dissabte, 17 de març del 2018

“VERÁS, JIM… TÚ ERES UN HOMBRE DE POCAS NECESIDADES” (Dos cabalgan juntos, 1961. John Ford)

Dos cabalgan juntos (Two rode together)

Estados Unidos, 1961

Director: John Ford

Guión: Frank S. Nugent. Basado en una obra de Will Cook

Fotografía: Charles Lawton Jr.

Música: George Duning

Intérpretes:

James Stewart (Guthrie McCabe)
Richard Widmark (Jim Gary)
Shirley Jones (Marty Purcell)
Linda Cristal (Elena de Madariaga)
Andy Devine (Darius P. Posey)
John McIntire (Frazer)
Paul Birch (Edward Purcell)
Willis Bouchey (Harry J. Wringle)
Harry Carey Jr. (Ortho Clegg)
Henry Brandon (Quanah Parker)
Woody Strode (Stone Calf)
Annelle Hayes (Belle Aragon)

SINOPSIS: Texas, 1880. Guthrie McCabe, sheriff de Tascosa, recibe el encargo por parte del comandante Frazer de adentrarse en territorio comanche para negociar la liberación de prisioneros blancos retenidos por los indios desde diez años atrás. Le acompañará en esta misión el teniente Jim Gary. Incentivado por las recompensas que le ofrece el ejército federal y, sobre todo, el rico padrastro de un niño secuestrado, McCabe logra rescatar a un joven y a una mujer mejicana, Elena de Madariaga. La reacción de la comunidad blanca, sin embargo, no será la esperada.



“Dos cabalgan juntos” no está entre mis pelis favoritas de John Ford. Y no lo está porque John Ford, a mi juicio, cuenta con 10 pelis —como poco— mejores que ésta. Aún así, “Dos cabalgan juntos” es, obviamente, una gran peli. Una gran peli y, por supuesto, un gran western. A pesar de sus irregularidades, a pesar de ser una obra por encargo y a pesar de que el propio Ford la odiara a muerte.

Por de pronto, la premisa argumental es interesante. Por no hablar de su reparto (fundamentalmente sus dos protagonistas), de ese tono entre amargo y autocrítico y de sus mesuradas pinceladas de humor. Pero si hay algo que me cautiva especialmente de este western es la extraordinaria secuencia que hoy toca desmenuzar. Una secuencia que técnica o visualmente no es nada del otro jueves (de hecho gran parte de la escena es un plano fijo de casi 4 minutos) pero que, al mismo tiempo, contiene implícitas algunas de las constantes fordianas más significativas de este enorme cineasta.

La escena de hoy empieza durante un breve parón junto al río para que abreven los caballos. Recordemos que Guthrie McCabe (James Stewart) y Jim Gary (Richard Widmark) comandan un destacamento del ejército federal destinado a introducirse en territorio comanche para negociar la liberación de un grupo de prisioneros blancos retenidos por los indios más de 10 años. Pues bien, de camino a la reserva y aprovechando ese pequeño receso, Guthrie y Jim mantienen una —en apariencia— trivial y distendida conversación junto al río. Una conversación que Ford rueda, prácticamente, en un solo plano fijo de casi 4 minutos y que sorprende enormemente en un narrador tan ágil y directo como él, acostumbrado a dotar a todas sus secuencias de la acción o contenido esencial más que suficientes para el desarrollo fluido y coherente de la trama argumental. De hecho, la escena resulta tan natural y espontánea que parece que los dos protagonistas estén disfrutando, realmente, de un pequeño descanso en pleno rodaje. Como si no estuvieran actuando, vaya. Un efecto que muchas veces Ford conseguía, por cierto, utilizando como “buenas” tomas que él consideraba, teóricamente, “de ensayo”. Tomas en las que los actores se mostraban más naturales y relajados que en las tomas más “serias” y que Ford nunca dudó en incluirlas en el montaje definitivo si lo creía conveniente.



Independientemente de todo ello, de esa especie de sorprendente muestra de cinema verité, lo mejor de todo es que la escena de marras no resulta larga y cansina en ningún momento gracias —a mi juicio— a los gestos y movimientos de Guthrie y Jim: lavándose la cara, secándose, colocándose el pañuelo, encendiendo los cigarros, fumando… Vamos, que pese a que el plano es fijo, la vitalidad de la escena es total. Tanto por los movimientos mencionados como, obviamente, por lo que hablan. Porque pese a que lo que dicen puede sonar a banal o intrascendental en una primera lectura, si prestamos un poquito más de atención a la escena detectaremos, sin lugar a dudas, muchísimo más: ironía, franqueza, naturalidad, reproche, confidencialidad… Elementos, todos ellos, que contribuyen —una vez más— a constatar dos de las constantes fordianas más importantes: el sentido del humor y la camaradería.

Os dejo, pues, con la citada conversación. Con esa cámara enclavada en el lecho del río enfocando a nuestros dos protagonistas. Con (otro más) momento mágico del cine de John Ford. Un gran momento que “rompe” la súbita irrupción de Darius P. Posey (Andy Devine) en escena para devolvernos al mundo real… y a la película.





Jim: “¡Compañía, alto! Para abrevar hay un cuarto de hora”

Posey: “¡Un cuarto de hora!”

Guthrie: “Esto es más duro que mi silla”

Jim: “Sí, sí… Estabas más cómodo sentado en aquel porche ¿Sabes? Sigo sin entenderlo. No lo entiendo. Sin discutir... sin protestar... ¿Qué te ha impulsado a venir?”

Guthrie: “¡Mira que cabalgar toda la noche! No. Te lo diré. No has sido tú el que me ha impulsado a venir. No te lo creas”





Jim: “Nunca lo he creído ¿Sólo va uno en cada caja?”

Guthrie: “¿Tú nunca compras cigarros?”

Jim: “Compré dos hace tres meses”

Guthrie: “Toma”

Jim: “Gracias. Las cerillas las pongo yo”

Guthrie: “¡Me sorprende que puedas comprarlas!”

Jim: “Hasta las cerillas llego ¿Por qué has venido?”





Guthrie: “Pues... Si tienes interés en saberlo te diré que para librarme de Belle”

Jim: “¿Belle? ¿Por qué? Yo creí que vosotros dos estabais...”

Guthrie: “Lo sé, lo sé… Bueno, para decirlo sin ninguna caballerosidad nunca he pretendido lo contrario… Lo estábamos, lo estábamos…”

Jim: “Eso había oído decir ¿Y?”

Guthrie: “Últimamente empezó a llamarme Guth”

Jim: “Sí, ya me di cuenta”

Guthrie: “Guth… Guth… La primera vez que se lo oí pronunciar pensé que tenía algo entre los dientes. Guth, Guth. Pero no, no tenía nada entre los dientes. Lo tenía en el alma. Y hace unas noches salió el tema a relucir…”

Jim: “Sigue, sigue ¿Qué ocurrió?”

Guthrie: “Bueno, verás, de esto no se puede hablar con cualquiera en público, sobre todo si una de las partes habla de... matrimonio”

Jim: “¡No! ¡Qué espanto!”

Guthrie: “Matrimonio, sí. Sobre todo cuando uno de los interesados es... Bueno, resulta que… ¿Sabes? Belle tiene una especie de puñalito aquí en la liga y estábamos…”



Jim: “Lo sé”

Guthrie: “… sentados charlando y… ¿Cómo lo sabes?”

Jim: “Acabas de decírmelo. Eh, oye… ¿Se te declaró?”

Guthrie: “¿Ya lo sabías?”

Jim: “¿El qué?”

Guthrie: “Lo del puñal”

Jim: “¿Cómo podía saberlo? Te repito que acabas de decírmelo. Continúa”

Guthrie: “¿Si se me declaró? No, no, nada de eso. Tú quieres decir si se hincó de rodillas para declararse… No, no. Bueno, hay que reconocer que tiene mucha maña para hacer las cosas pero no, no hizo eso. Jim, ahora verás su proposición… No comprendía por qué yo estaba satisfecho con el 10% de sus ganancias cuando ella estaba dispuesta a ir a medias…”

Jim: “¿Tú cobrabas el 10% del negocio de Madame Aragón? ¿De verás?”

Guthrie: “Pues claro. No me digas que no lo sabías…”

Jim:“No. No lo sabía, no”

Guthrie: “¡Y el diez por ciento de todo en Tascosa!”

Jim: “¡Vaya ganga, amigo!”

Guthrie: “¡Pero si va con el cargo de sheriff!”

Jim: “¡Pues eres un cochino ladrón!”

Guthrie: “Un momento ¿No creerás que se puede vivir con el sueldo de un sheriff, no? Menos de cien miserables dólares al mes, Jim”

Jim: “¡Veinte más de los que yo gano!”

Guthrie: “Pero yo… Tú sabes… Fíjate… Verás, Jim… Tú eres un hombre de pocas necesidades. Y yo necesito un poco más… Eso es todo”

Jim: “Ya, comprendo… Pero sigues siendo un cochino”





Posey: “Los caballos ya han abrevado”

Jim: “Esta bien, Posey ¿Las cantimploras ya están llenas?”

Posey: “Sí, señor. Todas menos la suya”

Jim: “Tiene razón, sargento. Se me había olvidado”

Posey: “Vuelve usted a las andadas, señor. Cuando ya le suponía acostumbrado a estas cosas se le olvida lo más esencial. Le aseguro que me desalienta mucho, teniente”

Jim: “Lo siento, sargento. No se preocupe. No se me olvidará más”

Guthrie: “Eh, flaco, llena la mía al mismo tiempo ¿Quieres?”

Posey:“Sepa usted…”

Jim:“Posey... Posey... Más respeto con nuestro invitado”

Posey: “Teme mojarse sus preciosas botas y a mí me destroza los pies”

Jim: “Ahí tienes otro hombre de pocas necesidades”

Guthrie: “Ocho cervezas”




Y poco más. Señalar, quizás, que —al margen de Ford— gran parte de la culpa de esta magnífica escena la tienen dos actorazos como James Stewart y Richard Widmark así como ese extraordinario jefe de fotografía llamado Charles Lawton Jr. (“La dama de Shangai”, “El tren de las 3 y 10”, “Cabalgando en solitario”…) y, naturalmente, el autor de este magnífico diálogo, Frank S. Nugent (“Fort Apache”, “El hombre tranquilo”, “Centauros del desierto”…). Un equipo de campeonato.

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