divendres, 25 de novembre del 2016

“CAN’T TAKE MY EYES OFF YOU” (El cazador, 1978. Michael Cimino)


El cazador (The deer hunter)

Estados Unidos, 1978

Director: Michael Cimino

Guión: Michael Cimino, Deric Washburn, Louis Garfinkle y Quinn K. Redeker

Fotografía: Vilmos Zsigmond

Música: Stanley Myers

Intérpretes:

Robert De Niro (Michael)
John Savage (Steven)
Christopher Walken (Nick)
John Cazale (Stan)
Meryl Streep (Linda)
Chuck Aspegren (Axel)
George Dzundza (John)
Rutanya Alda (Angela)
Shirley Stoler (Steven’s mother)
Mady Kaplan (Axel’s girl)

SINOPSIS: Pennsylvania, 1968. Michael, Steven y Nick, tres obreros rusoamericanos que trabajan en una planta siderúrgica en Clairton, son destinados a Vietnam. Poco antes de partir, Steven se casa con Angela y Nick se promete con Linda. Asimismo, Michael y Nick —junto a StanAxel y John— deciden organizar una última expedición de caza a las montañas (su gran afición común) antes de ser llamados a filas. En Vietnam, sin embargo, serán capturados por el Vietcong y vivirán experiencias sumamente traumáticas. Las heridas físicas y psicológicas que habrán de soportar los marcarán en un regreso a casa que no será nada fácil.



Dicen que la verdadera amistad se demuestra en los momentos difíciles. Cuando necesitas un hombro en el que llorar, un buen consejo o que directamente te echen una mano. Pero yo soy de los que prefiere asociar la amistad (sea más o menos verdadera) a los buenos momentos. Al buen rollo, a las risas, a la felicidad. Y eso es, precisamente, lo que refleja y transmite —a mi juicio— la escena de hoy. Posiblemente, el mejor elogio a la amistad jamás visto en una gran pantalla.



Las razones concretas, sin embargo, no las tengo demasiado claras. La escena en sí no es ningún prodigio audiovisual. Y no hay nada, además, que apele directamente a la emoción o a los sentimientos. Precisamente por ello yo diría que su gran virtud radica en la sencillez, en la naturalidad, en la espontaneidad. En todo ello y en la cotidianeidad, por supuesto. Porque eso mismo es lo que hace que esta escena parezca creíble, próxima, entrañable, improvisada y empática.

Y si no… ¿Quién de nosotros no ha vivido nunca una experiencia similar? ¿Quién de nosotros no se ha tomado nunca algunas cervezas de más en un bar con los amigos y no se ha dejado llevar por las risas y la música? Nadie ¿Verdad? Bueno, quizás exagere. Quizás haya quién jamás haya vivido nada parecido y quizás piense que esta escena no tiene ni puñetera gracia. Pero ya se sabe… Para gustos, colores. Y mi spoiler va dirigido, sobre todo, a los que amáis “El cazador”. La que para mi es la mejor película —muy seguida de “Las puertas del cielo”, eso sí— del malogrado Michael Cimino. Una película que obtuvo cinco Oscars en el año 1979 (película, director, Christopher Walken como actor de reparto, montaje y sonido) y que, pese a su título y a su parcial entramado bélico, no deja de ser —fundamentalmente— una gran peli sobre la amistad.



Precisamente por eso he decidido escoger esta escena. Porque aunque “El cazador” es una peli que tiene escenas memorables a mansalva, ésta es la que —a mi juicio— refleja mejor el feeling y la camaradería de este grupo de amigos.

Permitidme, sin embargo, que antes de empezar a destripar la escena en cuestión especifique en qué momento se produce. Recordemos, por lo tanto, que Michael (Robert De Niro), Steven (John Savage), Nick (Christopher Walken), Stan (John Cazale), Axel (Chuck Aspegren) y John (George Dzundza) forman un grupo de amigos con una afición común: la caza. Y que tres de ellos (Michael, Steven y Nick) han sido llamados a filas en breve para partir hacia Vietnam; circunstancia que los empuja a tomar ciertas decisiones (casarse en el caso de Steven; comprometerse, en el de Nick) y a celebrar esa despedida temporal de la vida civil cazando y yéndose de copas al bar de John.



Así pues, la escena empieza con ese grupo de amigos al que aludíamos (Michael, Steven, Nick, Stan y Axel) en el bar de John. Stan y Steven están sentados en la barra tomando unas cervezas mientras que Michael, Nick, Axel y John hacen lo propio jugando, además, una partida de billar. De fondo, obviamente, suena “Can’t take my eyes off you”, de Frankie Valli & the four seasons, una canción que fue todo un hit en la época que se desarrolla la acción (1968) y que posteriormente se convirtió en todo un clásico versionado hasta la saciedad. Entre otros, por Frank Sinatra, Diana Ross & The Supremes, Tom Jones, Gloria Gaynor, Matt Monro, Pet Shop Boys, Lauryn Hill o Muse.



Al ritmo de su pegadiza melodía, pues, vemos como Nick se contonea acompañado por su palo de billar mientras espera su turno y Michael mete su bola en la tronera con un gesto chulesco. Paralelamente, en la barra, Stan parece estar limpiando algo con su pañuelo.



Nick: “¡Eeh, estupendo! ¡Pero te haré pasar por el tubo!”



El siguiente plano me encanta. De vuelta a la barra donde se encuentran Stan y Steven, la cámara nos muestra como el primero de ellos se levanta lentamente del taburete mientras entona, con mirada melancólica y voz entre afectada y aflautada, ese mítico I want to hold you so much que está cantando en ese momento por la radio Frankie Valli. Permitidme, pues, que haga en este momento un pequeño inciso en la descripción de la escena para elogiar a John Cazale, un grandísimo actor de reparto que ya estaba gravemente enfermo de cáncer durante el rodaje de la peli y que, aunque pudo finalizarla por los pelos, ni tan sólo pudo llegar a verla estrenada. Debido a ello Cimino decidió rodar primero todas sus escenas juntas y debido a ello, también, De Niro asumió pagar el hipotético coste de volver a rodar las escenas de Cazale con otro actor en caso de muerte prematura. Como dato anecdótico, añadir tan sólo que todas las pelis que interpretó Cazale en su corta pero intensísima carrera cinematográfica (“El Padrino” I y II, “La conversación”, “Tarde de perros” y “El cazador”) fueron candidatas al Oscar a mejor película. Un récord, por cierto, aún no superado.



Pero volvamos a la escena. Michael mete la siguiente bola y Nick le paga su particular apuesta personal.

Michael: “¿Has visto?”

Nick: “¿Y a mi cuando me toca?”

Momento, precisamente, durante el cual John se dispone a jugar.

Axel: “Eso no es lo tuyo, John. Tu a limpiar mesas”

Mientras tanto, Stan y Steven siguen tomando cervezas en la barra.

Steven: “Fíjate. Otra… ¡y como si nada!”

Instantáneamente, Stan le aparta la copa a Steven.



Stan: “Hoy no debes empinar demasiado el codo, compañero”

A continuación volvemos a la mesa de billar. El turno es para Nick.

Axel: “Ahora a ver como te portas”

Michael: “¡Vamos!”

Nick: “¡Ya voy, amigos míos!”



Nick juega, Michael aplaude irónicamente y a continuación juega Axel. Mientras tanto, la canción se ha situado ya en el umbral previo al clímax del estribillo. En el pa-ra, pa-ra, pa, pa-ra-pa..., vaya. Y así, mientras vamos viendo varias tomas de la mesa de billar, de la barra y hasta un plano general semipicado del bar, llegamos por fin al clímax de la escena y del estribillo. O lo que es lo mismo: al éxtasis. A la catarsis colectiva que conlleva ese famosísimo I love you, baby cantado al unísono (y pertinentemente desafinado, claro está) por gentileza de Nick, Stan, Steven, Axel y John. Un momentazo de efervescencia etílica que me sigue poniendo la piel de gallina cada vez que lo veo y que sintetiza —a mi juicio— la felicidad total y absoluta. La felicidad más pura, inocente y verdadera que os podáis imaginar. Esa felicidad que reside en las pequeñas cosas y que en este momento se convierte, además, en una especie de válvula de escape ante unos acontecimientos futuros nada halagüeños. Como contrapunto, sin embargo, tenemos al serio y circunspecto Michael algo más alejado del grupo. Jugando al billar mientras los demás beben y cantan al alimón. Observándolos desde cierta distancia con una mirada cariñosa, protectora, paternalista. En un momento dado —no obstante— hasta sonríe tímidamente. En concreto, cuando John agarra a Steven de la cabeza y lo besa toscamente en la mejilla. Recordemos que Steven se casa esa misma noche y que esta inolvidable velada en el bar viene a ser algo así como su despedida de soltero particular.   



Axel: “¡Marica!”

John: “¡Calla, envidioso!”



Lamentablemente, todo lo bueno tiene un final. Y ese final (o anticlímax) se produce cuando vemos llegar por la calle a la madre de Steven (Shirley Stoler). Un plano que nos permite ver, de paso, la situación del bar de John en un suburbio industrial de Pennsylvania. Y un plano, además, que nos recuerda dos cosas: que es de día mientras todo esto sucede y que este grupo de amigos medio borrachos son obreros que acaban de salir de trabajar de un turno de noche. Gente humilde. Hijos de la inmigración para más señas. Y que su progresión social y económica en el país de las grandes oportunidades se ha visto injustamente truncada por una guerra. La de Vietnam. Una guerra que, por si fuera poco, convirtió a jóvenes como los de esta peli en una auténtica generación infausta. En una generación maldita. En una generación —en definitiva— perdida.



Madre de Steven: “¡Sinvergüenza!”

Nick: “Me parece que vienen por ti, amigo”

Steven: “¡Déjame!”



La entrada de la madre de Steven llevándose a su hijo a empujones revela, asimismo, otro detalle importante. Aunque Stan y John son cuarentones y los demás no tienen pinta, precisamente, de tener veintipocos lo que da a entender en todo caso esta escena es que estamos ante una pandilla de niños traviesos. Y quizás eso mismo es lo que otorga a esta secuencia esa pátina tan entrañable, cariñosa y encantadora. Casi naïf diría yo. Vamos, eso es al menos lo que yo percibo y siento cada vez que veo a la madre de Steven regañando a su hijo mientras Stan, Nick, Axel y John se despiden de él con ese mítico I want to hold you so much segundos antes de que Stan se caiga al suelo embriagado de risas, amistad y vida.




No me gustaría finalizar este spoiler, no obstante, sin destacar la gran fotografía de Vilmos Zsigmond y sin hacer hacer hincapié —una vez más— en la gran trascendencia que tiene el “Can’t take my eyes off you” de Frankie Valli en esta escena. Una canción (diegética, por supuesto) que no se limita a acompañar o enriquecer lo que vemos en pantalla sino que va más allá, dirigiendo y vertebrando la escena hasta el punto que los propios actores siguen una especie de coreografía (muy sui generis, eso sí) total y absolutamente sincronizada con la canción. Quizás por eso mismo cada vez que escucho el “Can’t take my eyes off you” no puedo evitar pensar en esta escena. Y quizás también por eso (a pesar de su exceso de azúcar) esta canción es y seguirá siendo —sin lugar a dudas— una de las canciones de mi vida. He aquí su letra:  



You're just too good to be true
Can't take my eyes off of you
You'd be like heaven to touch
I want to hold you so much
At long last love has arrived
And I thank God I'm alive
You're just too good to be true
Can't take my eyes off of you

Pardon the way that I stare
There's nothing else to compare
The sight of you leaves me weak
There are no words left to speak
But if you feel like I feel
Please let me know that it's real
You're just too good to be true
Can't take my eyes off of you

I love you, baby, and if it's quite all right
I need you, baby, to warm the lonely nights
I love you, baby; trust in me when I say
Oh, pretty baby, don't bring me down I pray
Oh, pretty baby, now that I found you, stay
And let me love you, baby, let me love you

You're just too good to be true
Can't take my eyes off of you
You'd be like heaven to touch
I want to hold you so much
At long last love has arrived
And I thank God I'm alive
You're just too good to be true
Can't take my eyes off of you







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