El último tren de Gun Hill (Last train from Gun Hill)
Estados
Unidos, 1959
Director:
John Sturges
Guión:
James Poe. Basado en una obra de Les Crutchfield
Fotografía:
Charles Lang
Música:
Dimitri Tiomkin
Intérpretes:
Kirk Douglas (Matt Morgan)
Anthony Quinn (Craig Belden)
Carolyn Jones (Linda)
Earl Holliman (Rick Belden)
Brad Dexter (Beero)
Brian Hutton (Lee Smithers)
Ziva Rodann (Catherine Morgan)
Bing Russell (Skag)
SINOPSIS:
Tras
el asesinato de su esposa, el sheriff Matt
Morgan se dirige en tren a Gun Hill para
detener a los culpables. Su única pista es una silla de montar con las
iniciales de Craig Belden, un viejo
amigo que vive allí. Cuando llega a Gun Hill, Morgan descubre que uno de los
asesinos es, precisamente, el hijo de su amigo. Con toda la ciudad en su contra
—Belden es el cacique local— Morgan no se irá hasta que consiga arrestar a los
culpables y llevárselos consigo en el último tren: el de las nueve.
Elegir una sola escena para conmemorar el
cumpleaños número 100 de Kirk Douglas
no es —sin lugar a dudas— tarea fácil. No en vano estamos hablando de un mito
viviente, de uno de los mejores actores de la época dorada de Hollywood
con cerca de 100 películas en su haber y un buen puñado de obras maestras. Como
“Cautivos del mal”, “Senderos de gloria” o “Espartaco” por citar tan solo tres sencillos
ejemplos. Aún así, puesto que me apetecía un montón volver al western y hacía tiempo que le tenía
ganas a “El último tren de Gun Hill”,
la elección del spoiler de hoy ha
sido relativamente fácil.
Naturalmente, la peli de John Sturges tiene varias escenas
memorables. A bote pronto se me ocurre la de la violación y posterior asesinato
de la esposa de Morgan, algunos espléndidos diálogos entre Morgan y varios
ciudadanos de Gun Hill o,
evidentemente, la del emocionante duelo final entre Morgan y Belden en la
estación.
La escena del spoiler de hoy no es, sin embargo, ninguna de ellas. Pero sí es,
por supuesto, mi preferida. Entre otras cosas porque refleja a la perfección
una de las grandes virtudes, a mi juicio, de esta película: la tensión. Una
tensión que va creciendo poco a poco y por momentos hasta volverse
absolutamente insoportable. Aún así, lo que finalmente me ha empujado a elegir
la escena que figura en el título de este spoiler
ha sido, sobre todo, el extraordinario tour
de force interpretativo de sus dos protagonistas: Kirk Douglas y Anthony Quinn.
O lo que es lo mismo: Matt Morgan y Craig Belden. Me estoy refiriendo, como
no, a la tensa escena del reencuentro entre Matt y Craig en el rancho del
segundo.
Antes de meterme de lleno en la mencionada escena,
sin embargo, permitidme ya de paso que reivindique un poquito la figura de John
Sturges. Fundamentalmente porque —a pesar de su innegable condición de
especialista en el género del western—
Sturges siempre fue considerado poco más que un hábil artesano. Y precisamente
por ello considero que ya va siendo hora que a un cineasta tan preocupado por la
puesta en escena, a un cineasta tan preocupado por el uso de la luz, el color y
el scope, a un cineasta tan
preocupado por el ritmo y la tensión narrativa se le reconozca como lo que fue:
un autor. Sobre todo cuando pelis como “Conspiración
de silencio” (1955), “Duelo de
titanes” (1957), “Los siete
magníficos” (1960) o “La gran
evasión” (1963), por ejemplo, así lo certifican.
Pero bueno, dejémonos de prolegómenos y
vayamos a la escena en cuestión. Una secuencia, por cierto, que ya de por sí es
suficientemente explícita gracias a la elocuente conversación mantenida entre Matt Morgan (Kirk Douglas) y Craig Belden
(Anthony Quinn), sus dos
protagonistas. Así pues, lo que un servidor va a hacer con esta escena,
simplemente, es comentarla muy por encima. Intentando describir —tan sólo—
algunos detalles o gestos que por fuerza escapan al diálogo entre estos dos
viejos amigos.
La escena del spoiler de hoy empieza, pues, con la llegada de Craig Belden y Beero (Brad Dexter), su capataz, al rancho del primero. En él aguarda Matt
Morgan, quien ha venido a devolverle a Belden una silla de montar con sus
iniciales. El quid de la cuestión
radica en que la mencionada silla es la única pista que Matt dispone acerca de
los asesinos de su mujer. Naturalmente, Morgan cree que alguien ha robado el
caballo con la silla de Belden y, a posteriori, ha cometido el crimen. Por su
parte, Belden cree que quien le espera para devolverle la silla es el propio
ladrón o alguien que desea obtener con esa devolución algún tipo de recompensa.
Lo primero que vemos, en cualquier caso, es un pequeño carruaje y la silla de
montar de Belden frente a la puerta del rancho del cacique.
Craig Belden: “Lleva la silla al cuarto de
arreos”
Beero:
“¿Me necesita, Sr. Belden?”
Craig Belden: “No. Y di que la limpien”
Craig Belden: “¿Matt?”
Matt Morgan: “Hola, Craig”
Craig Belden: “¡Matt Morgan! ¡Y yo que venía a
pegarle una paliza a un cuatrero! ¡No cambiaría esto por nada!”
Matt Morgan: “Te he traído tu silla”
Craig Belden: “Ya lo veo ¿Dónde la encontraste?”
Matt Morgan: “Muy lejos de tu casa. En Pawley”
Craig Belden: “¿Cogiste a los ladrones?”
Matt Morgan: “Lo haré”
Craig Belden: “Seguro. Venga, pasa. Tenemos muchos
tragos que recuperar”
Toda esta parte transcurre en la antesala
del despacho de Craig Belden. El saludo entre ambos es franco, cálido y
sincero. Se nota que fueron grandes amigos, que hace tiempo que no se ven y que
realmente se alegran de reencontrarse. Acto seguido ambos entran al ostentoso y
recargado despacho de Craig. Un despacho verdaderamente barroco: con una gran
lámpara, sillones de cuero, lujosos muebles, candelabros, alfombras, cuadros,
cornamentas y cabezas de animales disecados en las paredes, una gran chimenea… A
la suntuosidad del despacho me gustaría añadir también la impresionante
saturación de colores que evidencia la fotografía del gran Charles Lang Jr. Me recordó enormemente al predominio de los tonos
rojizos del despacho del Capitán Wade
Hunnicutt (Robert Mitchum) en “Con él llegó el escándalo” (1960), de Vincente Minnelli. En ambos casos, tanto
la puesta en escena como el cromatismo responden —a mi juicio— a connotaciones
de clara simbología sexual dominante. Así pues, tanto Belden como Hunnicutt son
cazadores, depredadores. Machos Alfa, vaya.
Matt Morgan: “Muchos años, Craig”
Craig Belden: “Sí ¿Qué te parece, eh? No está
mal para un viejo trotamundos”
Matt Morgan: “No has cambiado. Excepto en
esto”
Craig Belden: “Al diablo con esto. Toma.
Brindemos por los viejos tiempos y la amistad ¿Sabes, Matt? Creo que no he
tenido ningún amigo desde que nos separamos. Los tengo… pero a sueldo, desde luego.
Anda, siéntate. Vaya, vaya… ¿Quién diría que te vería convertido en un sheriff?
Matt Morgan: “Me di cuenta de que el otro
lado no valía la pena”
Craig Belden: “¡Por la ley! Matt, ojalá te
hubieras unido a mí. Tengo toda esta zona controlada. Pero todavía puedes ser mi
socio”
Matt Morgan: “No, gracias. Me gusta lo que
hago”
Craig Belden: “Tengo todo lo que quiero pero a
una sola persona fiel, mi hijo Rick. Mi mujer murió”
Matt Morgan: “No lo sabía”
Craig Belden: “Hace nueve años. Así es la vida.
Trabajas toda la vida por algo y un día, de repente, la razón por la que la que
trabajabas ya no está… Te pongo otro”
Hasta este momento todo transcurre con
normalidad. Como ya hemos comentado, Matt y Craig son dos buenos amigos que se
han reencontrado tras muchos años sin verse y —obviamente— lo que hacen al
volverse a ver es hablar y echar un trago con total y absoluta cordialidad. Naturalmente,
Craig se muestra más espontáneo y efusivo que Matt. Para él ese reencuentro constituye
una simple casualidad. Como si el destino hubiera querido reunirles de nuevo
sin otro propósito que el de tomarse unos tragos y ponerse al día. Pero Matt no
está ahí por esa razón. Y eso se nota en su cara, en sus gestos, en sus
palabras. Se le nota algo cohibido, algo forzado. No en vano Matt está ahí para
indagar quién puede haber violado y asesinado a su esposa. De ahí ese curioso gesto
con la mano cubriéndose el rostro cuando empieza su particular interrogatorio. Poco
a poco observaremos como la expresión de su rostro va cambiando. La de él y la
de Craig, por supuesto. Y es que a medida que cada uno de ellos va sacando sus
propias conclusiones, la tensión va en aumento.
Matt Morgan: “Craig, cuéntame lo de la silla
de montar”
Craig Belden: “Rick la cogió prestada. Iba a
Dodge City con su amigo, Lee. De regreso, pararon en Pawley a tomar algo. Cuando
salieron, habían desaparecido los caballos y mi silla también”
Matt Morgan: “¿Qué día pasó?”
Craig Belden: “Veamos… El domingo pasado”
Matt Morgan: “El día que mataron a mi mujer”
Craig Belden: “¿Tu mujer?”
Matt Morgan: “Los que robaron tu silla, asesinaron
a mi mujer. Por eso los busco”
Craig Belden: “Vaya… Lo siento, Matt. Y yo preocupado
por unos malditos caballos… Con razón los estás buscando. Sabes dónde estoy si
necesitas algo. Cuenta conmigo”
Matt Morgan: “Estuve en la oficina todo el
día, el día que ocurrió. Es raro que tu hijo no denunciara el robo de los
caballos”
Craig Belden: “Ni se le habrá ocurrido. Aquí
nadie acude al sheriff. Todos vienen a mí”
Matt Morgan: “Ya…”
Craig Belden: “¿Tienes alguna pista? Podrían
entrar aquí y no sabrías quiénes son”
Matt Morgan: “No conocería a los dos. Pero...
a uno sí”
Craig Belden: “Muy bien ¿Cómo?”
Matt Morgan: “Mi mujer le cruzó el rostro con
el látigo. Petey estaba ahí”
Craig Belden: “¿Petey?”
Matt Morgan: “Yo también tengo un hijo. Tiene
nueve años y estaba ahí, Craig. Petey dijo que le abrió la mejilla hasta el
hueso”
Craig Belden: “Bueno, eso ya es algo”
Matt Morgan: “Un corte así dejará la marca durante
algún tiempo”
Y yo diría que en este preciso instante es
cuando empieza lo que podríamos considerar propiamente como el clímax de la escena. Básicamente porque
el detalle de la marca del latigazo en el rostro del asesino que saca a relucir
Matt desvela en Craig cualquier duda: definitivamente, su vástago es el asesino
de la esposa de su amigo. Una revelación que hace mella en su rostro y que lo
empuja a actuar nerviosamente, sirviéndose whisky y encendiéndose un cigarro a
continuación. Naturalmente, Matt se da cuenta de su inquietud. Y con ello, de
que sus más terribles sospechas son ciertas. Aún así, necesita una confirmación
definitiva. Una confesión. Y debido a ello, sigue interrogándole.
Craig Belden: “Sí, supongo que sí”
Matt Morgan: “Creo que debería hablar con tu
hijo y su amigo”
Craig Belden: “No están. Pero no podrán
contarte más de lo que me han contado a mí. Estaban en un bar en Pawley y les
robaron los caballos. Eso es todo”
Matt Morgan: “¿Eso es lo que te ha dicho tu
hijo?”
Craig Belden: “Es lo que me dijeron ambos”
Matt Morgan: “¿Cuál de los dos tiene el
corte, Craig?”
Craig Belden: “¿Qué?”
Y este vendría a ser el punto más álgido
del clímax. Cuando Craig, que no ha
parado de moverse en toda la escena, se sienta en una butaca y Matt, que ha
estado sentado durante toda la conversación, se levanta y pronuncia muy clara y
lentamente una frase que, sin lugar a dudas, incrimina a uno de los dos
vaqueros de Belden.
Matt Morgan: “La marca que le dejó mi mujer antes
de que la violaran y la mataran”
Craig Belden: “¿De qué estás hablando?”
Matt Morgan: “Tu hijo. Es un mentiroso”
Craig Belden: “Matt...”
Matt Morgan: “¡Miente! Tenemos dos bares en Pawley. Ninguno abre los domingos”
Craig Belden: “Lo habré entendido mal. Quizá no
fuera el domingo...”
Matt Morgan: “¿Quién tiene el corte, Craig? Fue
tu hijo ¿verdad?”
Craig Belden: “No, Matt”
Matt Morgan: “¡Fue él!”
Craig Belden: “No, Matt. No fue él”
Matt Morgan: “Lo
averiguaré, Craig. Aunque tarde años, lo encontraré. Y todavía tendrá ese
corte”
Craig Belden: “¿Y si los localizo yo por ti?”
Matt Morgan: “Me los llevaría a Pawley. Irían
a juicio por violación y asesinato”
Hasta este momento hemos asistido al típico
juego de plano y contraplano entre dos interlocutores: uno sentado y el otro, de
pie. Primero Matt sentado y Craig de pie y, a continuación, al revés. Pero a
partir de aquí hasta el final de la escena contemplaremos a los dos hombres de
pie, frente a frente. Douglas vs. Quinn o Quinn vs. Douglas. Dos monstruos de
la interpretación cara a cara. Matt haciéndole saber a su amigo que detendrá a
su hijo cueste lo que cueste. Que lo llevará hasta el juez para que caiga sobre
él todo el peso de la ley. Y Craig dejándole muy claro a su amigo que no va a
permitir que arreste a su hijo. La ley por un lado y la familia por el otro. Un
enfrentamiento con aroma a tragedia
clásica que ya nos anticipa que uno de los dos, sin lugar a dudas, va a
salir perdiendo.
Craig Belden: “Matt, eres mi mejor amigo. Haría
lo que fuera por ti. Pero deja en paz al chico. Estamos hablando de mi hijo”
Matt Morgan: “No, Craig. Estamos hablando de
mi mujer”
Craig Belden: “¡No toques al chico! El sheriff y
todo el pueblo me pertenecen. Te irás en el próximo tren, Matt”
Matt Morgan: “De acuerdo, Craig. El último
tren sale a las nueve. Me iré en él. Pero vendrán dos hombres conmigo. Y uno de
ellos llevará un corte en la cara”
Lo dicho, pues: una escena de gran tensión
dramática magistralmente orquestada por John
Sturges, con unos espléndidos diálogos a cargo de James Poe y —por supuesto— un monumental duelo interpretativo gentileza
de un par de colosos: Kirk Douglas y
Anthony Quinn; dos actores que ya
habían coincidido en “Ulises” (1954),
de Mario Camerini y Mario Bava, y “El loco del pelo rojo” (1956), de Vincente Minnelli, y que —como no podía ser de otro modo— nos
ofrecen en “El último tren de Gun Hill”
una auténtica lección de cómo componer un personaje de fuerte carácter. Llámese
Matt Morgan o llámese Craig Belden.
Aún así, el que acaba de cumplir 100 años y
sigue vivo es Kirk Douglas. Y aunque
Anthony Quinn siempre me ha gustado muchísimo y en esta peli está francamente
soberbio, el homenaje de hoy va —como no— para el hombre del hoyuelo. Para él, para
Matt Morgan, Doc Holliday, Jonathan
Shields, Vincent Van Gogh, Einar, Espartaco, Chuck Tatum, Midge Kelly, Jack Burns, Paris Pitman,
Ned Land, el Coronel Dax y para tantos otros. Muchas Gracias, Issur Danielovitch Demsky. Muchas
gracias, Mr. Douglas.
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