dimecres, 29 de març del 2017

“¿ME PUEDO PONER LAS GAFAS, JEFE?” (La leyenda del indomable, 1967. Stuart Rosenberg)

La leyenda del indomable (Cool hand Luke)

Estados Unidos, 1967

Director: Stuart Rosenberg

Guión: Frank R. Pierson y Donn Pearce. Basado en una obra de Donn Pearce

Fotografía: Conrad L. Hall

Música: Lalo Schifrin

Intérpretes:

Paul Newman (Luke)
George Kennedy (Dragline)
Dennis Hopper (Babalugats)
Strother Martin (Captain)
Harry Dean Stanton (Tramp)
Wayne Rogers (Gambler)
Lou Antonio (Koko)
Richard Davalos (Blind Dick)
J.D. Cannon (Society Red)
Joy Harmon (Lucille)
Jo Van Fleet (Arletta)
Morgan Woodward (Boss Godfrey)

SINOPSIS: Luke Cool Hand Jackson, un joven y rebelde excombatiente, es condenado a dos años de trabajos forzados en una penitenciaría de Floridala Road Prison 36— tras haber destrozado unos parquímetros durante una noche de borrachera. En la cárcel habrá de enfrentarse a las rígidas normas de la institución y a Dragline, el líder de los presidiarios hasta su llegada. Su carisma y espíritu indomable, sin embargo, le ayudarán a irse granjeando el respeto y la admiración de guardianes y compañeros.



No es una obra maestra, lo sé. En parte porque su historia avanza a trompicones y en parte, también, porque —a decir verdad— tampoco ocurre gran cosa en las más de dos horas que dura la película. Pero la amo. Mucho. Posiblemente, porque es de aquellas pelis que vi siendo niño y que siempre he recordado con muchísimo cariño. Pero “La leyenda del indomable” no es sólo un agradable recuerdo. Básicamente porque cuando la vuelves a ver, la disfrutas de nuevo. Porque cuando la vuelves a ver, te emocionas de nuevo. Y porque cuando la vuelves a ver te das cuenta, de nuevo, que tiene escenas memorables para dar y vender.

Precisamente por eso me ha costado lo suyo elegir sólo una. Porque aunque el cuerpo me pedía la mítica de los 50 huevos (la que más me impactó de pequeñín), revisiones más recientes me recordaban también la de la pelea a puñetazos entre Luke y Drag, la del alquitrán, la de la partida de poker, la de Luke cantando el “Plastic Jesus” o, naturalmente, la que al final he acabado escogiendo. Posiblemente, la más tórrida, voluptuosa y sensual de la historia del cine clásico. Me estoy refiriendo, como no, a la de Lucille (Joy Harmon) lavando su coche.

Así pues, aparquemos por un momento esa gran historia de amistad y compañerismo, esa velada denuncia a las injusticias carcelarias y hasta ese hermoso canto a la libertad que nos proporciona “La leyenda del indomable” y centrémonos en cuestiones mucho más banales y prosaicas. En el sexo, por ejemplo. En el sexo, en la libido, en la lujuria y en el calentón puro y duro. Porque de eso trata esta escena, amigos. Del tremendo calentón de Drag, Luke, Koko, Gambler, Blind Dick, Babalugats y Tramp en esa zanja y casi me atrevería a decir —por ende— del inconmensurable calentón de todos los espectadores de sexo masculino y condición heterosexual que vean o hayan visto esta ardiente escena desde el otro lado de la pantalla.



De hecho, yo casi os diría —simplemente— que entrarais en youtube y buscarais esta escena para visionarla de nuevo. Más que nada porque por mucho que me esfuerce y lo intente me veo absolutamente incapaz de describir en lo más mínimo lo que vuestros propios ojos van a poder ver. Aún así, permitidme señalar algunos aspectos con los que juega Stuart Rosenberg en esta escena para aumentar —si cabe— la elevada temperatura que ya de por sí nos proporciona a unos cuantos la simple visión del cuerpazo de Joy Harmon.



Para empezar, situémonos. Nos encontramos en Florida, en la Road Prison 36. Es verano y hacer calor. Mucho calor. Un grupo de presos están cavando una zanja en el lateral de un camino semiasfaltado donde presumiblemente irá la cuneta de la futura carretera. Naturalmente, los presos van sin camisa y están sudorosos.



De repente, una chica sale de una casa cercana y se dirige hacia un coche aparcado al otro lado. La chica lleva un cubo metálico, una esponja y una radio portátil, que coloca encima de un viejo vehículo agrario en desuso justo antes de encenderla. Como es natural, la chica llama la atención de los presos. Entre otros, de Dragline (George Kennedy), Luke (Paul Newman), Koko (Lou Antonio), Gambler (Wayne Rogers), Blind Dick (Richard Davalos), Babalugats (Dennis Hopper) y Tramp (Harry Dean Stanton). Huelga decir, por lo tanto, que la chica es una auténtica preciosidad: joven, rubia y escultural. Por si fuera poco, lleva un corto y muy ceñido vestido veraniego que deja ver unos muslos de escándalo y un escote muy bien provisto. Curiosamente, el doblaje en castellano bautiza a la chica como Genoveva mientras que en la versión original Dragline se refiere a ella como Lucille.



A partir de este momento empieza, sin lugar a dudas, el lavado de coche más popular de la historia del cine. Un lavado de coche copiado, imitado, versionado y recreado hasta la saciedad que va intercalando planos de los excitadísimos presos con planos de una sexy y apabullante Lucille que nos ofrece un repertorio de posturitas provocativas absolutamente prodigioso.





Y aunque supongo que ya queda suficientemente claro y meridiano el vínculo simbólico de la manguera y la espuma con —respectivamente— órganos y fluidos del sexo masculino, permitidme asimismo que haga hincapié en este tipo de detalles tan obvios porque la escena en sí, lo reconozco, no da para mucho más que para deleite del personal y para lucimiento puro y duro de Joy Harmon. Una actriz y modelo que, por desgracia, no tuvo demasiada suerte en el cine. 



Os dejo ya para acabar, pues, con el elocuente diálogo que mantienen los presos entre sí mientras asisten al espectacular numerito protagonizado por Lucille. Recordad, eso sí, que a todo ello debemos añadirle la acertadísima música de big band que podemos escuchar procedente de la radio (diegética por tanto) y que, unida a esa coreografía a base de senos aplastados en los cristales y de rítmicos y acompasados movimientos de palas, contribuye a elevar el voltaje sexual de la escena hasta límites insospechados. Hasta el orgasmo, vaya. Más claro, el agua.



Dragline: “¿Me puedo poner las gafas, jefe?”

Jefe: “¡Póntelas!”

Koko: “¿Has visto eso?”

Dragline: “¿Acaso crees que no tengo ojos? ¿Cómo no voy a ver una cosa así?”

Koko: “¡Madre mía! ¡Qué bombón! ¿Has visto?”



Gambler: “¿Puedo limpiar mis gafas, jefe?”

Jefe: “¡Límpialas!”

Dragline: “¿Puedo quitarme las gafas, jefe?”

Jefe: “¡Puedes quitártelas, Dragline!”

Koko: “¡Dios mío! ¡Me va a dar algo!”

Blind Dick: “Está como quiere y tiene clase”


Dragline: “¡Qué chiquilla! ¡Qué niña tan rica!”

Koko: “¡A mi me va a dar algo! ¡Me va a dar algo!”

Gambler: “¡Fijaos! ¡No lleva nada debajo! ¡Lo que se dice absolutamente nada! Si se le viera el escote… ¡Sería fabuloso! ¡A ver si tenemos suerte!”

Dragline: “¡Señor, permíteme gozar de esta maravillosa visión durante unos cuantos minutos! ¡Mi cariñito!”



Luke: “¿Tu cariñito dices? ¿Cuántas has soñado así?”

Dragline: “¡Debe de llamarse Lucille! ¡Una chica tan inocente y con un cuerpo así tiene que llamarse Lucille! ¡Frota, chiquilla! ¡Limpia el coche! ¡Frota, frota!”

Koko: “¡No sabe lo que se hace!”

Luke: “¡Sabe perfectamente lo que se hace! ¡Pretende volvernos locos a todos!”



Dragline: “¡Deja de hablar de mi Lucille, idiota!”








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