dimecres, 17 de gener del 2018

“EL HORROR… EL HORROR” (Apocalypse Now, 1979. Francis Ford Coppola)


Apocalypse Now (Apocalypse Now)

Estados Unidos, 1979

Director: Francis Ford Coppola

Guión: John Milius y Francis Ford Coppola. Basado en una obra de Joseph Conrad.

Fotografía: Vittorio Storaro

Música: Carmine Coppola y Francis Ford Coppola

Intérpretes:

Marlon Brando (Coronel Walter E. Kurtz)
Martin Sheen (Capitán Benjamin L. Willard)
Robert Duvall (Teniente Coronel Bill Kilgore)
Frederic Forrest (Jack Chef Hicks)
Sam Bottoms (Lance B. Johnson)
Larry Fishburne (Tyrone Clean Miller)
Albert Hall (Chief Phillips)
Harrison Ford (Coronel Lucas)
Dennis Hopper (Fotógrafo)
Scott Glenn (Teniente Richard M. Colby)

SINOPSIS: Los servicios secretos del ejército de los Estados Unidos le encomiendan al Capitán Willard la misión de localizar y ejecutar al Coronel Kurtz. Para ello tendrá que remontar el río Nang con una patrullera y cuatro hombres más allá de la frontera de Camboya hasta llegar a un recóndito templo en la jungla donde se refugia el oficial norteamericano con un pequeño ejército indígena al que dirige mediante métodos brutales y poco ortodoxos. Durante el viaje, Willard descubre en el expediente del Coronel Kurtz a un hombre muy diferente al que se había imaginado.

   

Por norma general, mis películas favoritas son aquellas que —virtudes cinematográficas al margen— han logrado emocionarme profundamente. “Apocalypse Now”, sin embargo, es una película que jamás ha conseguido conmoverme. Ni los personajes interpretados por Martin Sheen y Marlon Brando me provocan la más mínima empatía ni la propia trama llega, en ningún momento, a tocarme la fibra sensible. Aún así, “Apocalypse Now” es una de mis pelis favoritas. Y lo es porque la obra maestra de Francis Ford Coppola es una peli que me fascina, que me hipnotiza, que me deja en estado de trance. Una peli que provoca en mi cerebro una especie de tsunami filosófico-existencial, que me sumerge en múltiples cavilaciones intelectuales y que —para qué engañarnos— me deja tan destrozado o más que el mismísimo Coronel Kurtz.

De todos modos, no os asustéis. Ni os voy a reproducir ningún denso monólogo del Coronel Kurtz ni os voy a disertar sobre el existencialismo de Kierkegaard, Nietzsche, Heidegger o Camus. Entre otras cosas porque no tengo el bagaje ni las ganas necesarias para hacerlo. Por eso mismo he decidido escoger, en esta ocasión, una escena poco discursiva y sí muy visual: la de la muerte de Kurtz. Así pues, que nadie se lleve a engaño con el título del spoiler. Sí, dice “El horror… El horror”, pero aquí no hay ningún discurso a diseccionar o interpretar. Básicamente porque “El horror… El horror” son, también, las últimas palabras de Kurtz antes de morir. Veamos, pues, cómo y por qué se produce esta muerte.

Recordemos, por de pronto, que el Capitán Willard (Martin Sheen) recibe la orden de ascender por el río Nang hasta el lugar donde se refugia el Coronel Kurtz (Marlon Brando) para matarle. Y que, a pesar de poder impedirlo, Kurtz “permite” a Willard que finalmente cumpla su misión ¿Por qué? Pues porque Kurtz es un hombre moralmente destrozado. Un hombre que ha jugado a ser Dios en un recóndito rincón de la jungla camboyana y que ya no le queda ningún motivo para seguir viviendo. Así pues, más que a una ejecución o asesinato a lo que asistiremos será a una especie de sacrificio voluntario o inmolación, motivo por el cual las imágenes de la muerte de Kurtz se alternan con las del brutal despiece en vivo de un caribú.



La escena en sí, sin embargo, empieza un poquito antes. Concretamente cuando empezamos a oír a The Doors cantando aquello de “C’mon baby, take a chance with us” de su celebérrima “The End”. Es entonces cuando el Capitán Willard, que soporta estoicamente el chaparrón a la entrada del templo, se levanta con lentitud y sigilo mientras la melodía de Jim Morrison se entremezcla con el sonido de los truenos, los rayos y la lluvia.



Realmente, la imagen de Willard con el rostro pintado, el torso desnudo y un machete en la mano, de noche y bajo la lluvia, resulta potente. Impactante. Sobre todo con esos fogonazos sonoros y lumínicos de los truenos y los rayos. No es de extrañar, pues, que la película obtuviera los Oscars de fotografía y efectos sonoros de 1980. En parte porque Vittorio Storaro (“Rojos”, “El último emperador”) es de los mejores directores de fotografía que conozco. Y en parte, también, porque Coppola es un cineasta extremadamente perfeccionista y exigente. Algo que, sin lugar a dudas, suele constatarse en el resultado final de una película.



Pero volvamos a la escena. Habíamos dejado a Willard aguantando el chaparrón a la entrada del templo. Para acceder a él, sin embargo, todavía habrá de salvar un último obstáculo: los guardias que protegen el sancta sanctorum de Kurtz. Y Willard lo hace siguiendo, en cierta forma, las directrices del propio Kurtz: eliminando sin piedad a su enemigo. En esta ocasión, degollándolos sin que estos puedan emitir ni un solo sonido. Lo que no me queda claro es qué representa esa niña que presencia la entrada de Willard en el templo y el asesinato de los guardias. Y como no me queda claro, me voy a abstener de lanzar interpretaciones especulativas poco o nada fundadas. Una vez en el interior del templo, Willard encuentra al Coronel sentado con un micrófono en las manos grabando un mensaje. Dice así:



“Entrenamos a jóvenes a disparar a jóvenes... pero sus comandantes no les permiten escribir “puta” en sus aviones... porque es obsceno”



Volvemos a estar ante uno de los planos míticos de esta peli. Un plano que nos muestra el perfil recortado de Kurtz en semipenumbra mediante un fuerte contraluz que se va a ir alternando con varios planos de Willard atacándole con el machete y con planos de los camboyanos, en el exterior del templo, sacrificando al caribú. Unos planos que resultan absolutamente escalofriantes (hay que tener estómago para no apartar la mirada) y que configuran —obviamente— el clímax de la película.





La escena finaliza con un plano ligeramente contrapicado (y espléndidamente iluminado, por cierto) de Willard observando al Coronel tendido en el suelo que da paso —inmediatamente— a un primer plano del perfil del rostro de Kurtz agonizando mientras musita, como no, el título de este spoiler: “El horror… El horror”. Un último plano nos muestra a Willard llevándose las manos a la cabeza.





Añadir, tan sólo, que las interpretaciones de Brando y Sheen me parecen soberbias, que una de las grandes virtudes del film de Coppola fue cambiarle el desenlace a “El corazón de las tinieblas” (en la novela de Joseph Conrad, el personaje que hace las veces de Willard, Marlow, no mata a Kurtz) y que, al margen de todo ello, “Apocalypse Now” es, sin lugar a dudas, uno de los mejores descensos al infierno y una de las mejores radiografías de la locura llevadas a la gran pantalla.



4 comentaris:

  1. Solo comentar que no es un caribú sino un búfalo de agua.

    Saludos.

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  2. Para mí,en mi modesta ooinión,la niña es el espectador, Copoola lo separa de Willard justo cuando va a completar su misión, dejándonos de nuevo como espectador y no siendo Willard, como diciéndonos que somos inexpertos para tamaña misión y la inocencia del niño es el rol que va a enfatizar lo que va a suceder.
    Buen comentario.

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    Respostes
    1. Gracias a ti por la hipótesis. Y disculpa por la enorme tardanza en contestar.

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