La leyenda del indomable (Cool hand Luke)
Estados Unidos, 1967
Director: Stuart Rosenberg
Guión:
Frank R. Pierson y Donn Pearce. Basado en una obra de Donn Pearce
Fotografía:
Conrad L. Hall
Música:
Lalo Schifrin
Intérpretes:
Paul Newman (Luke)
George Kennedy (Dragline)
Dennis Hopper (Babalugats)
Strother Martin (Captain)
Harry Dean Stanton (Tramp)
Wayne Rogers (Gambler)
Lou Antonio (Koko)
Richard Davalos (Blind
Dick)
J.D. Cannon (Society
Red)
Joy Harmon (Lucille)
Jo Van Fleet (Arletta)
Morgan Woodward (Boss Godfrey)
SINOPSIS:
Luke Cool Hand Jackson, un joven y rebelde
excombatiente, es condenado a dos años de trabajos forzados en una
penitenciaría de Florida —la
Road
Prison 36— tras haber destrozado unos
parquímetros durante una noche de borrachera. En la cárcel habrá de enfrentarse
a las rígidas normas de la institución y a Dragline, el líder de los
presidiarios hasta su llegada. Su carisma y espíritu indomable, sin embargo, le
ayudarán a irse granjeando el respeto y la admiración de guardianes y compañeros.
No es una obra maestra, lo sé. En parte
porque su historia avanza a trompicones y en parte, también, porque —a decir
verdad— tampoco ocurre gran cosa en las más de dos horas que dura la película.
Pero la amo. Mucho. Posiblemente, porque es de aquellas pelis que vi siendo
niño y que siempre he recordado con muchísimo cariño. Pero “La leyenda del indomable” no es sólo un agradable recuerdo. Básicamente
porque cuando la vuelves a ver, la disfrutas de nuevo. Porque cuando la vuelves
a ver, te emocionas de nuevo. Y porque cuando la vuelves a ver te das cuenta, de
nuevo, que tiene escenas memorables para dar y vender.
Precisamente por eso me ha costado lo suyo
elegir sólo una. Porque aunque el cuerpo me pedía la mítica de los 50 huevos (la que más me impactó de
pequeñín), revisiones más recientes me recordaban también la de la pelea a
puñetazos entre Luke y Drag,
la del alquitrán, la de la partida de poker, la de Luke cantando el “Plastic
Jesus” o, naturalmente, la que al final he acabado escogiendo. Posiblemente,
la más tórrida, voluptuosa y sensual de la historia del cine clásico. Me estoy
refiriendo, como no, a la de Lucille (Joy Harmon) lavando su coche.
Así pues, aparquemos por un momento esa
gran historia de amistad y compañerismo, esa velada denuncia a las injusticias
carcelarias y hasta ese hermoso canto a la libertad que nos proporciona “La
leyenda del indomable” y centrémonos en cuestiones mucho más banales y
prosaicas. En el sexo, por ejemplo. En el sexo, en la libido, en la lujuria y
en el calentón puro y duro. Porque de
eso trata esta escena, amigos. Del tremendo calentón
de Drag, Luke, Koko, Gambler, Blind Dick, Babalugats y Tramp en esa
zanja y casi me atrevería a decir —por ende— del inconmensurable calentón de todos los espectadores de
sexo masculino y condición heterosexual que vean o hayan visto esta ardiente
escena desde el otro lado de la pantalla.
De hecho, yo casi os diría —simplemente— que
entrarais en youtube y buscarais esta
escena para visionarla de nuevo. Más que nada porque por mucho que me esfuerce y
lo intente me veo absolutamente incapaz de describir en lo más mínimo lo que
vuestros propios ojos van a poder ver. Aún así, permitidme señalar algunos
aspectos con los que juega Stuart
Rosenberg en esta escena para
aumentar —si cabe— la elevada temperatura
que ya de por sí nos proporciona a unos cuantos la simple visión del cuerpazo de Joy Harmon.
Para empezar, situémonos. Nos encontramos
en Florida, en la
Road
Prison 36. Es verano y hacer calor. Mucho
calor. Un grupo de presos están cavando una zanja en el lateral de un camino semiasfaltado
donde presumiblemente irá la cuneta de la futura carretera. Naturalmente, los
presos van sin camisa y están sudorosos.
De repente, una chica sale de una casa
cercana y se dirige hacia un coche aparcado al otro lado. La chica lleva un
cubo metálico, una esponja y una radio portátil, que coloca encima de un viejo
vehículo agrario en desuso justo antes de encenderla. Como es natural, la chica
llama la atención de los presos. Entre otros, de Dragline (George Kennedy), Luke (Paul Newman), Koko
(Lou Antonio), Gambler (Wayne Rogers), Blind Dick (Richard Davalos), Babalugats (Dennis Hopper) y Tramp (Harry Dean Stanton). Huelga decir, por
lo tanto, que la chica es una auténtica preciosidad: joven, rubia y escultural.
Por si fuera poco, lleva un corto y muy ceñido vestido veraniego que deja ver
unos muslos de escándalo y un escote muy bien provisto. Curiosamente, el
doblaje en castellano bautiza a la
chica como Genoveva mientras que
en la versión original Dragline se refiere a ella como Lucille.
A partir de este momento empieza, sin lugar
a dudas, el lavado de coche más popular de la historia del cine. Un lavado de
coche copiado, imitado, versionado y recreado hasta la saciedad que va
intercalando planos de los excitadísimos presos con planos de una sexy y apabullante Lucille que nos ofrece un repertorio de posturitas provocativas absolutamente prodigioso.
Y aunque supongo que ya queda
suficientemente claro y meridiano el vínculo simbólico de la manguera y la espuma con —respectivamente— órganos y fluidos del sexo masculino,
permitidme asimismo que haga hincapié en este tipo de detalles tan obvios
porque la escena en sí, lo reconozco, no da para mucho más que para deleite del
personal y para lucimiento puro y duro de Joy
Harmon. Una actriz y modelo que, por desgracia, no tuvo demasiada suerte en
el cine.
Os dejo ya para acabar, pues, con el elocuente
diálogo que mantienen los presos entre sí mientras asisten al espectacular numerito protagonizado por Lucille. Recordad, eso sí, que a todo
ello debemos añadirle la acertadísima música de big band que podemos escuchar procedente de la radio (diegética por tanto) y que, unida a esa
coreografía a base de senos aplastados en los cristales y de rítmicos y
acompasados movimientos de palas, contribuye a elevar el voltaje sexual de la escena hasta límites insospechados. Hasta el
orgasmo, vaya. Más claro, el agua.
Dragline: “¿Me
puedo poner las gafas, jefe?”
Jefe: “¡Póntelas!”
Koko: “¿Has
visto eso?”
Dragline: “¿Acaso
crees que no tengo ojos? ¿Cómo no voy a ver una cosa así?”
Koko: “¡Madre
mía! ¡Qué bombón! ¿Has visto?”
Gambler: “¿Puedo
limpiar mis gafas, jefe?”
Jefe: “¡Límpialas!”
Dragline: “¿Puedo
quitarme las gafas, jefe?”
Jefe: “¡Puedes quitártelas, Dragline!”
Koko: “¡Dios
mío! ¡Me va a dar algo!”
Blind
Dick:
“Está
como quiere y tiene clase”
Dragline: “¡Qué
chiquilla! ¡Qué niña tan rica!”
Koko: “¡A
mi me va a dar algo! ¡Me va a dar algo!”
Gambler: “¡Fijaos!
¡No lleva nada debajo! ¡Lo que se dice absolutamente nada! Si se le viera el
escote… ¡Sería fabuloso! ¡A ver si tenemos suerte!”
Dragline: “¡Señor,
permíteme gozar de esta maravillosa visión durante unos cuantos minutos! ¡Mi
cariñito!”
Luke: “¿Tu cariñito dices? ¿Cuántas has soñado
así?”
Dragline: “¡Debe
de llamarse Lucille! ¡Una chica tan inocente y con un cuerpo así tiene que
llamarse Lucille! ¡Frota, chiquilla! ¡Limpia el coche! ¡Frota, frota!”
Koko: “¡No
sabe lo que se hace!”
Luke: “¡Sabe perfectamente lo que se hace!
¡Pretende volvernos locos a todos!”
Dragline: “¡Deja
de hablar de mi Lucille, idiota!”
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