dijous, 2 de març del 2017

“¿SABES QUÉ HAY DENTRO DEL BANCO? HAY ORO POR VALOR DE 16 MILLONES DE DÓLARES, MUCHACHO” (Los violentos de Kelly, 1970. Brian G. Hutton)


Los violentos de Kelly (Kelly’s heroes)

Estados Unidos y Yugoslavia, 1970

Director: Brian G. Hutton

Guión: Troy Kennedy Martin

Fotografía: Gabriel Figueroa

Música: Lalo Schifrin

Intérpretes:

Clint Eastwood (Kelly)
Telly Savalas (Big Joe)
Donald Sutherland (Oddball)
Gavin McLeod (Moriarty)
Don Rickles (Crapgame)
Carroll O’Connor (General Colt)
Karl-Otto Alberty (German Tank Commander)
Harry Dean Stanton (Willard)

SINOPSIS: Francia, II Guerra Mundial (1939-1945). Tras capturar a un alto mando alemán el ex teniente Kelly descubre que el enemigo posee 16 millones de dólares en lingotes de oro depositados en un banco de Clermont. Dispuesto a hacerse con el botín, Kelly recluta a un pelotón de apáticos soldados para atravesar las líneas enemigas y llegar hasta Clermont. Una vez allí, sin embargo, deberán enfrentarse a tres enormes tanques Panzer VI Tiger



Rodada y estrenada en las postrimerías de la Guerra de Vietnam (1955-1975), “Los violentos de Kelly” sigue —por decirlo así— la estela paródica, antimilitarista y desmitificadora iniciada casi al alimón por “M*A*S*H” (Robert Altman, 1970), un film en el que —curiosamente— también aparece Donald Sutherland, el actor que da vida a Oddball, uno de los personajes más singulares (por no decir estrambóticos) de la peli que hoy nos ocupa.



Al margen de toda su carga crítica e irónica —sin embargo— lo que más me fascina de la peli de Brian G. Hutton es, sin lugar a dudas, su marcado carácter spaghettero. Y cuando digo spaghettero me refiero, obviamente, a su incuestionable “parentesco” estilístico con el spaghetti-western. O lo que es lo mismo, con los westerns que se rodaron en Europa entre mediados de los 60 y los 70 y que tuvieron en Sergio Leone a su máximo representante.



Precisamente por ello he escogido esta escena. Porque me parece un auténtico y extraordinario homenaje al spaghetti-western en general y al duelo final de “El bueno, el feo y el malo” (Sergio Leone, 1966) en particular. No sólo desde un punto de vista estético o formal, sino también desde un punto de vista filosófico o argumental. No en vano Kelly y sus hombres no actúan en función de ninguna causa noble. Ni noble, ni patriótica, ni ética ni moral. Los hombres de Kelly (como muchos antihéroes del SW) se mueven por dinero. Como por dinero también se mueven el Rubio, Tuco y Sentencia en “El bueno, el feo y el malo”, por ejemplo. Los primeros, por 16 millones de dólares en lingotes de oro. Y los segundos, por esos 200.000 dólares confederados que alguien robó y enterró en Sad Hill.



Naturalmente, todas esas concomitancias no son fruto de la casualidad. Como es lógico, el tremendo éxito de la trilogía del dólar de Leone persiguió a Clint Eastwood durante años. Y así, fruto de esa herencia spaghettera, fueron germinando en su filmografía pelis como “Cometieron dos errores”, “La jungla humana”, “Dos mulas y una mujer”, “Joe Kidd”, “Infierno de cobardes”, “El fuera de la ley”, la saga de “Harry el sucio” o, por supuesto, “Los violentos de Kelly”. Pelis en las que Eastwood repitió arquetipo interpretando a personajes duros, viriles y de dudosa moralidad.



La escena del spoiler de hoy empieza, concretamente, con Kelly (Clint Eastwood), Big Joe (Telly Savalas) y Oddball (Donald Sutherland) dirigiéndose por una solitaria calle de Clermont al encuentro del último de los tres tanques Panzer VI Tiger que les queda a los alemanes en funcionamiento. Recordemos que, previamente, los hombres de Kelly ya se han encargado de inutilizar los otros dos tanques y que este último se les está resistiendo más de lo debido. Dicho esto, puesto que lo más destacado de esta singular escena es su estilo inequívocamente leoniano, permitidme que intente describir con la máxima minuciosidad posible la excelente puesta en escena de Brian G. Hutton y —ya de paso— de qué manera éste y John Jympson, su montador, van disponiendo los diferentes planos para lograr ese espectacular efecto spaghettero que antes mencionábamos.



Así pues, lo primero que apreciaremos en esta secuencia será un brusco zoom que retrocede desde un primer plano de un tanque alemán a otro de una mano sosteniendo una metralleta con ese mismo tanque al fondo de la calle. La mano y la metralleta pertenecen a Kelly, que en el siguiente plano (americano) aparece ya de frente. Acto seguido se abre una puerta y, a la derecha de la imagen (izquierda de Kelly), aparece Big Joe, también armado con una metralleta. La cámara desciende levemente para enseñarnos como carga su arma. El detalle, obviamente, es muy spaghettero. Máxime teniendo en cuenta que, además, la música de Lalo Schifrin (presente desde el primer momento) constituye un verdadero homenaje a Ennio Morricone, autor de las mejores bandas sonoras del subgénero.



Un plano del otro lado de la calle —con una plazoleta en la que se halla el tanque alemán— precede a la aparición de Oddball, el tercer personaje en discordia. Con una estética entre hippy y estrambótica (poblada barba y casquete de piloto), el inefable Oddball irrumpe en escena a la izquierda de la imagen y a la derecha de Kelly. En esta ocasión la cámara también desciende suave y levemente para mostrarnos como el personaje interpretado por Sutherland desabrocha su canana y prepara su pistola. Un detalle, nuevamente, muy leoniano.



Una vez reunidos, Kelly, Big Joe y Oddball empiezan a andar. Los tres en línea y al mismo tiempo. Sin prisa, pero sin pausa. A partir de este momento se irán alternando primeros planos del tanque, planos más generales de la plazoleta, de los tres personajes andando en paralelo, de sus rostros, de sus botas y de todo el conjunto (los tres y el tanque alemán) cuando finalmente quedan frente a frente. Otro de los detalles que hacen de esta escena un auténtico guiño a Leone y al spaghetti-western es ese sonido de espuelas que podemos escuchar mientras Kelly, Big Joe y Oddball andan en dirección al panzer alemán.





Llegados a este punto la música cesa, la escotilla del tanque se abre y desciende de él su comandante (Karl-Otto Alberty), un hombre de piel blanca, pelo rubio, ojillos azules y una profunda cicatriz en su mejilla derecha. Un rostro cien por cien ario. El diálogo-negociación entre ambos bandos empieza de inmediato:





Big Joe: “¿Un cigarrillo?”

Comandante alemán: “No fumo. El sistema de combustible está roto. Hay gasolina por todas partes”

Big Joe: “Está bien. Eh, mira… tú y nosotros tan sólo somos soldados ¿no? Ni siquiera sabemos de qué va esta guerra. Sólo luchamos y morimos ¿Y para qué? No sacamos nada de ella. Dentro de media hora, el ejército de los EE. UU. llegará por la carretera… ¿Por qué no nos haces un gran favor y te largas de aquí?”

Comandante alemán: “Sigo órdenes. Este banco no puede caer en manos del ejército de los EE. UU.”

Kelly: “Este banco no caerá en sus manos, sino en las nuestras. Realizamos una operación empresarial privada ¿Comprendes?”

Comandante alemán: “Sois ejército de los EE. UU.”

Oddball: “No, chato, no lo somos ¿Sabes qué hay dentro del banco? Hay oro por valor de 16 millones de dólares, muchacho”

Big Joe: “Eso son 65 millones de marcos”

Kelly: “Y lo único que debes hacer para conseguir una parte de este dinero... es dar la vuelta a la torreta y hacer un boquete en aquella puerta”



Acto seguido, la cámara enfoca la puerta del banco e, inmediatamente, la explosión causada por el proyectil disparado por el panzer. Una breve e ingeniosa elipsis que constata lo persuasivos que han sido Kelly, Big Joe y Oddball. Con la inestimable ayuda de 65 millones de marcos, por supuesto.




Y poco más. Tan sólo añadir un par de cosillas. La primera, que “Los violentos de Kelly” se rodó en Yugoslavia (y no en Francia) por temas de financiación y por contar con tanques rusos que se tunearon para la peli. Y la segunda, que Brian G. Hutton ya había realizado con Clint Eastwood otra importante cinta bélica (“El desafío de las águilas”, 1968) y que quizás debido a ese fructífero vínculo profesional y amistoso con su prota, el bueno de Hutton también acabó reposando virtualmente junto a Sergio Leone y Don Siegel en el cementerio de Lago, localidad ficticia donde se desarrolla “Infierno de cobardes” y que Eastwood utilizó como metáfora para rendirles tributo a los tres.

2 comentaris:

  1. Solo dos comentarios sin importancia. Big Joe no carga su subfusil Thompson sino que monta el arma (mete una bala del cargador en la recámara) y dónde Oddbal lleva su pistola es la funda o pistolera ya que canana es donde se lleva la munición, como un cinturón con compartimentos, habitual en la caza. Saludos.

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