dilluns, 13 de març del 2017

“ESTOY SIN BLANCA” (El rey del rodeo, 1972. Sam Peckinpah)


El rey del rodeo (Junior Bonner)

Estados Unidos, 1972

Director: Sam Peckinpah

Guión: Jeb Rosenbrook

Fotografía: Lucien Ballard

Música: Jerry Fiedling

Intérpretes:

Steve McQueen (Junior Bonner)
Robert Preston (Ace Bonner)
Ida Lupino (Ellie Bonner)
Ben Johnson (Back Roan)
Joe Don Baker (Curly Bonner)
Barbara Leight (Charmagne)
Mary Murphy (Ruth Bonner)
Bill McKinney (Red Terwiliger)
Dub Taylor (Del)
Donald Barry (Homer Rutledge)

SINOPSIS: Junior Bonner es un jinete de rodeo profesional que vuelve a Prescott, su pueblo natal de Arizona, para actuar en el tradicional Prescott Frontier Days Rodeo de cada año. Asimismo, Junior aprovecha la ocasión para tratar de reconciliarse con su familia, a quienes abandonó años atrás. La relación con un padre fracasado y alcohólico, con una madre desencantada y con un hermano al que solo le interesa el dinero no será, sin embargo, nada fácil.



“Junior Bonner” es, sin lugar a dudas, una de mis grandes debilidades como cinéfilo. Una de esas pelis que no es exageradamente conocida (en la filmografía de Sam Peckinpah destacan mucho más títulos como “Duelo en la Alta Sierra, “Mayor Dundee”, “Grupo Salvaje”, “Perros de paja”, “Quiero la cabeza de Alfredo García”, “La huída”, “La cruz de hierro” e incluso “La balada de Cable Hogue”) pero que, sin saber muy bien por qué, te ves obligado a  revisar de vez en cuando para darte cuenta —quizás— que sigues y seguirás emocionándote con ellas cada vez que las veas.  



Y eso mismo me pasó hace unos días. Cuando la revisé por última vez. Que volví a emocionarme. Profundamente. Y no una, sino varias veces. Aún así, si hay una escena concreta que condensa al máximo ese espíritu entre lírico e intimista que tan bien sabe manejar el bueno de Sam cuando le da la gana, ésa es —a mi juicio— la que he escogido para el spoiler de hoy. La de la primera conversación entre Junior y su padre en la estación de tren.

Antes de entrar de lleno en la escena, sin embargo, me gustaría señalar algunos datos que considero sumamente importantes. El primero de ellos es que “Junior Bonner” es una de esas pelis hecha con mucho cariño. Con mucho amor. Curiosamente, tanto Sam Peckinpah como Steve McQueen venían de rodar pelis secas, duras, violentas. Y lo que les apetecía a ambos, en aquellos momentos, era rodar una peli más cálida, más costumbrista, más melancólica. Una peli en la que la acción fuera lo de menos y en la que tanto Sam como Steve pudieran volcar en ella otros registros creativos menos habituales en su forma de trabajar. Uno como intérprete y el otro, como cineasta.



Fruto de todo ello es el “Junior Bonner” que todos conocemos. Una peli que aparentemente tan sólo pretende describir un mero fin de semana laboral en la vida de un jinete de rodeo pero que, en realidad, nos está relatando el irremediable desmembramiento de una familia normal y corriente y —por ende— de toda una filosofía de vida. La del antiguo vaquero. La de Ace y Junior Bonner.

Así pues, situémonos. Junior (Steve McQueen) y Ace (Robert Preston), su padre, se han reencontrado en la ciudad; en pleno desfile del Prescott Frontier Days Rodeo. Recordemos que Ace ha tomado “prestado” el caballo de Junior para desfilar con el resto de comitiva oficial por la avenida principal de Prescott y que cuando su hijo lo localiza, éste se sube con él a la grupa del caballo y ambos se separan de la comparsa y la muchedumbre para llegar cabalgando a la estación de tren, donde desmontan, se sientan en un banco e inician la conversación que os adjunto a continuación.



Formalmente, la escena no tiene —la verdad sea dicha— demasiado misterio. Plano y contraplano como es habitual y preceptivo en cualquier diálogo que se precie y alguna toma delantera y trasera para variar. Naturalmente, pues, lo que importa es el diálogo entre los dos. O mejor dicho: cómo y de qué manera Ace y Junior se cuentan lo que se cuentan. Con una naturalidad insultante, vamos. No en vano, en este tramo inicial Ace y Junior hablan de temas domésticos, intrascendentales. De los viejos tiempos. De cómo les van las cosas a los diferentes miembros de la familia. De planes de futuro. De hecho, la conversación va discurriendo con total y absoluta normalidad (entre trago y trago de whisky, eso sí) hasta que Junior pronuncia la frase que encabeza este spoiler. Es entonces cuando la enorme visión cinematográfica de Peckinpah hace acto de presencia para decirnos tantísimas cosas con un simple gesto. Con una simple mirada. Con un simple silencio. Pero bueno, no nos anticipemos. Rememoremos ese diálogo: 

Ace: “No soporto tanta gente”

Junior: “Me voy a sentar”

Ace: “Y yo también”

Junior: “Bueno, tú te caes mejor que yo”

Ace: “¡Sí! ¿Sabes? Es mi mejor paseo a caballo desde Nochebuena en Tonopah. Me quedé aislado por la nieve”

Junior: “¿Con Bobbie?”

Ace: “¡Como me conoces! Te manda recuerdos…”

Junior: “Ah…”

Ace: “¿Alguna vez hablas con Connie Mars?”

Junior: “Sí. Doma caballos en Carlsbad. Todavía va al rodeo de El Paso”

Ace: “¿Y Buddy Cox? Siempre decía: ¡Mientras vivan las mujeres, mi nombre no morirá!”

Junior: “Pues ha muerto, papá. Su auto chocó entre Abilene y Dallas”

Ace: “Escuché que te va muy bien”

Junior: “¿Dónde escuchaste eso? ¿Te ocupas de mamá?”

Ace: “No demasiado. Ella vende antigüedades. Y es feliz. Vive justo donde ha querido vivir toda su vida... donde hay más movimiento”

Junior: “Curly va a vender la casa. Quiere ponerle a mamá una tienda de regalos”

Ace: “A Curly le van muy bien las cosas… Junior... Yo me voy a Australia”

Junior: “¿Y qué vas a hacer? ¿Cazar canguros?”

Ace: “¡No! ¡Hay oro nada menos! 200.000 km cuadrados sin explorar. Y ovejas. Merinas. La mejor lana del mundo. Ya he hecho el primer pago… ¿Te gustaría venir conmigo? Bueno, ya sé que no puedes… ¡Eres la gran figura del rodeo! Pero por lo menos podrías subvencionar a tu papá. Te haría mi socio número uno, Junior. Mi socio número uno ¿Qué me dices?”

Junior: “Debo decirte algo”

Ace: “No, yo debo decirte algo a ti… acerca de la minería. Hay mucho que aprender. Los metales caros... tienen un gran futuro”

Junior: “Estoy sin blanca”

Ace: “Ya sé que tú no tienes experiencia… ¿Sin blanca?”

Junior: “No tengo ni un centavo”

Ace: “Bueno… ¡sólo necesito 5.000!”

Junior: “¿Por qué no 5 millones?”





Llegados a este punto concreto —tras darse cuenta Ace que tampoco puede contar con el apoyo financiero de Junior para iniciar su enésima aventura empresarial— es cuando el viejo vaquero interpretado por Robert Preston descarga toda su frustración contra su hijo mayor dándole un rápido manotazo en el pescuezo que le hace volar el sombrero unos metros más allá. Curiosamente, cuando Peckinpah y Steve McQueen estaban planificando la puesta en escena de esta secuencia el actor se negó —de primeras— a rodarla así. Estaba convencido que la virilidad y la hombría de su personaje quedarían en entredicho. Peckinpah, sin embargo, insistió. “Confía en mí, le dijo a Steve, Saldrá bien”. Y, efectivamente, salió bien. Una vez más, la inspiración cinematográfica de Peckinpah funcionó como un reloj y esos manotazos que recibió el bueno de Sam cada vez que su padre se enfadaba con él cuando era chico sirvieron —al menos— para redondear una secuencia, a mi juicio, magistral. Fijaos, si no, en los detalles. Cuando Ace le propina el manotazo a su hijo, Junior lo encaja estoicamente. Sin revolverse ni reprocharle la acción a su padre. Respetando su reacción con total y absoluta sumisión. Es más, cuando Ace se levanta para recoger el sombrero y anda unos pasos hacia delante para dejar pasar el tren que los separará por unos instantes, Junior aprovecha también ese lapsus para levantarse, darle la espalda a su padre y —apoyándose en el banco donde ambos estaban sentados hace un momento— apretar los dientes con fuerza y cerrar los ojos en un claro signo de frustración. No en vano, Junior sabe que acaba de decepcionar a su padre. Y también es consciente que nada le hubiera proporcionado mayor satisfacción que haber podido financiarle. Pero no. Ace y Junior son dos hombres acostumbrados a mascar la derrota. Dos perdedores. Dos fracasados. Dos losers al más puro estilo hustoniano. De hecho, “Junior Bonner” siempre me ha recordado otra gran historia de cowboys y perdedores: “Vidas rebeldes” (1961). Como no, de John Huston.

Aún así, “Junior Bonner” no es una película negativa ni pesimista. Y eso significa que pese a los infortunios, todos los Bonner (menos Curly, tal vez, un hombre tan rico como gris y mediocre) están orgullosos de lo que son hasta el punto de ser capaces de vivir de espaldas al progreso sin importarles lo más mínimo. Y es ese punto de rebeldía, de anarquía, de despreocupación lo que les convierte en seres libres, auténticos, genuinos. Algo que siempre suelo apreciar en las pelis de Peckinpah y que me suele llegar hasta el alma. Como esa estremecedora relación paternofilial entre Ace y Junior. Tremenda.





La escena, por lo tanto, no acaba mal y deja un pequeño resquicio de esperanza. En primer lugar porque Ace —visiblemente arrepentido por su desmesurada reacción— le devuelve el sombrero en mano a su hijo. Y en segundo lugar porque, tras esa inmediata y sincera reconciliación, Junior le hace una nueva propuesta a su padre:    

Junior: “Vas a participar conmigo. Tú te encargas de la cuerda… y yo de ordeñar ¿Qué te parece?”

Ace: “¿Ordeñar vacas salvajes?”

Junior: “Eso mismo ¡Vamos!”

Permitidme, ya para finalizar, añadir un pequeño poema al spoiler de hoy. Como podréis comprobar la poesía no es lo mío (la prosa quizás tampoco, lo sé) pero lo cierto es que tal fue el impacto que me provocó el primer visionado de “Junior Bonner” que incluso me atreví —inmediatamente después de verla— a escribir un pequeño texto de carácter pseudolírico para volcar sobre el papel mis impresiones más profundas. Lo escribí en FilmAffinity bajo el título “Sabor genuinamente americano” (12 de septiembre de 2007) y dice así:

Quinientos quilos de mala hostia. Un sol abrasador. Morder el polvo. Un par de costillas rotas. Caballo, montura, remolque. Prescott, Arizona ¿Quince mil por el rancho? Maldito Curly ¿Me prestas quince pavos? Me debes todavía veinticinco. Te deberé cuarenta, entonces. Ace y Junior Bonner para ordeñar vacas salvajes. ¿Cerveza? Una cerveza y whisky para papá Bonner. Estoy sin blanca. Una balada country ¿Bailas nena? Un cigarrillo liado. Otra cerveza. Una pelea en el Palace. Puñetazos a mansalva. Sunshine de nuevo. Quinientos quilos de mala hostia. Ocho míseros segundos. Sujétate el sombrero, muchacho. Hay mil dólares en juego ¿Un rodeo? Visto uno, vistos todos. Más polvo. Cámara lenta. La bestia anda suelta. Ocho segundos. Ganaste. Levántate y anda. Tendrás tus mil pavos. Tal vez un polvo, Junior, tal vez. Un billete para Australia ¿Canguros? No, oro y ovejas. Me voy. Es definitivo. Salinas. El Paso. Fort Worth. En marcha. Debo seguir mi camino.




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