La muerte tenía un precio (Per qualche dollaro in più)
Italia-España-Alemania,
1965
Director:
Sergio Leone
Guión: Luciano Vincenzoni y Sergio Leone
Fotografía: Massimo Dallamano
Música:
Ennio Morricone
Intérpretes:
Clint
Eastwood (El Manco)
Lee
Van Cleef (Coronel Douglas Mortimer)
Gian Maria Volonté (El
Indio)
Mario Brega (Nino)
Luigi Pistilli (Groggy)
Aldo Sambrell (Cuchillo)
Klaus Kinsky (Juan Wild)
Benito Stefanelli (Hughie)
Joseph Egger (Profeta)
Mara
Krupp (Mary)
SINOPSIS:
El Paso
(Mexico), 1875. “El Manco” y el Coronel Mortimer son dos pistoleros que
buscan a “El Indio”, jefe de una banda de catorce forajidos sobre el
cual pende una suculenta recompensa. Aunque los motivos para perseguirle son
bien distintos (“El Manco” lo busca
por dinero mientras que el Coronel quiere vengar la muerte de su hermana, la
cual se suicidó tras ser violada por el mejicano) ambos deciden asociarse para
lograr un objetivo tan difícil como peligroso.
Después de quince spoilers ya iba tocando un duelo ¿no? Pues nada, aquí lo tenéis.
Quizás no sea el mejor de la historia del western (personalmente creo que el
mejor de todos es el que enfrenta a Harmónica
y Frank en “Hasta que llegó su hora”)
pero, sin lugar a dudas, el que hoy voy a diseccionaros —al margen de sublime— está
muy pero que muy cerca de éste e incluso muy cerca también, por que no, del
famosísimo triello que protagonizaron
un año después El Rubio, Tuco y Sentencia en “El bueno, el
feo y el malo”.
Sea como fuere, el duelo final de “La muerte tenía un precio” es un duelo
magistral. De aquellos de quitarse el sombrero, hincarse de rodillas y
limitarse a disfrutar del espectáculo. Porque duelos así —aunque imitados
posteriormente hasta la saciedad— no se ruedan todos los días. Y pese a que no
fue el primero de Leone ni mucho menos el primero de la historia del western sí es, a mi juicio, el primero
de los tres mejores que he visto en una gran pantalla.
Pero si al final me decidí por este duelo y
no por los otros fue —para qué nos vamos a engañar— porque un servidor ha
estado en esa localización concreta un par de veces. Me estoy refiriendo a la
era adoquinada de Aguascalientes. A la era de Los Albaricoques, vaya. Una pedanía de Níjar (Almería) que hoy está
prácticamente igual que cuando Leone y su trouppe
desembarcaron allí a mediados de los 60. Un Leone, por cierto, que contó con
mayor presupuesto tras el inesperado taquillazo
de “Por un puñado de dólares” y que,
con algo más de experiencia en su haber, pudo plasmar en “La muerte tenía un
precio” todo lo que para él significaba el western.
Ese peculiar e inconfundible “cuento de
hadas para adultos” mediante el cual el romano podía volcar toda su
creatividad y todo su estilo: el protagonismo esencial de la música, el tempo dilatado hasta extremos
inimaginables, la fragmentación, los primeros y primerísimos planos, los rostros sudorosos y mal afeitados, el
montaje al servicio de la tensión, la cuidada composición de los planos, el
ulular del viento… Y todo eso, precisamente, lo podemos encontrar en este
duelo. Posiblemente, el más genuinamente spaghettero
de la historia del cine.
La escena del duelo y de su correspondiente
anticlímax (cercana a los diez
minutos para más señas) empieza en Aguascalientes
(Mexico) con un tiroteo previo
al propio enfrentamiento. El Coronel
Mortimer (Lee Van Cleef) liquida
con su peculiar revólver a uno de los hombres de “El Indio” (Gian Maria Volonté) y éste,
inmediatamente, sale de su escondrijo y desarma al Coronel de un certero
balazo.
Tras unos cuantos planos/contraplanos que sirven para colocar a ambos contendientes
en la era donde se va a desarrollar el duelo, El Indio enfunda su revólver, saca un reloj de su bolsillo y da las
primeras instrucciones al Coronel.
El Indio: “Cuando
acabe la música, recoge el revólver y dispara si puedes. Inténtalo”
En este mismo momento, El Indio abre el reloj y empieza a sonar Carillon, el célebre tema
de Ennio Morricone. Un tema que toma el nombre del instrumento de
percusión homónimo y que pautará la duración del duelo. Naturalmente, la música
es —en este preciso instante— diegética.
Y tanto es así que, de fondo y como acompañamiento, también se oye el mágico y
sugerente ulular del viento.
El Coronel no contesta. Solo dirige su
acerada mirada a El Indio… y a su arma
en el suelo. Posiblemente un Colt Buntline
Special con culata de rifle acoplada. A partir de aquí se suceden varios
planos a cuál mejor. Muchos son, obviamente, primeros planos de El Indio y del Coronel Mortimer. Pero yo
me quedo con uno, maravilloso, que nos muestra a El Indio de espaldas, sosteniendo con su mano izquierda el reloj de
bolsillo robado a la hermana de Mortimer (con su imagen en el interior) y el
Coronel al fondo, al otro extremo de la era. Un plano cuya bellísima
composición radica, a mi parecer, en la estructura circular de la era empedrada
de trilla. Una estructura que otorga mayor profundidad al plano y que juega,
asimismo, con otra estructura circular: la del reloj de bolsillo. Recordemos
que Leone siempre buscaba espacios radiales para “oficiar” la liturgia de sus
duelos (posiblemente por la congénita influencia mediterránea de circos, anfiteatros
y plazas de toros) y que los mejores ejemplos los encontramos —sin lugar a
dudas— en “La muerte tenía un precio” y, como no, en “El bueno, el feo y el
malo”. Otro dato que me gustaría señalar es que Leone confesó haber reciclado
el detalle del reloj de bolsillo de “El
vengador sin piedad” (The Bravados,
1958), de Henry King.
Mientras la cancioncilla del reloj va
ralentizándose y los primeros planos se van convirtiendo en primerísimos primeros
planos alguien irrumpe repentinamente. Se trata de El Manco (Clint Eastwood), quien con otro reloj
de bolsillo idéntico al que sostiene El
Indio inicia nuevamente Carillon.
Y todo ello nos lo muestra Leone a través de un plano —de nuevo— absolutamente brutal.
Un plano general en el que el Coronel Mortimer y El Indio están situados, a lo lejos, en ambos extremos mientras que
del centro emerge, ascendiendo desde abajo y fuera de plano, la mano de El Manco con el reloj de bolsillo del
Coronel en primer plano.
Inmediatamente, el Coronel revuelve su
bolsillo y comprueba que, en efecto, el reloj que sostiene El Manco es el suyo. A él sólo le queda la cadena. Tras una nueva
ronda de primeros planos (esta vez ya con la presencia de El Manco, el tercero en discordia) la música de Morricone deja de
ser eminentemente diegética y oímos
por primera vez, entremezclada, una guitarra española que rasga obstinadamente
una misma nota.
El
Manco:
“Te
has descuidado, viejo”
Simultáneamente, El Manco entra en escena —y rifle en mano, sin dejar de apuntar a El Indio—, se aproxima al Coronel y le
entrega su propio revólver.
El
Manco:
“Indio,
tú ya conoces el juego”
Dicho esto, empieza a sonar uno de mis
temas favoritos de Morricone: Addio, Colonnello. Un tema cuyo instrumento
protagonista es una trompeta tocando a degüello
(como tanto le gustaba a Leone) y que, obviamente, le otorga a la escena
analizada un tono tan épico como sublime. Mientras tanto, diversos primeros y primerísimos planos de los rostros de El Indio, del Coronel, del reloj del
Coronel con la foto de su hermana y de la inquieta mano de Volonté acercándose
al revólver se alternan con un lento y comedido zoom al rostro de El Manco.
De repente, el toque de la trompeta cesa y el Addio, Colonnello da nuevamente paso a Carillon. Un Carillon que
va ralentizándose poco a poco y que, en esta ocasión, añade timbales y castañuelas
en su tramo final. La hora de las pistolas es inminente.
Y aunque el primero en desenfundar es El Indio, el primero en disparar es el
Coronel, que se queda mirando como su rival cae al suelo con la pistola aún en
la mano y acaba muriendo recostado en las piedras que cierran el círculo de la
era.
Acto seguido, El Manco separa su toscano
de la boca, escupe y pronuncia un sobrio y lacónico “Bravo”. El duelo,
naturalmente, ha acabado. Pero la escena, no. Y es que después de tan
extraordinario clímax lo que viene a
continuación es un no menos extraordinario anticlímax.
Tan magistral, a mi juicio, como el propio duelo. Sigamos, pues.
Una vez muerto El Indio, el Coronel enfunda vistosamente su revólver y se dirige
hacia su rival. Cuando llega, le pisa la mano con la bota izquierda, se agacha
y le arrebata al bandido el reloj de bolsillo de su hermana. La misma estampa,
por cierto, utilizada por el gran ilustrador MAC (Macario Gómez Quibus)
para diseñar el célebre cartel cinematográfico de la versión española. El que
todos conocemos, vaya. A continuación, el Coronel abre el reloj, acaricia la
foto de su hermana y El Manco se
sitúa a su lado.
El
Manco:
“Hay
un cierto aire de familia en esa foto”
Inmediatamente, El Manco le devuelve al Coronel su reloj de bolsillo (“Toma”).
Éste lo abre, mira la foto y le contesta a su socio. Como dato anecdótico, señalar que a Lee Van Cleef le faltaba la falange distal del dedo corazón de su mano derecha y en este plano se puede apreciar perfectamente.
Coronel: “Suele suceder entre padres e
hijos”
Y aunque éste hace el ademán de irse, El Manco le tiende la mano.
El
Manco:
“El
revólver”
Mientras se lo devuelve, el Coronel le recuerda
a su socio el dinero que va a obtener con las recompensas.
Coronel: “Muchacho, te has hecho rico”
El
Manco:
“Nos
hemos hecho ricos, Coronel”
Coronel: “No, tú sólo. Y te lo has ganado
bien”
El
Manco:
“¿Y
nuestra sociedad?”
Coronel: “Quizás algún día…”
Con estas palabras el Coronel se despide de
El Manco, cruza la era y se dirige
hacia su caballo. Mientras, El Manco
carga a El Indio sobre sus espaldas y
lo deposita en una carreta, junto a los cadáveres de los otros hombres de su
banda.
En este momento, sin embargo, es cuando
vemos a alguien moverse al otro lado de un pequeño muro. Se trata de Groggy
(Luigi Pistilli), el último
hombre de la banda de El Indio que
—aunque malherido— todavía queda con vida. Al mismo tiempo, frente a la carreta
repleta de cadáveres, El Manco va
contando a cuánto asciende el importe total de las recompensas.
El
Manco:
“Diez
mil. Doce mil. Quince… Diecinueve… Veintiuno… Veinticinco”
Sigilosamente, Groggy se sitúa a sus espaldas, apunta al cazarrecompensas con su
revólver y se dispone a disparar. No obstante, el sonido del cargador advierte
del inminente peligro a El Manco y
éste, rapidísimamente, se da la vuelta y dispara sin contemplaciones; acabando
así con la vida del último miembro vivo de la banda de El Indio.
El Manco: “Y
cuatro, veintinueve”
Este último disparo, sin embargo, sorprende
levemente al Coronel quien, a lo lejos y desde su caballo, le pregunta a su ex
socio:
Coronel: “¿Qué te pasa, muchacho?”
El
Manco:
“Nada,
viejo. Que no me salía la cuenta. Ahora está bien”
Y poco más. La escena finaliza con El Manco cargando a Groggy en la carreta y subiéndose a ella mientras el Coronel,
paralelamente, se aleja en dirección contraria. Como no podía ser de otra
manera, el famosísimo tema central de Morricone para “La muerte tenía un precio”
(con sus silbidos, guitarra, coros y arpa de boca) empieza a sonar tan sólo un
poquito antes, mientras El Manco y el
Coronel cruzan sus últimas frases y mientras Leone finiquita definitivamente su
peli con un plano picado, desde una grúa, que nos muestra a El Manco alejándose con la carreta por
la calle principal de Aguascalientes. Un magnífico plano que, unido al
extraordinario tema musical de Morricone, cierra peli y secuencia de forma absolutamente
magistral. Aún así, permitidme señalar un error. Un pequeño error, vamos. Y es
que los planos/contraplanos que recogen la célebre frase de despedida que encabeza
este spoiler muestran —sorprendentemente—
un fallo de raccord bastante visible.
Así, mientras los planos de El Manco
están rodados a pleno día, los del Coronel están rodados al atardecer, con una
luz mucho más tenue.
Pese a todo, lo dicho: estamos, sin lugar a
dudas, ante una de las mejores secuencias del Spaghetti Western. Ante una secuencia que merece ser vista una y
mil veces. Por su planificación, por sus encuadres, por el grandísimo efecto de
su banda sonora, por la expresividad de las miradas de Eastwood, Van Cleef y
Volonté, por esas frases escuetas y lapidarias… Por el estilo leoniano, vaya. Un estilo que, por supuesto,
jamás dejó a nadie indiferente.
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ResponEliminaEn princicio, puediera entenderse que hay un error gordo con relación a la foto de los dos relojes; no es lógico que tengan la misma foto. Lo normal es que, cuando se regalan los relojes, cada reloj tenga la foto de su pareja.
ResponEliminaSin embargo, por casualidad, creo que tengo la respuesta, a pesar de que en la película no hicisen un guiño a mi explicación y sobretodo al actor protagonista (Peter Lee Lawrence) de tan efímera escena (la pareja de la hija, diría yo y la versión española, a pesar que en en la versión original, al parecer, es hermana del coronel).
El secreto estaría en que hay relojes que tienen dos tapas, por lo cual,los dos relojes podrían contener las dos fotos de la pareja: En la tapa principal, se supone que cada uno tendría la foto de su amado o amada y en la tapa posterior de cada uno, la suya.
Lógicamente, como la persona que se parece al coroner es la mujer, es normal que tanto el Indio como el Manco siempre enseñen el reloj con la foto de élla, pero el fallo estaría en que uno de los relojes no puede contener la esfera con las mencillas, ya que debería verse la parte posterior.
Como ilustración a este comentario tengo en real un reloj en el que he acoplado las dos fotos. Puedo enviarte una foto, si me indicas el enlace al respecto.
Gracias.
Francisco.