dijous, 29 de desembre del 2016

“¡A NADAR!” (Tiburón, 1975. Steven Spielberg)


Tiburón (Jaws)

Estados Unidos, 1975

Director: Steven Spielberg

Guión: Peter Benchley y Carl Gottlieb. Basado en una obra de Peter Benchley

Fotografía: Bill Butler

Música: John Williams

Intérpretes:

Roy Scheider (Martin Brody)
Robert Shaw (Quint)
Richard Dreyfuss (Matt Hooper)
Lorraine Gary (Ellen Brody)
Murray Hamilton (Alcalde Larry Vaughn)
Carl Gottlieb (Meadows)
Jeffrey C. Kramer (Alguacil Hendricks)
Susan Backlinie (Chrissie Watkins)
Jonathan Filley (Cassidy)
Chris Rebello (Michael Brody)


SINOPSIS: Amity Island, un pequeño pueblo turístico de la costa de Nueva Inglaterra, se ve de repente amenazado por la presencia en sus tranquilas aguas de un peligroso tiburón responsable de la muerte de una chica y un niño. Aunque el jefe de policía Martin Brody intenta cerrar las playas para evitar más víctimas mortales, el alcalde Larry Vaughn no está dispuesto a que el pánico afecte al negocio turístico de la zona e impide el cierre. Nuevos ataques del escualo, sin embargo, obligarán a que Brody, Quint (un veterano cazatiburones) y Matt Hooper (un prestigioso oceanógrafo) aúnen esfuerzos para intentar darle caza. 



Por primera vez desde que me dedico a diseccionar escenas me he decidido por fin a incluir unos títulos de crédito (o secuencia de apertura) en un spoiler. Y no porque no me gusten —todo lo contrario— sino porque siempre he considerado los títulos de crédito (cuando son buenos, por supuesto) como una especie de entidad autónoma dentro de la película. No sé, como algo con vida propia. Como una tarjeta de presentación. Como una primera toma de contacto del director con su público. Y quizás por eso mismo no me apetecía mezclarlos con lo que son escenas o secuencias propiamente dichas.



En esta ocasión, sin embargo, me he visto casi obligado. Y no porque los títulos de crédito de “Tiburón” me parezcan especialmente originales sino porque contienen, sin lugar a dudas, uno de los componentes más importantes de esta película: el mítico main theme musical compuesto por John Williams. Un tema musical que imprime muchísima tensión y suspense al entramado argumental de la peli y que se fundamenta —curiosamente— en uno de los ostinato más escuetos y minimalistas de la historia del cine.



Antes de entrar a destriparos la escena en cuestión me gustaría, sin embargo, hacer hincapié en algunos aspectos importantes de esta peli. El primero —la BSO de Williams— ya lo hemos comentado. Pero, naturalmente, hay más. Y es que con “Tiburón” nos estamos refiriendo, para empezar, al primer taquillazo de Steven Spielberg, el Rey Midas de Hollywood. Un joven cineasta que había debutado cuatro años antes con “El diablo sobre ruedas” y que emprende, con “Tiburón”, su proyecto más ambicioso. Y aquí quería llegar: a la envergadura de la peli. A las dificultades con el guión de Benchley y Gottlieb, a los contratiempos con Bruce (la réplica mecánica del escualo), a los problemas de presupuesto y calendario, a todas las metáforas (acertadas o no) construidas entorno al legendario monstruo… La verdad es que el rodaje de “Tiburón” fue tan accidentado que el producto resultante podría haber sido —por qué no— un gran fracaso. Pero no lo fue. “Tiburón” gozó de un impacto mediático tan tremendo (sólo en Estados Unidos se estrenó en más de 450 salas al mismo tiempo) que su éxito fue absolutamente arrollador. Y no sólo a nivel de público (las colas en los cines eran interminables) sino también a nivel de crítica. De ahí su condición de película más taquillera de la historia del cine (hasta el estreno de “La guerra de las galaxias” en 1977) y, obviamente, sus múltiples premios. Con Globos de Oro, BAFTA y sus tres Oscars, por supuesto. Concretamente, de montaje, sonido y BSO.



Pero bueno, vayamos a la escena. O mejor dicho: al opening o secuencia de apertura que incluye los títulos de crédito iniciales de “Tiburón”. Lo primero que me gustaría advertir es que el susodicho opening dura muy poquito: poco más de un minuto concretamente. Un periodo de tiempo, sin embargo, más que suficiente para mostrar algunos de los nombres más relevantes de la ficha técnica y artística y que, por cierto, se corta abruptamente en el clímax o punto más álgido de la composición musical, coincidiendo con el último golpe de cuerda del famoso ostinato de John Williams. Hasta ese momento, lo que hemos podido ver es un fondo negro (y, a continuación, la imagen de un fondo marino) con los nombres o títulos (según estricto orden de aparición) siguientes: A Zanuck/Brown Production; Roy Scheider, Robert Shaw, Richard Dreyfuss; Jaws; Co-starring Lorraine Gary; Murray Hamilton, Carl Gottlieb, Jeffrey C. Kramer, Susan Backlinie; Music by John Williams y Film Editor Verna Fields.



Aún así, me gustaría puntualizar que la música propiamente dicha empieza a sonar muy poco antes de que aparezca el título original de la película (“Jaws”: algo así como “fauces” o “mandíbulas”) y que la subyugante imagen del fondo marino también aparece por primera vez en este preciso instante. Antes de eso lo único que vemos en pantalla es el nombre de la productora y de los tres protagonistas principales sobre un fondo negro mientras escuchamos, al mismo tiempo, un extraño e inquietante sonido submarino.

En cualquier caso, lo dicho: el opening es correcto y efectivo desde un punto de vista estrictamente formal. Pero tampoco es nada del otro mundo, la verdad. Lo que sí resulta del todo desasosegante y excepcional es —sin lugar a dudas— la banda sonora. Sobre todo, el main theme del film. Y es que cuando alguien consigue meterte el miedo en el cuerpo en menos de treinta segundos no queda otra —como mínimo— que decirlo alto y claro. Faltaría más. Así pues, chapeau, John Williams. Gracias por una BSO tan tremenda y, por supuesto, por todo tu legado cinematográfico (“E.T.”, “Superman”, “Star Wars”, “Indiana Jones” y tantas otras).

Superados los títulos de crédito, pues, entramos de inmediato en la escena propiamente dicha. Una escena que, pese a no contar con el main theme de Williams, me parece igualmente magistral. En primer lugar porque siempre me han gustado las pelis que empiezan con fuerza. Con una escena potente, vibrante, intensa. Y en segundo lugar porque Spielberg la narra y, por lo tanto, la resuelve con gran pulso, elegancia y sentido del suspense.





Así pues, lo primero que observamos es un grupo de jóvenes en la playa —de noche— alrededor de una hoguera. Como podréis deducir se trata de una fiesta informal. Y eso conlleva que los chicos beban, fumen, hablen y se besen. Obviamente, siempre está el que toca una guitarra o una harmónica. En cualquier caso se trata de una fiesta plácida, agradable, tranquila. De una fiesta hippy, vaya. Y aunque el lugar donde acontece todo ello es, en la ficción, Amity Island (un pequeño pueblo turístico de la costa de Nueva Inglaterra) la localización real de esta escena es, concretamente, la isla de Martha’s Vineyard, en Massachusetts.  



Todo ello nos lo muestra Spielberg a través de un lento travelling de izquierda a derecha que finalmente se detiene ante el rostro de Cassidy (Jonathan Filley), un apuesto melenitas que no deja de mirar —mientras bebe y fuma— a Chrissie (Susan Backlinie), nuestra rubia, bella y desgraciada protagonista. Paralelamente, continúan los títulos de crédito. Concretamente con los siguientes nombres: Director of Photography Bill Butler; Screenplay by Peter Benchley and Carl Gottlieb, Based upon the Novel by Peter Benchley; Produced by Richard D. Zanuck and David Brown y Directed by Steven Spielberg.




Tras el pertinente intercambio de miradas, Cassidy se levanta y se dirige hacia Chrissie, que se encuentra algo apartada del grupo. Sin apenas tiempo a establecer ningún tipo de conversación, Chrissie se levanta y empieza a correr paralelamente a una especie de empalizada que separa las dunas de la playa. Mientras corre, va despojándose de sus ropas hasta quedar totalmente desnuda. Cassidy la sigue a cierta distancia. Sin lugar a dudas, charlar, correr y quitarse la ropa cuando uno va borracho no parece tarea fácil.



Cassidy: “¿Cuál era tu nombre?”

Chrissie: “¡Chrissie!”

Cassidy: “¿A dónde vamos?”

Chrissie: “¡A nadar!”

Cassidy: “¡Espera! ¡Más despacio! ¡No estoy borracho! ¡Ya voy! ¡Espera! ¡Puedo nadar! Solo que… ¡No puedo caminar y desvestirme!”



Chrissie: “¡Entra al agua!”

Cassidy: “¡Con calma, con calma!”



Hasta aquí todo resulta plácido y divertido. Incluso romántico diría yo. Mientras Chrissie nada tranquilamente en un mar que parece un verdadero estanque, Cassidy intenta quitarse la ropa en la orilla para poder meterse en el agua y chapotear junto a su nueva amiga. La noche es espléndida y las últimas luces del día aún pueden verse a lo lejos.



Sin embargo, lo que parecía una tranquila y apacible noche de verano se transforma de repente en una verdadera pesadilla cuando Chrissie recibe un brusco tirón que la hunde momentáneamente. Antes de que eso ocurra, la única pista de la que disponemos como espectadores es un espléndido contrapicado submarino (a modo de cámara subjetiva para más señas) que nos muestra como algo va acercándose poco a poco hacia Chrissie desde las silenciosas profundidades del Océano Atlántico. Y aunque —como suele decirse— “siempre resulta mejor sugerir que mostrar”, en este caso específico la ausencia de Bruce en la escena fue debida —en realidad— a razones puramente mecánicas. Una ausencia que en este tramo de la película, por cierto, no se acusa en absoluto. Es más, el propio Spielberg admitió más tarde que no mostrar al tiburón en la primera escena fue todo un acierto puesto que con ello la sensación de suspense o de terror hitchcockiano resultó, verdaderamente, mucho más acusada.



Pero volvamos a la escena. Habíamos dejado a Chrissie en el agua víctima de un primer tirón. A partir de aquí lo que veremos serán planos alternos de Chrissie zarandeada a diestro y siniestro por el escualo y planos de Cassidy tumbado en la orilla completamente borracho sin enterarse de nada en absoluto. Un último tirón, con el mar en calma acto seguido, deja bien claro que Chrissie ha sido definitivamente engullida por el, hasta ese momento, hipotético tiburón.    




Chrissie: “¡Ayúdame!”

Cassidy: “¡Ya voy, ya voy!”

Chrissie: “¡Duele! ¡Ay Dios mío, ay Dios mío! ¡Ay Dios mío! ¡Ay, Dios! ¡No, por favor! ¡Dios, por favor, ayúdame!”

En resumen: una secuencia de apertura con títulos de crédito incluidos absolutamente magistral. Bien narrada, bien estructurada y bien rodada. Como en Spielberg es habitual, vaya. Con su impactante y ya comentado toque musical, con la extraordinaria fotografía de Bill Butler (nunca resulta fácil rodar de noche) y con esa gestión del suspense tan —pretendidamente o no— hitchcockiana. Una gran escena, en definitiva, que acojonó a toda una generación (la mía al menos) cada vez que nos metíamos en el agua.









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