Camino de la horca (Along the Great Divide)
Estados
Unidos, 1951
Director: Raoul Walsh
Guión: Walter Doniger y Lewis Meltzer. Basado en una obra de Walter Doniger
Fotografía:
Sidney Hickox
Música:
David Buttolph
Intérpretes:
Kirk Douglas (Len Merrick)
Virginia Mayo (Ann Keith)
Walter Brennan (Timothy Pop Keith)
John Agar (Billy Shear)
Ray Teal (Lou Gray)
Hugh Sanders (Frank Newcombe)
Morris Ankrum (Ed Roden)
James
Anderson (Dan Roden)
SINOPSIS:
Sur
de Texas, 1865-1870. Len Merrick, sheriff de Santa Loma, impide que los hombres de Ed Roden ahorquen a Timothy Pop Keith, un cuatrero al que acusan
de haber robado ganado y de haber asesinado al hijo predilecto del mencionado ranchero.
Para evitar la persecución de los Roden, Merrick decide trasladar al detenido y
a su hija Anne atravesando el
desierto hasta llegar a Santa Loma. Una vez allí, Merrick se debatirá entre su
sentido del deber… y de la justicia.
Posiblemente no sea una de las cintas más
reconocidas de Raoul Walsh (“El último refugio”, “Murieron
con las botas puestas”, “Juntos
hasta la muerte”, “Al rojo vivo”,
“El mundo en sus manos”, “Los implacables”…) pero lo que queda
fuera de toda duda, a mi juicio, es que “Camino
de la horca” constituye un más que correcto paradigma a la hora de
constatar por qué su autor es considerado como uno de los mejores (si no el
mejor) narradores del cine clásico norteamericano.
Fijaos, si no, en todo lo que Walsh nos
cuenta en la escena que hoy vamos a analizar. Una secuencia que, técnicamente,
sería la segunda de la película y que en poco más de tres minutos nos
proporciona una cantidad de información brutal. Así pues, por lo ágil que
discurre, por todo lo que nos cuenta y por la celeridad con la que Walsh
consigue meternos de lleno en la historia es por lo que he decidido diseccionar
esta gran escena.
Naturalmente, hay más. Por de pronto
tenemos como protagonista a Kirk Douglas,
un auténtico actorazo. Un intérprete
que en 1951 ya estaba plenamente consolidado pero que, aún así, no había rodado
todavía ninguna de sus grandes películas. “Camino de la horca” es, por ejemplo,
su primer western. Y quizás por ello
cuando asociamos a Douglas con alguna peli del oeste lo más habitual es que —antes que “Camino de la horca”— nos
vengan a la cabeza títulos como “Río de
sangre”, “La pradera sin ley”, “Duelo de titanes”, “El último tren de Gun Hill”, “El último atardecer”, “Los valientes andan solos” o “El día de los tramposos”. Pero eso,
por descontado, no le resta ni un ápice de calidad a la interpretación de Kirk
Douglas en esta peli. Básicamente porque Kirk Douglas, como casi siempre, está
espléndido en su papel de Len Merrick.
Un hombre seco, duro, incorruptible que guarda en lo más profundo de su ser un
trauma psicológico del que desea redimirse y que más adelante conoceremos. Aún
así, creo que es justo y necesario admitir que Len Merrick también exhibe ese
particular y genuino sello distintivo que el bueno de Douglas supo imprimir a muchos
de sus personajes: me estoy refiriendo a ese típico punto de socarronería, de insolencia,
de seducción… Puntos que, aunque más atenuados, también encontraremos —naturalmente—
en su personaje de Len Merrick.
Al margen de los actores (Walter Brennan y Virginia Mayo, por ejemplo, están muy bien en este western pese a que en esta escena él no
habla y ella no aparece) otro elemento que me parece digno de mención en esta secuencia
es el guión. El guión y los diálogos. Y no porque el argumento sea nada del
otro mundo sino porque el tiempo que se invierte para introducir al espectador
en la historia y los diálogos que se utilizan para relatárnosla son realmente
óptimos. Por si fuera poco, además, estamos ante un western de grandes exteriores y el director de fotografía, Sidney Hickox (“El sueño eterno”, “Tener y no tener”, “La senda tenebrosa”, “Al rojo vivo”, “Juntos hasta la muerte”…), consigue sacarle —la verdad sea dicha—
un extraordinario partido a ese paisaje seco, árido y rocoso en el que
transcurre gran parte de la película.
Pero, bueno, vayamos al grano. La escena
empieza con un grupo de hombres a caballo (Ed
Roden (Morris Ankrum) y sus
secuaces) que se dirigen al típico árbol-cadalso
que solemos encontrar en medio del desierto en tantos y tantos westerns para colgar (según la Ley de Lynch, por supuesto) a Timothy Pop
Keith (Walter Brennan), un cuatrero
acusado de haber robado varias cabezas de ganado y de haber asesinado Ed Roden Jr., uno de los hijos del
mencionado ranchero. Para mostrarnos todo ello, Walsh emplea un elegante travelling lateral y un primer plano de
la soga de la horca que unidos al nervioso corte musical de David Buttolph (“Pasión de los fuertes”, “La
soga”, “Juntos hasta la muerte”, “Misión de audaces”…) y a varios
planos de presentación de los asistentes a la ejecución (Timothy Keith, Ed Roden,
Dan Roden, Frank Newcombe…) consigue generar un ambiente ciertamente tenso y
dramático. Y es en este preciso instante, cuando Ed Roden le lanza el látigo a
su hijo Dan (James Anderson) y éste se dispone a atizarle al caballo para que Keith quede colgando de la soga, cuando
oímos —de repente— la explícita y tajante orden de Len Merrick (Kirk Douglas),
el sheriff de Santa Loma.
Len Merrick: “¡Suelte el látigo!”
En este momento irrumpen en escena —además
de Merrick— Billy Shear (John Agar) y Lou Gray (Ray Teal), los
ayudantes del sheriff. Billy Shear se
acerca a Keith, le quita la soga del cuello y vuelve junto a sus compañeros. Un
magnífico plano medio de Merrick y sus dos hombres servirá, entre otros, para
canalizar la conversación entre éstos y Ed Roden y sus secuaces. Cabe
mencionar, asimismo, el detalle de Merrick al mostrar la placa de sheriff o marshall escondida bajo la chaqueta cuando el ranchero le pregunta quién es. De hecho, hasta ese
momento, nadie sabe quién es el personaje interpretado por Douglas. Ni los
espectadores, Y ello implica que la presentación de este personaje (unida a la
típica expresión entre arrogante y guasona de Douglas) resulte verdaderamente
carismática y molona.
Ed Roden: “¿Quién es usted?”
Len Merrick: “Me llamo Merrick. Soy agente
federal”
Dan Roden: “Es nuevo en este territorio”
Len Merrick: “Yo, sí. La ley, no”
Dan Roden: “¡La ley es cosa nuestra!”
Ed Roden: “¡Es un asesino! ¡Ese hombre mató
a mi hijo!”
Len Merrick: “Si es cierto le ahorcaremos
legalmente”
Dan Roden: “¿Qué más da hacerlo ahora que
después?”
Len Merrick: “Lo llevaremos a Santa Loma y
allí lo juzgarán”
Ed Roden: “¡Lo ahorcaré yo!”
En este momento, Ed Roden desenfunda su
revólver y apunta a Merrick. Y aunque Merrick ni se inmuta, sus dos hombres
—Billy Shear y Lou Gray— hacen lo propio con Roden.
Len Merrick: “Dispara, Billy”
Ed Roden: “¡Usted caerá primero!”
Len Merrick: “¡Dispara!”
Billy Shear: “Len, es absurdo dar la vida por
un asesino”
Y sí, aunque parezca mentira, tras tres
escasos minutos de película, ya nos hallamos ante el primer clímax del film. Un clímax que nos mete de lleno en la historia y que nos constata
fehacientemente la gran facilidad que tenía Raoul Walsh a la hora de narrar
cualquier historia. Imposible hacerlo mejor y/o más rápido. Pero no sólo eso.
En tres escasos minutos de película Walsh (y Walter Doniger, por supuesto) nos han dejado también muy claro que
Merrick es un hombre tan terco como íntegro y que Roden, asimismo, es un hombre
tan terco… como vengativo.
Len Merrick: “Si me mata, llévalo a Santa
Loma. Haz lo que te digo… ¡Dispara! Adelante, llevaos al prisionero. Yo os
cubro las espaldas”
El encargado de que no se produzca el más
que previsible tiroteo es, sin embargo, Frank
Newcombe (Hugh Sanders), uno de
los hombres de Roden. El diálogo que viene a continuación explica porqué Newcombe
decide desarmar a su jefe cuando este parecía dispuesto a disparar al sheriff para así poder ahorcar al
asesino de su hijo.
Frank Newcombe:
“Lo
siento, Roden. Tuve que hacerlo”
Ed Roden: “¡Ese hombre mató a mi hijo y lo
ahorcaré!”
Frank Newcombe: “Oponerse a un agente federal es
peligroso”
Dan Roden: “¡Nosotros somos la ley!”
Frank Newcombe: “Deja que tu padre decida. Lo
arriesgas todo por una venganza personal”
Ed Roden: “¡Lo he perdido todo!”
Frank Newcombe: “Y yo puedo perder mi rancho”
Ed Roden: “¿Quién viene conmigo?”
Frank Newcombe: “¿No supondréis que es posible
ahorcar impunemente a un agente federal y a sus ayudantes?”
Dan Roden: “Una vez muertos y enterrados a
nadie le importará quién los mató”
Frank Newcombe: “Estás muy equivocado, Dan… ¡Les
importará y mucho!”
Ed Roden: “Ahorcaré al cuatrero. Bueno,
estoy esperando…”
Frank Newcombe: “Olvídalo, Roden. Comprendemos lo
que sientes. Te acompañaremos a enterrar a Ed”
Ed Roden: “¡Largo de aquí! ¡Todos vosotros!
¿A dónde vas?”
Dan Roden: “A enterrar a Ed”
Ed Roden: “Lo enterraremos en el rancho”
Dan Roden: “Allí pienso llevarlo”
Ed Roden: “Lo llevaré yo solo”
Dan Roden: “Deja que te ayude. Era mi
hermano”
Ed Roden: “Era mi hijo”
Dan Roden: “También yo…”
Ed Roden: “Espérame en el rancho. Y reúne a
los hombres”
Y ya por último prestemos atención, por
favor, a este último diálogo entre Roden y su hijo. Un diálogo que constata que
Ed Roden Jr. era, efectivamente, el
hijo predilecto del cacique y que Dan (al que hemos visto con una expresión
algo perversa y sicótica cuando se disponía a ahorcar a Keith) no parece ser,
por así decirlo, trigo limpio. Más
adelante veremos por qué.
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