Pat Garrett y Billy el niño (Pat Garrett and Billy the
kid)
Estados
Unidos, 1973
Director: Sam Peckinpah
Guión:
Rudy Wurlitzer
Fotografía:
John Coquillon
Música: Bob Dylan
Intérpretes:
James Coburn (Pat Garrett)
Kris Kristofferson (Billy the kid)
Slim Pickens (Sheriff Baker)
Katy Jurado (Mrs. Baker)
L.Q. Jones (Black Harris)
Bob Dylan (Alias)
Chill Wills (Lemuel)
Barry Sullivan (Chisum)
Jason Robards (Gobernador Wallace)
John Beck (Poe)
Harry Dean Stanton (Luke)
Richard Jaeckel (Kip McKinney )
SINOPSIS:
Recién
nombrado Sheriff de Lincoln (Nebraska), Pat Garrett advierte a Billy
y a los miembros de su antigua banda que si no huyen de inmediato a México se verá obligado a capturarles o
matarles. Haciendo caso omiso a las recomendaciones de Garrett, Billy es
detenido tras un tiroteo, pero finalmente se hace con un revólver y consigue
escapar matando a los dos alguaciles que lo retenían. Poco después, el
gobernador Wallace, Chisum y otros terratenientes de la
zona le encomiendan al sheriff Garrett la caza y captura de Billy. Lenta e
implacablemente Garrett irá acabando uno a uno con los hombres de Billy hasta
dar con él en Fort Sumner.
Si os he de ser franco, me costó bastante decidirme
por esta escena. Y me costó lo suyo porque “Pat
Garrett y Billy el niño” posee, como mínimo, dos secuencias más tan
memorables como ésta. La primera acontece en el bar, cuando Garrett le
recomienda a Billy y a sus hombres que huyan a México si quieren evitar ser
capturados por él mismo. Y la segunda, al final de la peli, cuando Garrett da definitivamente
con Billy en Fort Sumner y se enfrenta a él. Si me decidí por la que hoy voy a
destriparos fue, esencialmente, por su tremenda emotividad. Y es que, a mi
juicio, poquitas secuencias hay en el western norteamericano tan y tan conmovedoras
como ésta. Tan conmovedoras, líricas, sutiles y delicadas. Básicamente porque
—a pesar de su fama de alcohólico, juerguista y mujeriego— Peckinpah también
era, sobre todo, un auténtico poeta. Y en 1973, además, después de haber rodado
“Grupo Salvaje” (1969), “La balada de Cable Hogue” (1970), “Perros de paja” (1971), “Junior Bonner” (1971) y “La huida” (1972), el californiano se
hallaba —sin lugar a dudas— en su mejor momento creativo. Quizás por eso mismo Bloody Sam siempre consideró “Pat Garrett y Billy el niño” como su
mejor película. Porque a aspectos tan habituales en casi todos sus films como
la violencia descarnada o ese característico espíritu crepuscular que le hizo célebre, el viejo Sam le añade en esta ocasión a
su peli una cantidad de matices metafóricos absolutamente inconmensurable. Pero,
bueno, dejémonos de rodeos y vayamos al grano. A la secuencia que nos
concierne. Una secuencia que no deja de ser un capítulo más de la obsesiva y
sistemática búsqueda de Billy por parte de Pat Garrett. En esta ocasión, con la
colaboración del Sheriff Baker y su esposa.
La escena en cuestión empieza con un plano general que nos muestra una
carreta avanzando por un camino. El cielo está encapotado y parece —por los
animales que vemos y oímos en los márgenes de ese camino— que la carreta se
dirige hacia una granja o pequeño rancho.
El siguiente plano nos muestra a un hombre a punto de afeitarse (con
jabón en la cara y una navaja en la mano) en el porche de esa granja o pequeño
rancho. Se trata de Black Harris (L.Q. Jones), uno de los hombres de Billy. De repente, cuando se percata de
la inminente llegada de la carreta, se acerca a la puerta de la casa y avisa a
un hombre y una mujer (aparentemente mejicanos) que se encuentran en su
interior.
Black Harris: “¡Tenemos visita!”
Hombre mexicano: “¿Indios?”
Black Harris: “El Sheriff Baker”
Acto seguido y revólver en mano, Black Harris sube rápidamente a la
cubierta de paja de la casa. Mientras, la mujer se echa al suelo para
protegerse del más que previsible tiroteo y el otro hombre se arma y atisba por
la ventana. Desde ésta observa como la mencionada carreta llega a la casa. La
conduce el Sheriff Baker (Slim Pickens) pero detrás, en la
trasera, lo acompaña su mujer, Mrs.
Baker (Katy Jurado).
Sheriff Baker: “¡Eeh, Black Harris! ¡Quiero hablar
contigo!”
Y aunque Black Harris levanta tímidamente
la cabeza desde su posición en el tejado al oír su nombre, un disparo fallido y
sin contemplaciones procedente del rifle de Mrs. Baker le obliga a guarecerse
de inmediato. Valiosos instantes que Mrs. Baker aprovecha para bajar de la
carreta dando un patadón al portón trasero y que el Sheriff Baker invierte para
salir corriendo e intentar encontrar una posición de disparo segura.
A partir de aquí se inicia lo que
calificaríamos como la típica ensalada
de tiros que podemos encontrar en cualquier peli de Peckinpah que se precie. Por
de pronto, el Sheriff Baker recibe el primer balazo antes de poder llegar a
cubierto. Resulta curioso como, en una escena relativamente rápida como ésta,
el camino que recorre el Sheriff Baker antes de recibir el primer impacto de
bala en el hombro se hace (durando como dura un par o tres de segundos tan sólo)
casi casi interminable. Naturalmente, estamos hablando de un hombre más bien
viejo y fondón. De unos sesenta años. Y su lenta carrera le permite al hombre
mejicano que atisba desde la ventana apuntar, disparar y dar en el blanco.
Simultáneamente, Pat Garrett (James Coburn) llega a la casa a
caballo. Prácticamente, sin que nadie se percate.
Pese a estar herido, el viejo Sheriff Baker
no se amilana e, incorporándose de inmediato, intercambia un par de disparos
con el hombre mejicano hasta que lo alcanza en el pecho. Y como no podía ser de
otra manera tratándose de un western de Bloody
Sam, el balazo de Baker atraviesa el torso del hombre mejicano de forma tan
espectacular como explícita. Inmediatamente, el Sheriff Baker levanta la cabeza
y mira al tejado, en busca de Black Harris. Cuando éste aparece, ambos
disparan. Casi al alimón. Black alcanza a Baker en el vientre mientras que el
disparo del sheriff se incrusta en el brazo izquierdo del forajido. Dispuesto a
rematar a su adversario, Black apunta lentamente hacia Baker cuando una voz
interrumpe su acción.
Pat Garrett: “¡Black!”
Y el que lo llama es —efectivamente— Pat
Garrett, quién desde la escalera de madera que da acceso a la cubierta de la
casa dispara a la pierna izquierda de Black abatiéndolo. La caída a cámara
lenta es, por cierto, marca de la casa
Peckinpah.
Mientras tanto, Mrs. Baker abre la desvencijada
puerta de la casa de un patadón y le mete dos balazos —esta vez ya mortales de
necesidad— al hombre mejicano. Y por segunda vez vemos a la brava y hombruna
esposa del Sheriff Baker en acción. Una extraordinaria Katy Jurado que, en esta
secuencia, goza de un protagonismo casi absoluto. Algo que, sin lugar a dudas,
choca bastante en un film de Peckinpah. Un hombre que siempre tuvo fama de
misógino y que nunca otorgó demasiada vidilla
a sus escasas actrices.
A partir de aquí —y gracias al montaje—
asistiremos durante poco más de un minuto a dos líneas de acontecimientos
paralelas. Una es la que nos muestra la conversación previa al enfrentamiento
definitivo entre Black Harris y Pat Garrett. Un diálogo que os adjunto a
continuación y que no deja de ser una especie de treta mediante la cual Black
Harris pretende distraer a Pat Garrett antes de dispararle. Y la otra —mucho
más conmovedora, obviamente— es la que nos escenifica la muerte del Sheriff
Baker. Pero bueno, vayamos por partes y volvamos al diálogo (prácticamente
soliloquio) entre Black Harris y Pat Garrett. El primero, herido y tendido en
el tejado de la casa. Y el segundo, aguardando a pie de escalera la más que
previsible y traicionera reacción del hombre de Billy.
Black Harris: “Yo no he visto a Billy el niño
si esto es lo que quieres saber. Pero si quieres encontrarnos uno por uno… entonces,
aquí me tienes”
Pat Garrett: “Estoy buscando un rastro, Black”
Black: “Nosotros, los viejos amigos, no deberíamos
hacernos esto. Ya no quedamos tantos… ¿Te acuerdas? Tu y yo cabalgábamos juntos
por este condado ¿Cuánto tiempo hace de eso, Pat?”
Pat Garrett: “Hará unos quince años”
(Después de la respuesta de Garrett, Black
le dispara. Prácticamente a ciegas. En un desesperado intento de matarle y
salir con vida. Obviamente, falla)
Black Harris: “¡Pat! ¡Yo sé donde está Billy el
niño! ¡Te lo diré cuando te vea tumbado en el suelo! ¡Serán las últimas
palabras que oirás!”
(Black pronuncia estas palabras mientras
baja, lenta y trabajosamente, por la escalera de madera. Garrett le espera en
la esquina. Cuando Black alcanza el suelo y dobla la esquina, es abatido por
Garrett)
El estremecedor lirismo con el que
Peckinpah nos narra la muerte del Sheriff Baker constituye, sin embargo, el
gran motivo por el que escogí esta escena —y no otra— de “Pat Garrett y Billy el niño”. Un momento que empieza cuando Baker
es consciente que su herida en el vientre es mortal y se dirige andando penosamente
hacia el río para morir tranquilamente en su orilla. Y todo ello mientras
empiezan a sonar las primeras notas del Knockin’ on heaven’s door de Bob Dylan y mientras John Coquillon, el director de
fotografía, nos muestra las últimas luces del día en total consonancia con una
vida (la de Baker) que —poco a poco— también va apagándose. Una magistral
conjura de elementos cinematográficos que nos proporciona, sin lugar a dudas,
una de las escenas más bellas y emotivas ya no del western sino, me atrevería a
decir incluso, de la historia del séptimo arte.
Pero no, no todo acaba ahí. Y es que a la
incuestionable belleza y dramatismo de esta secuencia, hay que añadirle algunos
detalles que no siempre resultan fáciles de interpretar o incluso de percibir
(los matices metafóricos de los que antes os hablaba) y que, a mi juicio, son
los que —en definitiva— diferencian a los grandes directores de cine de los del
montón. Me estoy refiriendo, concretamente, al gesto de amor y respeto que
muestra Mrs. Baker hacia su marido al mantener con él una distancia prudencial en
la orilla del río para que éste pueda morir con cierta dignidad y decoro. Y
digo prudencial porque ella, sin avasallarlo, está ahí. A unos metros. Acompañándolo
fielmente en estos dolorosos y agónicos momentos y manifestándole —al mismo
tiempo— lo mucho que lo ama y lo mucho que lo respeta. Ah, y atención también a
la significativa mirada de Garrett desde la casa ¿Culpabilidad, remordimientos,
tristeza? Sin lugar a dudas, el precio por llegar hasta Billy el niño está
siendo muy elevado. Quizás demasiado.
Y ya para acabar, permitidme por favor que
reitere la importancia, a mi parecer, de uno de los elementos claves de esta
escena: la música. Y es que a quien no se le pongan los pelos como escarpias
mientras suena el Knockin’ on heaven’s
door y el Sheriff Baker agoniza en el río es que, sencillamente, va muy
justito de sensibilidad. No en vano estamos hablando de un tema que Bob Dylan
compuso e interpretó expresamente para la BSO de esta película y que, a posteriori, ha sido
versionado hasta la saciedad. Entre otros por Guns and Roses, Bon
Jovi, Eric Clapton, Avril Lavigne, Lana del Rey o Antony and The Johnsons. Su letra
dice así:
Mama, take this badge off of me
I can't use it anymore
I can't use it anymore
It's gettin' dark, too dark for me to see
I feel like i'm knockin' on heaven's door
Knock, knock, knockin' on heaven's door
knock, knock, knockin' on heaven's door
knock, knock, knockin' on heaven's door
knock, knock, knockin' on heaven's door
Mama, put my guns in the ground
I can't shoot them anymore
That long black cloud is comin' down
I feel like I'm knockin' on heaven's door
Knock, knock, knockin' on heaven's door
knock, knock, knockin' on heaven's door
knock, knock, knockin' on heaven's door
knock, knockin' on heaven's door
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