Psicosis (Psycho)
Estados Unidos, 1960
Director: Alfred
Hitchcock
Guión: Joseph Stefano.
Basado en una obra de Robert Bloch
Fotografía: John L. Russell
Música: Bernard Herrmann
Intérpretes:
Anthony Perkins (Norman Bates)
Vera Miles (Lila Crane)
John Gavin (Sam Loomis)
Janet Leigh (Marion Crane)
Martin Balsam (Milton Arbogast)
John McIntire (Sheriff Al Chambers)
Simon Oakland (Fred Richman)
Frank Albertson (Tom Cassidy)
SINOPSIS: Marion Crane, una joven secretaria de una agencia inmobiliaria,
huye de su ciudad, Phoenix, con
40.000 dólares que su jefe le había mandado ingresar en el banco. Tras cambiar
de coche, haber conducido varias horas y en plena tormenta, decide pararse a
descansar por la noche en un apartado motel de carretera regentado por Norman Bates, un joven algo tímido y
extraño que vive en la casa de al lado con su madre.
“Una obra maestra
dentro de una obra maestra” dijo alguien una vez. Y la verdad es que me parece una definición perfecta
para una escena así. Posiblemente, la mejor de la historia del cine. Y si no,
la más popular, la más parodiada y la más comentada de todas ellas. Me estoy
refiriendo, como no, a la célebre escena de la ducha de “Psicosis”. La mejor escena de una de las mejores pelis de Alfred Hitchcock (con permiso de “La ventana indiscreta”, “Vertigo” y “Con la muerte en los talones”) y, por ende, una de las mejores
pelis de la historia del séptimo arte. En mi caso, además, una de mis cinco (por
no decir tres) pelis preferidas.
Dicho esto poco más se me ocurre añadir que no hayáis oído
o leído en algún momento u otro sobre esta magnífica peli. Aún así, antes de
proceder a destripar la escena en
cuestión, permitidme aportar algo de información al respecto. Aunque sea a
título puramente anecdótico. Resulta curioso, por ejemplo, que tras una
producción del calibre de “Con la muerte
en los talones” (1959) a Hitchcock se le ocurriera rodar un film de bajo
presupuesto (inicialmente pensado para la televisión), en blanco y negro y con
un guión procedente de una novela de un escritor tan “conocido” como Robert Bloch. Quizás por eso, al
principio, las críticas no fueron especialmente entusiastas con “Psicosis”. Sin
embargo, la peli acabó despegando. Y lo hizo, en parte, gracias a la ingeniosa
e implacable campaña promocional orquestada por el Hitchcock, que prohibió a Anthony Perkins y a Janet Leigh conceder entrevistas antes
del estreno de la peli y que incluso prohibió al público el acceso a la platea
una vez hubiera empezado la proyección para incrementar las expectativas y —por
que no— el número de entradas vendidas. Sea como fuere, “Psicosis” acabó siendo
otro éxito más de Hitchcock y, aunque no ganó ningún Oscar, fue nominada en cuatro categorías. Entre ellas, al mejor
director, a la mejor fotografía (John L.
Russell) y a la mejor actriz de reparto (Janet Leigh). Por su parte, Leigh se resarciría ganando el Globo de Oro en la misma categoría
(actriz de reparto).
Pero bueno, dejémonos de prolegómenos y vayamos a la ducha. Bien, antes de irnos a la ducha
nos iremos a una habitación del Motel
Bates, donde Marion Crane (Janet Leigh) hace cuentas en un pequeño
cuaderno para ver como podrá retornar a su jefe los 700 dólares que ya se ha
gastado (de los 40.000) en la compra del coche. Huelga decir, por lo tanto, que
Marion está arrepentida de haber robado ese dinero y que piensa regresar al día
siguiente a Phoenix.
En un momento dado, Marion arranca la hoja del cuaderno
donde ha hecho las cuentas, la rompe en pequeños pedacitos, se levanta del
pequeño escritorio en el que se halla y se dirige al baño. Cuando entra, tira
los pedacitos de papel al inodoro y acciona el depósito de agua. Sorprendentemente,
vemos cómo Marion tira esos papelitos por el retrete e incluso oímos a la
perfección como acciona el depósito del agua. Y digo sorprendentemente porque
hasta ese momento el Código Hays prohibía con toda
rotundidad mostrar imágenes de esta índole. Sin lugar a dudas, solo existen dos
posibles explicaciones: o los nuevos tiempos empezaban a hacer mella en ese
viejo y anacrónico código o bien al mago del suspense le permitían, por así
decirlo, ciertas licencias.
Tras el momento retrete,
Marion se despoja de su bata y se mete en la bañera para darse una ducha. Una ducha que contiene un repertorio de
planos para sacarse el sombrero y que conforma, sin lugar a dudas, una escena
sublime. Magistral. Tremenda. Aún así, vayamos por partes. Primero os daré unas
cuantas cifras, os contaré algún chisme que otro y acto seguido procederemos a
analizar, si no todos los planos, sí al menos los más representativos.
La escena de la ducha dura unos 3 minutos y cuenta con 55
planos (la mayoría muy cortos) escogidos de entre 71 y 78 tomas de cámara
distintas. Para rodarla se necesitaron 7 días (imaginaos, por lo tanto, la
dificultad que entraña registrar una escena así) y está rodeada (ahora viene el
apartado de los chismes) de multitud de rumores o leyendas urbanas. La primera de ellas hace referencia a Janet
Leigh. Y es que aunque la actriz siempre ha jurado y perjurado que nadie la
dobló en la famosa escena, existen versiones bastante fiables que sostienen que,
efectivamente, fue doblada en algunas
tomas donde aparecía desnuda. Una de sus dobles
de cuerpo fue —concretamente— Marli Renfro,
una stripper de Las Vegas a quién
algunos años después se la dio por muerta a manos de un misterioso psicópata. Sin
embargo, lo cierto es que Marli Renfro está viva, tiene 78 años y vive en
California. La confusión pudo haberse debido, quizás, a que poco después del
estreno de “Psicosis” un psicópata muy parecido a Norman Bates llamado Sonny Busch empezó a matar. Y una de
sus víctimas fue —precisamente— Myra
Davis, otra de las dobles (en este caso, de vestuario) de la Leigh. Busch la violó y la mató
en 1988.
Otra de las leyendas
urbanas entorno a esta escena hace referencia a su verdadero autor. Así
pues, aunque sabemos que Saul Bass (diseñador
de títulos de crédito) estuvo junto a Hitchcock,
Tomasini y Herrmann en el set de
rodaje durante esa ajetreada semana de 1959 (del 17 al 23 de diciembre,
concretamente), no parece muy probable que su reivindicación (Bass se atribuye
la autoría de la escena amparándose, como prueba, en ese famoso storyboard que reproduce muchos de los
planos de la secuencia) sea cierta. Máxime teniendo en cuenta como era
Hitchcock, un cineasta muy trabajador y perfeccionista que acostumbraba a estar
siempre al pie del cañón. Y más aún en una peli basada en una novela más bien
mediocre cuyo máximo aliciente era, precisamente, ese asesinato en la ducha.
Por si fuera poco, se rodó en blanco y negro para que el efecto de la sangre en
la ducha (en realidad, sirope de chocolate) no fuera tan impactante y
escandaloso. En resumen: los dibujos de Bass fueron claves y contribuyeron a
que la escena quedara cojonuda, sí. Pero quién los encargó, los seleccionó y
les dio vida fue Hitchcock. Eso queda fuera de toda duda. Hasta la propia Janet
Leigh, en una entrevista posterior, confirmó que quién la dirigió en todo
momento fue Hitchcock, no Bass.
Sigamos. Otros de los temas que siempre han generado
debate respecto a esta escena ha sido la fugaz visión de un pecho de la
protagonista —por un lado— y la del cuchillo de la madre de Norman hundiéndose en la carne de Marion, por otro.
Respecto al primer tema yo diría que ese pecho no existe. Vamos, yo al menos
jamás he conseguido verlo. Ni borroso, ni de refilón. Lo más probable, por lo
tanto, es que si hubiera o hubiere habido algún pecho en pantalla en algún
momento, la censura de la época lo habría acabado detectando y, acto seguido,
prohibiéndolo. Otra cosa muy distinta es la del cuchillo clavándose en el
cuerpo (lo que se oía, en realidad, era el sonido de un cuchillo clavándose en
un melón) de la protagonista. Y es que si bien es cierto que no hay ni una sola
imagen explícita de esas cuchilladas, sí existe —en efecto— un brevísimo plano
(3 exiguos fotogramas que duran 1/8 parte de segundo) que nos muestran el
cuchillo de la señora Bates penetrando visiblemente en la piel del vientre de
Marion Crane a razón de —eso sí— una mísera pulgada. Huelga decir, por
consiguiente, que más que de un crudo plano estamos hablando, realmente, de una
imagen casi casi subliminal.
Otra de las leyendas urbanas cuenta que Hitchcock mandó
activar el agua fría de la ducha por sorpresa para que el chillido de Janet Leigh ante el ataque a cuchillo de
la señora Bates fuera más natural y
convincente. Sin embargo, la propia Janet Leigh se encargó de desmentirlo.
Según ella, Hitchcock siempre fue generoso con el agua caliente. Por otro lado,
también se dice que Janet Leigh estuvo cierto tiempo sin ducharse
(personalmente no me lo creo) y que Hitchcock recibió varias cartas de padres
indignados con él porque sus hijos —tras haber visto “Psicosis”— no querían meterse
en la ducha. Hitchcock siempre respondía igual: “¡Pues mándelo/a al tinte!”.
Dicho esto, dejémonos de chismes y leyendas urbanas y volvamos a la realidad. A que, por ejemplo,
Hitchcock quería que la escena de la ducha fuera completamente muda. Sin música
alguna, vaya. Una decisión contra la que tuvo que luchar enconadamente Bernard Herrmann y que, por fortuna,
fue finalmente desestimada por el propio Hitchcock al darse cuenta que “Asesinato”
—el terrorífico tema de su compositor que también da nombre a este spoiler— no sólo casaba a la perfección
con las imágenes de esa escena sino que les proporcionaba, al mismo tiempo, un
efecto absolutamente espeluznante. De hecho ¿alguien se imagina ahora mismo
esas imágenes sin la aterradora música de Herrmann? ¿sin esos violines, violas
y violonchelos que cortan tanto o más que el propio cuchillo de la señora Bates? No en vano, una encuesta
en Gran Bretaña dictaminó que este fragmento musical de “Psicosis” era el más aterrador de la historia del cine por encima
de bandas sonoras tan terroríficas como las de “El exorcista” o “La
profecía”. Ahí queda eso.
Comentados ampliamente chismes y anécdotas creo que ya va
siendo hora que sigamos con el análisis de la escena. Si no recuerdo mal,
habíamos dejado a Marion en el baño, metiéndose en la bañera para darse una
reparadora ducha. Una ducha que reincide en el agua como elemento a tener en
cuenta (recordemos que Marion llega al motel en plena tormenta) y que para
muchos tiene un significado claramente simbólico o metafórico (purificación de
los pecados, agua bautismal) al haber decidido nuestra protagonista regresar a
Phoenix al día siguiente y devolver el dinero.
Pues bien, lo que vamos a ver como espectadores desde que
Marion se mete en la bañera hasta que finaliza la escena propiamente dicha es
—sin lugar a dudas— una impecable y maravillosa lección de cine. En mayúsculas.
Con planos desde diversos ángulos (obviamente, dadas las reducidas dimensiones
del set, todos son primeros planos o
planos de detalle) y un montaje absolutamente magistral. Así, mientras Marion
acciona el agua de la ducha y empieza a darse jabón, hay dos planos que llaman
la atención por encima de todos los demás: uno lateral del dispersor en pleno
funcionamiento y otro, supino o nadir, que sitúa la lente de la cámara
debajo del propio dispersor sin que los chorros de agua impacten sobre ella y
la mojen. Asimismo, no deja de ser curioso que Hitchcock no rompa el eje
direccional (la cámara siempre enfoca a Marion por delante de la pared de azulejos)
hasta que la puerta del baño se abra y a través de la cortina percibamos la
imagen difusa de alguien que se acerca. Naturalmente, todo esto ya lo estamos
viendo desde el otro lado del eje. Desde la pared de azulejos, vaya. Con ello
Hitchcock nos hace partícipes de la acción y pasamos de ser simples voyeurs (mirones) a ser testigos
presenciales de lo que va a ocurrir inmediatamente.
Así pues, la escena del asesinato propiamente dicho
empieza en este preciso instante. Cuando alguien abre la cortina de la ducha
(en teoría una mujer, por la silueta a contraluz
que podemos observar) y empieza a asestarle puñaladas a nuestra protagonista a
diestro y siniestro. En este preciso instante, también, es cuando empieza a
sonar “Asesinato”, el célebre
tema musical de Bernard Herrmann.
Con sus cortantes y afilados violines, violas y violonchelos. Hasta ese momento
la música (premonitoria, eso sí) había hecho acto de presencia al principio de
la secuencia (cuando Marion hace las cuentas en el escritorio y, posteriormente,
se dirige hacia el baño) y había finalizado al entrar la protagonista en la
bañera, sustituida por el sonido del chorro del agua de la ducha.
Pero regresemos al clímax
de la escena. Durante los 20 segundos que dura el ataque mortal de esa
desconocida mujer (posteriormente sabremos que se trata del propio Norman Bates
en su papel de señora Bates) seremos
testigos de una sucesión de planos extraordinaria. De una sucesión de planos
muy cortos y muy diferentes todos ellos que le otorgan a este tramo un vigor y
un dinamismo brutales. Ideal para causar el máximo impacto visual en el
espectador y para acentuar la violencia que ya de por sí contiene implícita esta
secuencia. Treinta planos —en definitiva— desde que la asesina entra en escena hasta
que se va y diez más (mejores si cabe) como magnífico epílogo y bonus track de
una de las mejores secuencias (ya lo he dicho antes, lo sé) de la historia del
cine.
Y aunque un poquito más abajo tenéis desglosados uno por
uno los 55 planos que componen esta escena, permitidme que señale algunos detalles
que van más allá del esteticismo y de los cánones narrativos de rigor y que le
otorgan a esta pequeña obra maestra un plus de genialidad absolutamente
indiscutible.
Uno de ellos es la sucesión de planos que desembocan en la
boca de Marion Crane cuando grita. Concretamente, un primer plano amplio
seguido de un gran primer plano y, finalmente, un plano de detalle de la boca.
Tres planos que van cerrándose paulatinamente y que resultan tan cortantes como el propio cuchillo de la
asesina. Tres planos que provocan una sensación tan y tan angustiosa que —cuando
encima los solapas a esos tremendos latigazos
musicales de violas, violines y violonchelos— se convierten, sin lugar a dudas,
en el novamás del cine de
terror.
Otro aspecto a tener en cuenta es la presencia de la
asesina. Los contrapicados hacia su
silueta contribuyen a aumentar su maldad, mientras que los planos nadir o supinos de Marion expresan justamente lo contrario: fragilidad,
vulnerabilidad. Asimismo, cada vez que la cámara se sitúa en el eje direccional
entre los dos personajes, el efecto subjetivo
se hace más acusado hasta el punto de conseguir involucrar al espectador en la
acción. O lo que es lo mismo: en el asesinato. Si no recuerdo mal, creo que hay
tres planos en los que Hitchcock registra el PDV (punto de vista) de la
asesina.
Otro tipo de plano que Hitchcock usa con gran acierto es
el cenital. Y es que al margen de su
esteticismo y de la cantidad de información que suele aportar este tipo de
plano, el cenital también consigue
provocar el efecto contrario al del PDV subjetivo. Así pues, en lugar de
situarnos en la piel de alguno de los dos personajes, lo que hace el plano cenital es alejarnos de la escena. Lo
justo, al menos, para proporcionarnos un PDV más objetivo. Más genérico. Más
imparcial. Pero igualmente terrorífico, por supuesto.
No me gustaría finalizar este análisis de la escena sin
hacer hincapié en el epílogo. O lo
que es lo mismo: en el tramo que va desde que la asesina huye de la escena del
crimen y el final de la propia escena. Personalmente creo que este fragmento es
tan bueno o mejor que el del propio asesinato. Naturalmente, no es tan ágil ni
frenético. Pero sí creo que las angulaciones y los movimientos de cámara son
sublimes. Fijaos, sobre todo, en como Marion rompe la cortina en ese último y
desesperado intento por ponerse en pie (la música, agónica, también finaliza aquí) y en ese genial fundido que va del desagüe de la ducha a
ese ojo de la protagonista que va rotando suavemente a la vez que la cámara se
aleja y va abriendo la imagen para mostrarnos la cabeza de Marion con los ojos
abiertos y sin parpadear en el suelo (lo suyo le costaría, puesto que la ducha
seguía abierta) como motivo central. Todo ello —insisto— con el continuo sonido
del chorro de agua de la ducha. Magistral.
La escena acaba con una última toma que va desde la cabeza
de Marion en el suelo a la mesilla de la habitación donde se halla el fajo de dinero
envuelto en papel de periódico.
Y poco más. Quizás reivindicar el gran trabajo en el
montaje de esta escena a cargo de George
Tomasini y recordaros —como ya os he comentado anteriormente— que a
continuación tenéis a vuestra disposición el desglose de los 55 planos que
componen esta secuencia para que le echéis un vistazo si os apetece.
DESGLOSE DE LA ESCENA EN PLANOS:
PM: Plano Medio
PD: Plano Detalle
PA: Plano Americano
PP: Primer Plano
PDV: Punto De Vista. Plano Subjetivo
GPP: Gran Primer Plano
PPA: Primer Plano Amplio
PDA: Plano Detalle Amplio
PDC: Plano Detalle Corto
1. PM A la altura de sus ojos. Marion Crane sentada
escribiendo.
2. PD Cuaderno con mano haciendo cuentas.
3. PM Marion Crane sentada escribiendo. Como 1. Deja de
escribir, arranca la hoja y la hace añicos. Va hacia el cuarto de baño. Corte
al atravesar la puerta.
4. PA Marion enmarcada por la puerta, vista desde fuera
del baño. Corte inclinándose para tirar los papeles al inodoro.
5. PD Contrapicado, inodoro y mano arrojando los papeles.
6. PP Marion accionando el depósito, cerrando la puerta, dirigiéndose
hacia la ducha y quitándose la ropa.
7. PD Ropa dejada encima del inodoro y piernas de Marion
entrando a la bañera y cerrando la cortina. Termina la música premonitoria.
8. PM Lateral. Marion desde fuera de la bañera. Corte
cuando se esta incorporando.
9. PPA Frontal. Marion desde dentro de la bañera.
10. PD Frontal. Ducha con agua.
11. PPA Lateral. Marion desde dentro de la bañera con la
mano extendida sobre el agua.
12. PPA Lateral. Marion desde dentro de la bañera recoge
el brazo. Leve cambio de angulación y un leve acercamiento en el tamaño del
plano.
13. PD Lateral. Ducha expende agua hacia la derecha.
14. PPA Marion recibiendo agua desde la parte izquierda.
15. PPA Marion recibiendo agua por la izquierda.
Encuadrada en el cuadrante inferior derecho. Cortina de fondo. Se ve que entra
alguien por la puerta. Cámara hacia delante. La cortina se abre y PPA asesina.
A la vez que abre la cortina, empieza la inquietante música de violines.
16. PPA Marion girándose reaccionando.
17. GPP Marion gritando.
18. PD Boca abierta.
19. PPA Contrapicado ¾. Asesina asestando puñaladas.
20. PPA Marion apoyada en la pared recibiendo puñaladas.
21. PM PDV asesina.
22. PD Subiendo la mano.
23. PM Cenital, a dos.
24. PP Marion gritando.
25. PM Cenital. Marion y cuchillo. Más cerrado que 23.
26. PP Marion gritando.
27. PM Cenital. Marion y cuchillo, como 25.
28. PM PDV asesina, como 21.
29. GPP Marion. Sale de campo hacia la izquierda.
30. GPP PDV asesina.
31. PP Marion moviendo la cabeza hacia la derecha.
32. GPP PDV asesina, como 30.
33. PP Marion, como 31.
34. PD vientre plano de Marion y cuchillo entrando por
arriba.
35. PP Marion, como 33.
36. PD Contrapicado. Brazo apuñalado.
37. PD Cuerpo apuñalado.
38. GPP Marion.
39. PD Cenital. Pies de Marion en bañera y sangre
corriendo.
40. PP Marion girándose.
41. PP Marion recibiendo puñaladas.
42. PD Cenital. Pies de Marion en bañera, como 39.
43. PD Sombra de una mano en azulejos y cuello de Marion.
44. PM Desde dentro de la bañera, asesina saliendo del
cuarto de baño. La ducha sigue en funcionamiento.
45. PD Mano en azulejos. Se suma música dramática.
46. PPA Marion dejándose caer hasta sentarse. Estira
la mano.
47. PD Mano agarrando cortina.
48. PG Cenital. Marion agarrando cortina para levantarse.
49. PD Cortina rompiéndose.
50. PPA Desde el suelo, Marion cayendo.
51. PD Frontal. Ducha en funcionamiento.
52. PDA Pies en bañera y sangre corriendo a PDC desagüe.
53. PDC Ojo Marion a PP Marion con la cabeza en el suelo.
54. PD 3/4 Ducha.
55. PP Marion, como 53, a PD periódico (y lo que ello conlleva) en
la mesilla de la habitación. En realidad no es todo una toma, pero, al igual
que en su magnífica película "La soga", lo han tratado de ocultar al
cruzar la puerta.
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