La
cruz de hierro (Cross of Iron)
Reino
Unido-Alemania, 1977
Director:
Sam Peckinpah
Guión:
Julius J. Epstein, Walter Kelley y James Hamilton. Basado en una obra de Willi
Heinrich
Fotografía:
John Coquillon
Música:
Ernest Gold
Intérpretes:
James Coburn (Sargento 1º Rolf Steiner)
Maximilian Schell (Capitán Stransky)
James Mason (Coronel Brandt)
David Warner (Capitán Kiesel)
Senta Berger (Eva)
Klaus Löwitsch (Cabo Krüger)
Roger Fritz (Teniente Triebig)
Dieter Schidor (Anselm)
SINOPSIS: Península de Taman (Mar Negro), primavera de 1943.
Durante la retirada de las tropas alemanas de territorio soviético en plena II Guerra Mundial, dos militares
alemanes de antagónicos principios y clase social se enfrentarán entre sí. El Sargento 1º Steiner (James Coburn) encarna a un soldado duro
y desencantado pero tremendamente eficaz, generoso y leal con su pelotón. El Capitán Stransky (Maximilian Schell), en cambio, es un aristócrata prusiano cobarde,
mezquino y arrogante que solo ansía volver a su hogar con una condecoración muy
concreta: la prestigiosa y codiciada “Cruz
de Hierro”.
Aunque para muchos es una peli fallida por
su escaso presupuesto, por el delicado estado de salud de Bloody Sam a finales de los 70 y por su tosco guión, para mí “La cruz de hierro” sigue siendo —sin
ningún género de dudas— un Peckinpah en estado puro. Y si el mismísimo Orson Welles proclamó, además, que para
él este film era “la mejor película (anti)bélica de la historia” no voy a ser
yo, ni mucho menos, quien le lleve la contraria.
Dicho esto y desde mi punto de vista, creo
firmemente que “La cruz de hierro” no desmerece otras obras más aclamadas de su
autor porque, como en éstas, la peli de Sam
Peckinpah lleva implícita en ella lo que más me fascina del viejo Sam: su
particular y genuino santo y seña. Su
libreto de estilo. Su esencia, vaya. Me estoy refiriendo —como no— a su tono
crepuscular, a la amistad/lealtad masculina como constante temática, a su
montaje frenético, a su característico apego por la violencia y a esos
personajes torturados y tortuosos que tanto le gustaron siempre a la vieja iguana.
El spoiler
de hoy, por lo tanto, contiene esos ingredientes. Si no todos, unos cuantos. Y
al tratarse de una escena final, también incluye —al mismo tiempo— uno de los
desenlaces más sorprendentes de su filmografía. Me explico.
La escena en cuestión arranca cuando, tras
ser ametrallado traicioneramente por orden del Capitán Stransky (Maximillian
Schell), el Sargento 1º Rolf Steiner
(James Coburn) consigue salir con
vida de la emboscada y se dirige raudo y veloz al encuentro con el miserable
oficial prusiano. Naturalmente, cualquier espectador espera que Steiner se
vengue de Stransky de la misma forma que previamente lo ha hecho con el Teniente Triebig (Roger Fritz). Ametrallándolo sin piedad. Sin embargo, la reacción
de Steiner cuando encuentra a Stransky refugiado en el bunker no es tan desbocada y visceral como podríamos haber presagiado.
Posiblemente porque Steiner sabe, a la perfección, que la venganza es un plato
que se sirve frío. Muy frío. Veamos cómo y por qué.
Steiner: “El teniente Triebig ha muerto.
No le salió bien, capitán. Yo estoy vivo… y usted, muerto”
Stransky: “El teniente Triebig hace muchas
horas que ya no está bajo mi mando. Ha sido trasladado”
Steiner: “Aristócratas prusianos…
¡Valiente montón de mierda!”
Steiner: “¿Se marcha sin su Cruz de
Hierro, capitán? Es solo cuestión de tiempo”
Stransky: “¿Y el resto de su pelotón? He
dicho: ¿Y el resto de su pelotón, Sargento Steiner?”
Steiner: “Usted, Capitán Stransky, usted es
el resto de mi pelotón. (Steiner le lanza una metralleta a Stransky)
¿Sabe manejarla?”
A las espaldas de Steiner, Stransky hace un
leve amago de dispararle pero no se atreve. Cuando Steiner se da la vuelta, le
contesta.
Stransky: “Naturalmente. Muy bien, acepto.
Le enseñaré como lucha un oficial prusiano”
Steiner: “Y yo le enseñaré donde crecen
las Cruces de Hierro”
Tras esta breve conversación, Steiner y
Stransky salen del bunker y se enfrentan al fragor de la batalla. A través de
un montaje frenético y de sus característicos ralentís, Peckinpah nos muestra de forma muy realista (gran fotografía de John Coquillon) fuego cruzado,
explosiones, soldados moviéndose en una y otra dirección… Todo es caótico,
violento, imprevisible. La guerra en su máxima expresión. Peckinpah mezcla el
sonido de las bombas y la metralla con una volkslied
(canción popular alemana) cantada por niños llamada “Hänschen Klein”. El contraste, como podéis suponer, es sumamente potente
y efectista. Máxime cuando, además, incluye en este cóctel final (es la última
secuencia de la película) algunos planos congelados de los protagonistas. El
primero, del Coronel Brandt (James Mason):
Coronel Brandt: “¡Quedáos ahí! ¡Luchad conmigo!”
La escena, sin embargo, termina en una
estación o vía férrea al lado de un tren. Allí Stransky se queda sin munición y
empieza a temblar. Naturalmente, ha llegado su hora… Y no parece que vaya a
ganarse ninguna Cruz de Hierro precisamente.
Steiner: “¡Levántese! ¡Stransky, maldita
sea, levante de ahí el culo!”
Stransky: “¡Tengo que cargar! ¡No sé cómo
se carga, Sargento Steiner!”
Mientras Stransky intenta cargar su arma
con manos temblorosas sin que le caiga el casco al suelo, un niño ruso le
apunta e intenta dispararle. Afortunadamente para el prusiano, el niño también
se queda sin munición. Aún así, Stransky es carne de cañón y Steiner lo sabe.
Una gran carcajada de James Coburn certifica que, efectivamente, Stransky va a
morir como lo que siempre fue: un cobarde. Y así acaba esta secuencia y la
película. Con un plano congelado de Stransky, la risotada de Steiner, una
explosión en el andén y el plano congelado final de Steiner y su inconfundible
dentadura. A continuación, más planos congelados (esta vez de imágenes reales
de la II Guerra Mundial) y los títulos de crédito. Fin.
Steiner: “Ja ja ja ja ja ja ja ja”
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