Tiburón (Jaws)
Estados Unidos, 1975
Director: Steven
Spielberg
Guión: Peter
Benchley y Carl Gottlieb. Basado en una obra de Peter Benchley
Fotografía: Bill
Butler
Música: John
Williams
Intérpretes:
Roy Scheider (Martin
Brody)
Robert Shaw (Quint)
Richard Dreyfuss
(Matt Hooper)
Lorraine Gary (Ellen
Brody)
Murray Hamilton (Alcalde
Larry Vaughn)
Carl Gottlieb
(Meadows)
Jeffrey C. Kramer (Alguacil
Hendricks)
Susan Backlinie
(Chrissie Watkins)
Jonathan Filley
(Cassidy)
Chris Rebello
(Michael Brody)
SINOPSIS: Amity Island, un
pequeño pueblo turístico de la costa de Nueva Inglaterra, se ve de repente amenazado por
la presencia en sus tranquilas aguas de un peligroso tiburón responsable de la
muerte de una chica y un niño. Aunque el jefe de policía Martin Brody intenta cerrar las playas para evitar más víctimas
mortales, el alcalde Larry Vaughn no
está dispuesto a que el pánico afecte al negocio turístico de la zona e impide
el cierre. Nuevos ataques del escualo, sin embargo, obligarán a que Brody, Quint (un veterano cazatiburones) y Matt Hooper
(un prestigioso oceanógrafo) aúnen esfuerzos para intentar darle caza.
Por primera vez desde que me dedico a diseccionar escenas me
he decidido por fin a incluir unos títulos de crédito (o secuencia de apertura)
en un spoiler. Y no porque no me
gusten —todo lo contrario— sino porque siempre he considerado los títulos de
crédito (cuando son buenos, por supuesto) como una especie de entidad autónoma
dentro de la película. No sé, como algo con vida propia. Como una tarjeta de
presentación. Como una primera toma de contacto del director con su público. Y
quizás por eso mismo no me apetecía mezclarlos con lo que son escenas o
secuencias propiamente dichas.
En esta ocasión, sin embargo, me he visto casi obligado. Y
no porque los títulos de crédito de “Tiburón”
me parezcan especialmente originales sino porque contienen, sin lugar a dudas,
uno de los componentes más importantes de esta película: el mítico main theme musical compuesto por John Williams. Un tema musical que
imprime muchísima tensión y suspense al entramado argumental de la peli y que
se fundamenta —curiosamente— en uno de los ostinato
más escuetos y minimalistas de la historia del cine.
Antes de entrar a destriparos la escena en cuestión me
gustaría, sin embargo, hacer hincapié en algunos aspectos importantes de esta
peli. El primero —la BSO
de Williams— ya lo hemos comentado. Pero, naturalmente, hay más. Y es que con
“Tiburón” nos estamos refiriendo, para empezar, al primer taquillazo de Steven
Spielberg, el Rey Midas de
Hollywood. Un joven cineasta que había debutado cuatro años antes con “El diablo sobre ruedas” y que
emprende, con “Tiburón”, su proyecto más ambicioso. Y aquí quería llegar: a la
envergadura de la peli. A las dificultades con el guión de Benchley y Gottlieb, a
los contratiempos con Bruce (la réplica mecánica del
escualo), a los problemas de presupuesto y calendario, a todas las metáforas
(acertadas o no) construidas entorno al legendario monstruo… La verdad es que el rodaje de “Tiburón” fue tan
accidentado que el producto resultante podría haber sido —por qué no— un gran
fracaso. Pero no lo fue. “Tiburón” gozó de un impacto mediático tan tremendo (sólo
en Estados Unidos se estrenó en más de 450 salas al mismo tiempo) que su éxito
fue absolutamente arrollador. Y no sólo a nivel de público (las colas en los
cines eran interminables) sino también a nivel de crítica. De ahí su condición
de película más taquillera de la historia del cine (hasta el estreno de “La guerra de las galaxias” en 1977) y,
obviamente, sus múltiples premios. Con Globos
de Oro, BAFTA y sus tres Oscars, por supuesto. Concretamente, de montaje,
sonido y BSO.
Pero bueno, vayamos a la escena. O mejor dicho: al opening o secuencia de apertura que
incluye los títulos de crédito iniciales de “Tiburón”. Lo primero que me
gustaría advertir es que el susodicho opening
dura muy poquito: poco más de un minuto concretamente. Un periodo de tiempo,
sin embargo, más que suficiente para mostrar algunos de los nombres más
relevantes de la ficha técnica y artística y que, por cierto, se corta
abruptamente en el clímax o punto más
álgido de la composición musical, coincidiendo con el último golpe de cuerda
del famoso ostinato de John Williams. Hasta ese momento, lo
que hemos podido ver es un fondo negro (y, a continuación, la imagen de un
fondo marino) con los nombres o títulos (según estricto orden de aparición)
siguientes: A Zanuck/Brown Production;
Roy Scheider, Robert Shaw, Richard
Dreyfuss; Jaws; Co-starring Lorraine Gary; Murray Hamilton, Carl Gottlieb, Jeffrey C. Kramer,
Susan Backlinie; Music by John Williams y Film Editor Verna Fields.
Aún así, me gustaría puntualizar que la música propiamente
dicha empieza a sonar muy poco antes de que aparezca el título original de la
película (“Jaws”: algo así como “fauces” o “mandíbulas”) y que la subyugante imagen del fondo marino también
aparece por primera vez en este preciso instante. Antes de eso lo único que vemos
en pantalla es el nombre de la productora y de los tres protagonistas
principales sobre un fondo negro mientras escuchamos, al mismo tiempo, un
extraño e inquietante sonido submarino.
En cualquier caso, lo dicho: el opening es correcto y efectivo desde un punto de vista
estrictamente formal. Pero tampoco es nada del otro mundo, la verdad. Lo que sí
resulta del todo desasosegante y excepcional es —sin lugar a dudas— la banda
sonora. Sobre todo, el main theme del
film. Y es que cuando alguien consigue meterte el miedo en el cuerpo en menos
de treinta segundos no queda otra —como mínimo— que decirlo alto y claro. Faltaría
más. Así pues, chapeau, John Williams. Gracias por una BSO tan
tremenda y, por supuesto, por todo tu legado cinematográfico (“E.T.”, “Superman”, “Star Wars”,
“Indiana Jones” y tantas otras).
Superados los títulos de crédito, pues, entramos de
inmediato en la escena propiamente dicha. Una escena que, pese a no contar con
el main theme de Williams, me parece
igualmente magistral. En primer lugar porque siempre me han gustado las pelis
que empiezan con fuerza. Con una escena potente, vibrante, intensa. Y en
segundo lugar porque Spielberg la narra y, por lo tanto, la resuelve con gran
pulso, elegancia y sentido del suspense.
Así pues, lo primero que observamos es un grupo de jóvenes
en la playa —de noche— alrededor de una hoguera. Como podréis deducir se trata
de una fiesta informal. Y eso conlleva que los chicos beban, fumen, hablen y se
besen. Obviamente, siempre está el que toca una guitarra o una harmónica. En
cualquier caso se trata de una fiesta plácida, agradable, tranquila. De una
fiesta hippy, vaya. Y aunque el lugar
donde acontece todo ello es, en la ficción, Amity Island (un pequeño pueblo turístico de la costa de Nueva Inglaterra) la localización real de
esta escena es, concretamente, la isla de Martha’s
Vineyard, en Massachusetts.
Todo ello nos lo muestra Spielberg a través de un lento travelling de izquierda a derecha que
finalmente se detiene ante el rostro de Cassidy
(Jonathan Filley), un apuesto melenitas que no deja de mirar —mientras
bebe y fuma— a Chrissie (Susan Backlinie), nuestra rubia, bella
y desgraciada protagonista. Paralelamente, continúan los títulos de crédito.
Concretamente con los siguientes nombres: Director
of Photography Bill Butler; Screenplay
by Peter Benchley and Carl Gottlieb, Based
upon the Novel by Peter Benchley; Produced
by Richard D. Zanuck and David Brown y Directed
by Steven Spielberg.
Tras el pertinente intercambio de miradas, Cassidy se
levanta y se dirige hacia Chrissie, que se encuentra algo apartada del grupo.
Sin apenas tiempo a establecer ningún tipo de conversación, Chrissie se levanta
y empieza a correr paralelamente a una especie de empalizada que separa las
dunas de la playa. Mientras corre, va despojándose de sus ropas hasta quedar
totalmente desnuda. Cassidy la sigue a cierta distancia. Sin lugar a dudas, charlar,
correr y quitarse la ropa cuando uno va borracho no parece tarea fácil.
Cassidy: “¿Cuál era tu nombre?”
Chrissie: “¡Chrissie!”
Cassidy: “¿A dónde vamos?”
Chrissie: “¡A nadar!”
Cassidy: “¡Espera! ¡Más despacio! ¡No estoy borracho!
¡Ya voy! ¡Espera! ¡Puedo nadar! Solo que… ¡No puedo caminar y desvestirme!”
Chrissie: “¡Entra al agua!”
Cassidy: “¡Con calma, con calma!”
Hasta aquí todo resulta plácido y divertido. Incluso romántico
diría yo. Mientras Chrissie nada tranquilamente en un mar que parece un
verdadero estanque, Cassidy intenta quitarse la ropa en la orilla para poder
meterse en el agua y chapotear junto a su nueva amiga. La noche es espléndida y
las últimas luces del día aún pueden verse a lo lejos.
Sin embargo, lo que parecía una tranquila y apacible noche
de verano se transforma de repente en una verdadera pesadilla cuando Chrissie
recibe un brusco tirón que la hunde momentáneamente. Antes de que eso ocurra, la
única pista de la que disponemos como espectadores es un espléndido contrapicado submarino (a modo de cámara
subjetiva para más señas) que nos muestra como algo va acercándose poco a poco
hacia Chrissie desde las silenciosas profundidades del Océano Atlántico. Y
aunque —como suele decirse— “siempre resulta
mejor sugerir que mostrar”, en este caso específico la ausencia de Bruce en la escena fue debida —en
realidad— a razones puramente mecánicas. Una ausencia que en este tramo de la
película, por cierto, no se acusa en absoluto. Es más, el propio Spielberg
admitió más tarde que no mostrar al tiburón en la primera escena fue todo un
acierto puesto que con ello la sensación de suspense o de terror hitchcockiano resultó, verdaderamente, mucho
más acusada.
Pero volvamos a la escena. Habíamos dejado a Chrissie en
el agua víctima de un primer tirón. A partir de aquí lo que veremos serán
planos alternos de Chrissie zarandeada a diestro y siniestro por el escualo y
planos de Cassidy tumbado en la orilla completamente borracho sin enterarse de
nada en absoluto. Un último tirón, con el mar en calma acto seguido, deja bien
claro que Chrissie ha sido definitivamente engullida por el, hasta ese momento,
hipotético tiburón.
Chrissie: “¡Ayúdame!”
Cassidy: “¡Ya voy, ya voy!”
Chrissie: “¡Duele! ¡Ay Dios mío, ay Dios mío! ¡Ay Dios
mío! ¡Ay, Dios! ¡No, por favor! ¡Dios, por favor, ayúdame!”
En resumen: una secuencia de apertura con títulos de
crédito incluidos absolutamente magistral. Bien narrada, bien estructurada y
bien rodada. Como en Spielberg es habitual, vaya. Con su impactante y ya
comentado toque musical, con la extraordinaria fotografía de Bill Butler (nunca
resulta fácil rodar de noche) y con esa gestión del suspense tan —pretendidamente
o no— hitchcockiana. Una gran escena,
en definitiva, que acojonó a toda una
generación (la mía al menos) cada vez que nos metíamos en el agua.