dimarts, 11 d’abril del 2017

“BUSCO UNA ESTRELLA DE HOJALATA A LA QUE VA PRENDIDO… UN BORRACHO” (El Dorado, 1967. Howard Hawks)


El Dorado (El Dorado)

Estados Unidos, 1967

Director: Howard Hawks

Guión: Leigh Brackett. Basado en una obra de Harry Brown

Fotografía: Harold Rosson

Música: Nelson Riddle

Intérpretes:

John Wayne (Cole Thornton)
Robert Mitchum (Sheriff J.P. Harrah)
James Caan (Mississippi)
Charlene Holt (Maudie)
Paul Fix (Doctor Miller)
Arthur Hunnicutt (Bull)
Michele Carey (Joey McDonald)
R.G. Armstrong (Kevin McDonald)
Edward Asner (Burt Jason)
Christopher George (Nelse McLeod)

SINOPSIS: El Dorado, 1870-1880. Cole Thornton es un veterano pistolero contratado por el ganadero Burt Jason para que le ayude en su lucha contra la familia McDonald. Alertado de las verdaderas intenciones de Jason (arrebatarles las tierras a los McDonald) por el alcohólico y depresivo Sheriff local (Jean Paul Harrah), Thornton decidirá romper su compromiso con Jason y unirse a Harrah. Ambos contarán, asimismo, con la colaboración de Bull y Mississippi —un viejo vengativo y un joven idealista muy diestro con el cuchillo— para enfrentarse a los hombres de Jason y a su nuevo pistolero profesional en nómina: Nelse McLeod.



La de hoy es una escena cortita. De un minuto y medio, más o menos. Cortita, pero muy buena. Y significativa también. Aún así, os he de confesar algo. Y es que pese a la contundencia de la frase que da nombre a este spoiler (“Busco una estrella de hojalata a la que va prendido… un borracho”… casi nada), la verdad es que no sabría deciros si estamos ante una escena dramática… o más bien cómica. Bueno, posiblemente lo que ocurre es que estamos ante una escena que es cómica y dramática a la vez. Como lo es, en términos generales, “El Dorado”. La hermana bastarda de “Río Bravo” (1959). Y que conste que lo de hermana bastarda lo digo sin ánimo peyorativo sino más bien irónico. Fundamentalmente porque aunque “El Dorado” y “Río Bravo” comparten director, protagonista y algunos aspectos básicos del entramado argumental, yo soy de los que jamás considerarían “El Dorado” como una repetición, segunda parte o refrito de su predecesora. Vamos, que me gustan las dos por igual. Y aunque “Río Bravo” siempre será la hermana mayor de “El Dorado”, de lo que no me cabe ninguna duda es que la condición de la más bella de las dos siempre será, en mi caso, un puro y azaroso formulismo.



Dicho esto, vayamos a la escena en cuestión. Una secuencia que empieza con Cole Thornton (John Wayne) entrando al calabozo de la oficina del sheriff donde Jean Paul Harrah (Robert Mitchum) se encuentra durmiendo la borrachera. Una vez dentro, Thornton rasga una cerilla, enciende un quinqué y se aproxima al camastro donde Harrah está durmiendo como un lirón. Tres gestos que no tendrían nada de especial si los ejecutara cualquier persona. Pero no si lo hace un auténtico hombre del oeste como Cole Thornton. O como John Wayne, vaya. Y si no, revisad la escena y fijaos en cómo rasga la cerilla. En cómo la tira al suelo. Y en cómo da dos o tres pasos hacia el camastro con ese estilo, con esos inconfundibles movimientos que tan bien le caracterizan. Colocando el brazo derecho en jarra sobre la canana, retrasando ligeramente la pierna izquierda y mirando a su viejo amigo como sólo Wayne sabe hacerlo. Con chulería, autoridad y autosuficiencia. Acto seguido, intenta desvelar a su amigo.



Thornton: “¡Eeh!”

No obteniendo respuesta y sin pensárselo mucho, Thornton se dirige al otro lado del camastro, coge un cubo de agua y se lo lanza a Harrah, quién obviamente despierta de inmediato.



Harrah: “¡Maldito!”



Como un autómata, sin embargo, Harrah rastrea el suelo con su mano derecha buscando ávidamente la botella de whisky que dejó allí antes de caer inconsciente. O al menos, lo que quedó de ella. Thornton, sin embargo, se lo impide de un puntapié. Un puntapié que me recordó mucho, por cierto, al célebre patadón propinado por el Sheriff John T. Chance (también interpretado por John Wayne) a la escupidera donde Dude (Dean Martin interpretando, también, a un alcohólico) buscaba una moneda que le permitiera echar un trago en la secuencia inicial de “Río Bravo”. Medio adormilado y algo confuso aún, Harrah se encara a su molesto intruso.   

Harrah: “¿Quién es y qué hace aquí?”



Thornton: “Busco una estrella de hojalata a la que va prendido… un borracho”

Harrah: “¡Cole Thonston! Jajajajaja ¿Quién lo iba a decir? ¡El viejo Cole! ¡Ayúdame a levantarme, anda! ¡Tira y ponme de pie!”

Dicho esto y aprovechando que Thornton lo sujeta con ambas manos para ayudarle a levantarse, Harrah le suelta a Cole un buen puñetazo. Un puñetazo que lo estampa contra la pared y cuyo efecto sorpresa le proporciona a Harrah unos valiosísimos segundos de ventaja para armar su brazo y propinarle otro guantazo más que lo derribe y lo deje definitivamente KO. Sin embargo, Thornton es duro de pelar. Y sin que a Harrah le de tiempo a propinarle ese segundo golpe, el veterano pistolero le mete a su borrachuzo amigo un sonoro cacerolazo en la cabeza que lo deja absolutamente groggy. Atención a la expresión de Harrah al recibir el golpe: impagable.



No contento con eso, Thornton se dispone a devolverle a Harrah el puñetazo. Aún así, cuando ya lo tiene sujeto de la pechera y se prepara para asestárselo, una voz se lo impide:



Bull: “¡Cole! ¡No lo sentirá!”

Son Bull (Arthur Hunnicutt) y Mississippi (James Caan), que irrumpen en escena para impedir que la cosa vaya a mayores.



Thornton: “Bueno, le debo un puñetazo…”

Y poco más. La escena acaba aquí. Con Thornton soltando a Harrah de la pechera mientras éste, nuevamente, cae a peso muerto sobre la cama. Punto final, pues, para una secuencia que sintetiza el espíritu fundamental de este western (una historia que pivota entre el drama y la comedia y que trata temas tan diversos como la amistad, la paulatina desmitificación del viejo oeste y la lucha por la dignidad perdida) y que constata, a su vez, ese inconfundible estilo silencioso de su autor, Howard Hawks. Un estilo que solo le sirvió al bueno de Hawks para que sus propios paisanos lo consideraran como un buen artesano hasta que, por fortuna, llegaron los franceses del Cahiers du Cinèma, lo descubrieron y lo encumbraron —definitivamente— como uno de los mejores directores de todos los tiempos. 

Antes de finalizar este spoiler —sin embargo— me gustaría añadir, como anexo, la interpretación de la escena que me acaba de enviar un buen amigo: Josep Escanilla. La verdad es que fue él quién me empujó a describir esta secuencia y precisamente por eso he preferido que fuera él quién concretara lo que, a su parecer, pretendía transmitirnos Howard Hawks. Un parecer que coincide total y absolutamente con el mío y que os adjunto a continuación:

[Una de mis secuencias preferidas es cuando Thornton le lanza un cubo de agua a Jean Paul Harrah para que se despierte. Esta breve secuencia en la que se produce un intercambio de golpes entre los dos trasciende la simple comicidad; el director, de forma sutil, nos revela lo que más tarde será evidente: el sheriff necesita desesperadamente la ayuda de su amigo pero, aún así, su orgullo le impide pedírsela. Por otro lado, Thornton lo sabe pero nunca se la ofrecerá abiertamente para no herir su dignidad. Una situación delicada y difícil que Hawks resuelve de forma impecable]


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