El Dorado (El Dorado)
Estados Unidos, 1967
Director: Howard
Hawks
Guión: Leigh
Brackett. Basado en una obra de Harry Brown
Fotografía: Harold
Rosson
Música: Nelson
Riddle
Intérpretes:
John Wayne (Cole Thornton)
Robert Mitchum (Sheriff J.P. Harrah)
James Caan (Mississippi )
Charlene Holt (Maudie)
Paul Fix (Doctor Miller)
Arthur Hunnicutt (Bull)
Michele Carey (Joey McDonald)
R.G. Armstrong (Kevin McDonald)
Edward Asner (Burt Jason)
Christopher George (Nelse McLeod)
SINOPSIS: El Dorado, 1870-1880. Cole Thornton
es un veterano pistolero contratado por el ganadero Burt Jason para que le ayude en su lucha contra la familia McDonald. Alertado de las verdaderas
intenciones de Jason (arrebatarles las tierras a los McDonald) por el alcohólico
y depresivo Sheriff local (Jean Paul
Harrah), Thornton decidirá romper su compromiso con Jason y unirse a
Harrah. Ambos contarán, asimismo, con la colaboración de Bull y Mississippi —un
viejo vengativo y un joven idealista muy diestro con el cuchillo— para
enfrentarse a los hombres de Jason y a su nuevo pistolero profesional en nómina:
Nelse McLeod.
La de hoy es una escena cortita. De un minuto y medio, más
o menos. Cortita, pero muy buena. Y significativa también. Aún así, os he de
confesar algo. Y es que pese a la contundencia de la frase que da nombre a este
spoiler (“Busco una estrella de hojalata a la que va prendido… un borracho”…
casi nada), la verdad es que no sabría deciros si estamos ante una escena dramática…
o más bien cómica. Bueno, posiblemente lo que ocurre es que estamos ante una
escena que es cómica y dramática a la vez. Como lo es, en términos generales, “El Dorado”. La hermana bastarda de “Río
Bravo” (1959). Y que conste que lo de hermana
bastarda lo digo sin ánimo peyorativo sino más bien irónico. Fundamentalmente
porque aunque “El Dorado” y “Río Bravo” comparten director, protagonista y algunos
aspectos básicos del entramado argumental, yo soy de los que jamás
considerarían “El Dorado” como una repetición, segunda parte o refrito de su predecesora. Vamos, que me
gustan las dos por igual. Y aunque “Río Bravo” siempre será la hermana mayor de “El Dorado”, de lo que
no me cabe ninguna duda es que la condición de la más bella de las dos siempre será, en mi caso, un puro y azaroso
formulismo.
Dicho esto, vayamos a la escena en cuestión. Una secuencia
que empieza con Cole Thornton (John Wayne) entrando al calabozo de la
oficina del sheriff donde Jean Paul Harrah (Robert Mitchum) se encuentra durmiendo la borrachera. Una vez
dentro, Thornton rasga una cerilla, enciende un quinqué y se aproxima al
camastro donde Harrah está durmiendo como un lirón. Tres gestos que no tendrían
nada de especial si los ejecutara cualquier persona. Pero no si lo hace un
auténtico hombre del oeste como Cole
Thornton. O como John Wayne, vaya. Y
si no, revisad la escena y fijaos en cómo rasga la cerilla. En cómo la tira al
suelo. Y en cómo da dos o tres pasos hacia el camastro con ese estilo, con esos
inconfundibles movimientos que tan bien le caracterizan. Colocando el brazo derecho
en jarra sobre la canana, retrasando ligeramente la pierna izquierda y mirando
a su viejo amigo como sólo Wayne sabe hacerlo. Con chulería, autoridad y
autosuficiencia. Acto seguido, intenta desvelar a su amigo.
Thornton: “¡Eeh!”
No obteniendo respuesta y sin pensárselo mucho, Thornton
se dirige al otro lado del camastro, coge un cubo de agua y se lo lanza a
Harrah, quién obviamente despierta de inmediato.
Harrah: “¡Maldito!”
Como un autómata, sin embargo, Harrah rastrea el suelo con
su mano derecha buscando ávidamente la botella de whisky que dejó allí antes de
caer inconsciente. O al menos, lo que quedó de ella. Thornton, sin embargo, se
lo impide de un puntapié. Un puntapié que me recordó mucho, por cierto, al célebre
patadón propinado por el Sheriff John T. Chance (también interpretado por John Wayne) a la escupidera donde Dude (Dean Martin
interpretando, también, a un alcohólico) buscaba una moneda que le permitiera
echar un trago en la secuencia inicial de “Río
Bravo”. Medio adormilado y algo confuso aún, Harrah se encara a su molesto
intruso.
Harrah: “¿Quién es y qué hace aquí?”
Thornton: “Busco una estrella de hojalata a la que va
prendido… un borracho”
Harrah: “¡Cole Thonston! Jajajajaja ¿Quién lo iba a
decir? ¡El viejo Cole! ¡Ayúdame a levantarme, anda! ¡Tira y ponme de pie!”
Dicho esto y aprovechando que Thornton lo sujeta con ambas
manos para ayudarle a levantarse, Harrah le suelta a Cole un buen puñetazo. Un
puñetazo que lo estampa contra la pared y cuyo efecto sorpresa le proporciona a
Harrah unos valiosísimos segundos de ventaja para armar su brazo y propinarle
otro guantazo más que lo derribe y lo deje definitivamente KO. Sin embargo,
Thornton es duro de pelar. Y sin que a Harrah le de tiempo a propinarle ese
segundo golpe, el veterano pistolero le mete a su borrachuzo amigo un sonoro cacerolazo en la cabeza que lo deja
absolutamente groggy. Atención a la
expresión de Harrah al recibir el golpe: impagable.
No contento con eso, Thornton se dispone a devolverle a
Harrah el puñetazo. Aún así, cuando ya lo tiene sujeto de la pechera y se
prepara para asestárselo, una voz se lo impide:
Bull: “¡Cole! ¡No lo sentirá!”
Son Bull (Arthur Hunnicutt) y Mississippi (James Caan), que irrumpen en escena para impedir que la cosa vaya a
mayores.
Thornton: “Bueno, le debo un puñetazo…”
Y poco más. La escena acaba aquí. Con Thornton soltando a
Harrah de la pechera mientras éste, nuevamente, cae a peso muerto sobre la
cama. Punto final, pues, para una secuencia que sintetiza el espíritu
fundamental de este western (una
historia que pivota entre el drama y la comedia y que trata temas tan diversos
como la amistad, la paulatina desmitificación
del viejo oeste y la lucha por la dignidad perdida) y que constata, a su vez, ese
inconfundible estilo silencioso de su
autor, Howard Hawks. Un estilo que solo
le sirvió al bueno de Hawks para que sus propios paisanos lo consideraran como
un buen artesano hasta que, por
fortuna, llegaron los franceses del Cahiers du Cinèma, lo descubrieron y lo encumbraron —definitivamente—
como uno de los mejores directores de todos los tiempos.
Antes de finalizar este spoiler —sin embargo— me gustaría añadir, como anexo, la interpretación de la escena que me acaba de enviar un buen amigo: Josep Escanilla. La verdad es que fue él quién me empujó a describir esta secuencia y precisamente por eso he preferido que fuera él quién concretara lo que, a su parecer, pretendía transmitirnos Howard Hawks. Un parecer que coincide total y absolutamente con el mío y que os adjunto a continuación:
[Una de mis
secuencias preferidas es cuando Thornton le lanza un cubo de agua a Jean Paul
Harrah para que se despierte. Esta breve secuencia en la que se produce un
intercambio de golpes entre los dos trasciende la simple comicidad; el
director, de forma sutil, nos revela lo que más tarde será evidente: el sheriff
necesita desesperadamente la ayuda de su amigo pero, aún así, su orgullo le
impide pedírsela. Por otro lado, Thornton lo sabe pero nunca se la ofrecerá
abiertamente para no herir su dignidad. Una situación delicada y difícil que
Hawks resuelve de forma impecable]
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