Los implacables (The tall men)
Estados Unidos, 1955
Director: Raoul Walsh
Guión: Frank S.
Nugent y Sydney Boehm
Fotografía: Leo
Tover
Música: Victor Young
Intérpretes:
Clark Gable (Ben Allison)
Jane Russell (Nella Turner)
Robert Ryan (Nathan Stark)
Cameron Mitchell (Clint Allison)
Juan García (Luis)
Harry Shannon (Sam)
Emile Meyer (Chickasaw Charlie)
Stevan Darrell (Col. Norris)
SINOPSIS: Montana, 1866. Ben y Clint Allison son dos excombatientes
confederados que llegan a Mineral City
con objeto de hacerse ricos robando ganado. Una vez en la ciudad, un poderoso
ganadero llamado Nathan Stark les
propondrá conducir ganado de Montana
a Texas. Durante ese viaje de 1.800
millas, sin embargo, surgirá una gran rivalidad entre Ben y Nathan por el amor
de Nella Turner, una mujer a la que
Ben salva la vida pero que acabará deslumbrada por la desmesurada ambición de
Nathan.
Otra escena cortita. Tan cortita como dura, impactante y
absolutamente mordaz. Y encima, al principio de la peli. Recién superados los
títulos de crédito iniciales e inmediatamente después del típico cartel
explicativo que solemos encontrarnos en muchos westerns de los años 40 y 50. Para entrar de lleno en la peli,
vamos. Crudamente y sin anestesia. Como a mi me gusta.
Me estoy refiriendo —como habréis podido deducir— a la escena
del ahorcado de “Los implacables”, de Raoul
Walsh. Un western que no
acostumbra a figurar entre los más reconocidos de este grandísimo cineasta (“Murieron con las botas puestas”, “Perseguido”, “Juntos hasta la muerte”, “Camino
de la horca”…) y que a mi me parece, sin embargo, sencillamente
excepcional. Y me lo parece, fundamentalmente, porque uno de los sellos
distintivos de Walsh siempre fue su gran capacidad para sumergirnos en sus
historias de forma clara y directa. Sin preámbulos, ambages o circunloquios. Al
grano, vaya. Como mandan los cánones del cine clásico. Y eso es algo que, sin
lugar a dudas, podemos constatar desde la primera secuencia de “Los
implacables”. Un western que entremezcla hábilmente los habituales códigos del
género con algo de romance y cine de aventuras (el otro género en el que
destacó Walsh) y que atrapa al espectador desde el minuto 1. Me explico.
Por de pronto estamos ante un western que arranca con un telón de fondo visual absolutamente extraordinario.
No tan sólo por la belleza y espectacularidad de los paisajes que podemos
contemplar en pantalla y que plasma magistralmente Leo Tover sino porque tampoco es demasiado habitual, la verdad sea
dicha, que un western cincuentero se desarrolle en un entorno
nevado. Y quizás por eso, por toparnos con una naturaleza tan asombrosa y desbordante,
resulta prácticamente imposible que cualquiera de nosotros —como simples y
meros espectadores— no nos quedemos literalmente prendados de esas
impresionantes imágenes.
Por si fuera poco, además, lo primero que podemos leer
cuando finalizan los títulos de crédito es un cartel explicativo que nos pone
en situación y que dice lo siguiente:
MONTANA TERRITORY
1866
They came
from the South, headed for the goldfields… Ben and Clint Allison, lonely,
desperate man. Riding away from a heartbreak memory of Gettysburg . Looking for a new life. A story
of tall men – and long shadows
Algo así como :
TERRITORIO DE
MONTANA
1866
Desde el Sur se dirigían a los yacimientos de oro... Ben y
Clint Allison, solos y desesperados, cabalgaban para alejarse del doloroso
recuerdo de Gettysburg. Buscando una nueva vida. Una historia de hombres de
talla y largas sombras
Con dicha información ya sabemos, pues, que esos dos
jinetes que vemos avanzar trabajosamente con sus caballos por el espeso manto
de nieve que los rodea son dos excombatientes confederados. Dos perdedores, vaya. Lo sabemos por la fecha que
aparece en el cartel (en 1866 la
Guerra de
Secesión había finalizado un año antes) y también porque la Batalla de
Gettysburg (del 1 al 3 de julio de 1863) significó un importantísimo
punto de inflexión en la guerra. Básicamente porque fue la ofensiva con mayor
número de bajas en un campo de batalla norteamericano (22.000 nordistas y 30.000 sudistas) y porque, a la postre, constituyó una gran victoria para
el ejército de la Unión y una auténtica
hecatombe para el ejército confederado.
Un desastre que los hermanos Allison
pretenden dejar atrás buscándose la vida en Montana (noroeste de los Estados Unidos) e iniciando, a su vez, una
nueva vida solo al alcance de verdaderos hombres de talla (atención al título original del film: The tall men) como ellos mismos.
En poco más de 10 segundos, por consiguiente, ya estamos
metidos de lleno en una historia que promete y mucho. Una historia con tintes
épicos y aventureros (el propio título y el punto de partida argumental así
parecen anticiparlo) que se ve enriquecida, además, por un plano y una frase total
y absolutamente escalofriantes.
Me estoy refiriendo, como no, a ese plano de un hombre
colgado de un árbol a lo lejos y a la frase que, acto seguido, le dirige Ben (Clark Gable) a su hermano Clint
(Cameron Mitchell):
Ben Allison: “Al fin nos acercamos a la civilización”
Una frase que asocia la brutalidad y la ley del más fuerte
con la civilización y que no deja de ser, obviamente, una de las sentencias más
cínicas y mordaces que he podido escuchar en un western. En primer lugar porque yo interpreto que con ella Ben
Allison no solo carga contra la barbarie del ser humano sino —más
concretamente— contra el salvajismo y la ignorancia de los nordistas; gentes mucho más rudas e incultas que los educados y
elegantes señoritos del sur. Pero,
vamos, no me hagáis mucho caso. Quizás esa impresión proceda de que cada vez
que veo a Clark Gable en pantalla no
puedo evitar asociarlo al Rhett Butler
de “Lo que el viento se llevó”.
En cualquier caso, mi teoría también se vería reforzada
con la subsiguiente réplica de Clint
Allison. Una réplica que constata que los hermanos Allison no acaban de
sintonizar demasiado con la gente del norte y que dice así:
Clint Allison: “No cambiaría medio acre de Texas por todo
el territorio de Montana”
Y poco más. Dicho esto Ben y Clint dirigen su mirada a Mineral City, el pueblo que se ve a lo
lejos, y prosiguen su camino. Aún así, os recomiendo que —si no la habéis
visionado nunca— no os conforméis con esta primera y brevísima secuencia y
veáis la película entera. Una cinta que destaca por su proporcionada fusión de
drama, aventura, humor y romance, y que gracias a la dimensión humana de sus
personajes, a sus estupendos diálogos, a su espectacular fotografía y a las
brillantes interpretaciones de su trío protagonista (Gable, Russell y Ryan nada menos) se disfruta
enormemente. Palabra.
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