suficientemente claro, concreto y conciso para que cada uno extraiga sus propias conclusiones, permitidme —sin embargo— que haga hincapié en algunos aspectos básicos del cine de Frankenheimer que podemos vislumbrar en esta pequeña pero gran escena. El primero de ellos sería el visual. El encuadre de Casey y Scott entre las banderas, por ejemplo, me parece sencillamente genial. No sólo por el movimiento de ambos hasta llegar a ese punto concreto ni por la imagen marcial que indudablemente destila este plano sino, sobre todo, por la lectura simbólica que de este original encuadre podemos extraer. Y aquí llegamos al segundo aspecto. Al mensaje. No creo que sea accesorio y gratuito que Casey y Scott queden enmarcados entre las banderas del Cuerpo de Marines (izquierda) y la de los Estados Unidos (derecha). Ni tampoco que Scott esté flanqueado por la de los Marines y Casey por la de las barras y estrellas. Yo creo que queda bastante claro que ambas banderas simbolizan el debate interno de Casey y, por ende, el que plantea la película: la lealtad hacia la defensa del país versus la lealtad hacia la defensa de la democracia; uno de los pilares, por cierto, de los Estados Unidos de América.



Y aunque Casey, como militar, se siente lógicamente más próximo al posicionamiento ideológico de Scott respecto a la Unión Soviética, lo que resulta obvio también es que el Coronel no está dispuesto a hacer la vista gorda respecto a los planes de golpe de estado del General. Fundamentalmente porque por muy patriota y anticomunista que pueda ser un militar estadounidense, antes de todo debe ser demócrata y leal a su presidente. Y ése es el posicionamiento que, desde un buen principio, decide adoptar Casey. A pesar de su admiración y lealtad hacia el General Scott, máxima autoridad militar por debajo del Presidente Lyman.




Otro aspecto que me gustaría resaltar es el de la tensión. Un ingrediente que Frankenheimer domina a la perfección y que en este caso acentúa gracias a los pequeños silencios, a las miradas, a los primeros planos y a esa fotografía en blanco y negro tan contrastada de Ellsworth Fredericks (“La gran prueba”, “La invasión de los ladrones de cuerpos”).



Naturalmente, no podemos obviar tampoco la gran labor interpretativa de dos colosos de la pantalla como Burt Lancaster y Kirk Douglas. Su cara a cara en esta escena es, realmente, de alto voltaje. Y aunque por rango Lancaster parece por momentos merendarse a su subalterno, el zaska (como diríamos actualmente) que le acaba soltando Douglas y que encabeza este spoiler me parece, francamente, brutal.  

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