diumenge, 9 d’octubre del 2016

“KNOCKIN’ ON HEAVEN’S DOOR” (Pat Garrett y Billy el niño, 1973. Sam Peckinpah)



Pat Garrett y Billy el niño (Pat Garrett and Billy the kid)

Estados Unidos, 1973

Director: Sam Peckinpah

Guión: Rudy Wurlitzer

Fotografía: John Coquillon

Música: Bob Dylan

Intérpretes:

James Coburn (Pat Garrett)
Kris Kristofferson (Billy the kid)
Slim Pickens (Sheriff Baker)
Katy Jurado (Mrs. Baker)
L.Q. Jones (Black Harris)
Bob Dylan (Alias)
Chill Wills (Lemuel)
Barry Sullivan (Chisum)
Jason Robards (Gobernador Wallace)
John Beck (Poe)
Harry Dean Stanton (Luke)
Richard Jaeckel (Kip McKinney)

SINOPSIS: Recién nombrado Sheriff de Lincoln (Nebraska), Pat Garrett advierte a Billy y a los miembros de su antigua banda que si no huyen de inmediato a México se verá obligado a capturarles o matarles. Haciendo caso omiso a las recomendaciones de Garrett, Billy es detenido tras un tiroteo, pero finalmente se hace con un revólver y consigue escapar matando a los dos alguaciles que lo retenían. Poco después, el gobernador Wallace, Chisum y otros terratenientes de la zona le encomiendan al sheriff Garrett la caza y captura de Billy. Lenta e implacablemente Garrett irá acabando uno a uno con los hombres de Billy hasta dar con él en Fort Sumner.



Si os he de ser franco, me costó bastante decidirme por esta escena. Y me costó lo suyo porque “Pat Garrett y Billy el niño” posee, como mínimo, dos secuencias más tan memorables como ésta. La primera acontece en el bar, cuando Garrett le recomienda a Billy y a sus hombres que huyan a México si quieren evitar ser capturados por él mismo. Y la segunda, al final de la peli, cuando Garrett da definitivamente con Billy en Fort Sumner y se enfrenta a él. Si me decidí por la que hoy voy a destriparos fue, esencialmente, por su tremenda emotividad. Y es que, a mi juicio, poquitas secuencias hay en el western norteamericano tan y tan conmovedoras como ésta. Tan conmovedoras, líricas, sutiles y delicadas. Básicamente porque —a pesar de su fama de alcohólico, juerguista y mujeriego— Peckinpah también era, sobre todo, un auténtico poeta. Y en 1973, además, después de haber rodado “Grupo Salvaje” (1969), “La balada de Cable Hogue” (1970), “Perros de paja” (1971), “Junior Bonner” (1971) y “La huida” (1972), el californiano se hallaba —sin lugar a dudas— en su mejor momento creativo. Quizás por eso mismo Bloody Sam siempre consideró “Pat Garrett y Billy el niño” como su mejor película. Porque a aspectos tan habituales en casi todos sus films como la violencia descarnada o ese característico espíritu crepuscular que le hizo célebre, el viejo Sam le añade en esta ocasión a su peli una cantidad de matices metafóricos absolutamente inconmensurable. Pero, bueno, dejémonos de rodeos y vayamos al grano. A la secuencia que nos concierne. Una secuencia que no deja de ser un capítulo más de la obsesiva y sistemática búsqueda de Billy por parte de Pat Garrett. En esta ocasión, con la colaboración del Sheriff Baker y su esposa.



La escena en cuestión empieza con un plano general que nos muestra una carreta avanzando por un camino. El cielo está encapotado y parece —por los animales que vemos y oímos en los márgenes de ese camino— que la carreta se dirige hacia una granja o pequeño rancho.



El siguiente plano nos muestra a un hombre a punto de afeitarse (con jabón en la cara y una navaja en la mano) en el porche de esa granja o pequeño rancho. Se trata de Black Harris (L.Q. Jones), uno de los hombres de Billy. De repente, cuando se percata de la inminente llegada de la carreta, se acerca a la puerta de la casa y avisa a un hombre y una mujer (aparentemente mejicanos) que se encuentran en su interior.

Black Harris: “¡Tenemos visita!”

Hombre mexicano: “¿Indios?”

Black Harris: “El Sheriff Baker”



Acto seguido y revólver en mano, Black Harris sube rápidamente a la cubierta de paja de la casa. Mientras, la mujer se echa al suelo para protegerse del más que previsible tiroteo y el otro hombre se arma y atisba por la ventana. Desde ésta observa como la mencionada carreta llega a la casa. La conduce el Sheriff Baker (Slim Pickens) pero detrás, en la trasera, lo acompaña su mujer, Mrs. Baker (Katy Jurado).

Sheriff Baker: “¡Eeh, Black Harris! ¡Quiero hablar contigo!”



Y aunque Black Harris levanta tímidamente la cabeza desde su posición en el tejado al oír su nombre, un disparo fallido y sin contemplaciones procedente del rifle de Mrs. Baker le obliga a guarecerse de inmediato. Valiosos instantes que Mrs. Baker aprovecha para bajar de la carreta dando un patadón al portón trasero y que el Sheriff Baker invierte para salir corriendo e intentar encontrar una posición de disparo segura.



A partir de aquí se inicia lo que calificaríamos como la típica ensalada de tiros que podemos encontrar en cualquier peli de Peckinpah que se precie. Por de pronto, el Sheriff Baker recibe el primer balazo antes de poder llegar a cubierto. Resulta curioso como, en una escena relativamente rápida como ésta, el camino que recorre el Sheriff Baker antes de recibir el primer impacto de bala en el hombro se hace (durando como dura un par o tres de segundos tan sólo) casi casi interminable. Naturalmente, estamos hablando de un hombre más bien viejo y fondón. De unos sesenta años. Y su lenta carrera le permite al hombre mejicano que atisba desde la ventana apuntar, disparar y dar en el blanco. Simultáneamente, Pat Garrett (James Coburn) llega a la casa a caballo. Prácticamente, sin que nadie se percate.



Pese a estar herido, el viejo Sheriff Baker no se amilana e, incorporándose de inmediato, intercambia un par de disparos con el hombre mejicano hasta que lo alcanza en el pecho. Y como no podía ser de otra manera tratándose de un western de Bloody Sam, el balazo de Baker atraviesa el torso del hombre mejicano de forma tan espectacular como explícita. Inmediatamente, el Sheriff Baker levanta la cabeza y mira al tejado, en busca de Black Harris. Cuando éste aparece, ambos disparan. Casi al alimón. Black alcanza a Baker en el vientre mientras que el disparo del sheriff se incrusta en el brazo izquierdo del forajido. Dispuesto a rematar a su adversario, Black apunta lentamente hacia Baker cuando una voz interrumpe su acción.

Pat Garrett: “¡Black!”

Y el que lo llama es —efectivamente— Pat Garrett, quién desde la escalera de madera que da acceso a la cubierta de la casa dispara a la pierna izquierda de Black abatiéndolo. La caída a cámara lenta es, por cierto, marca de la casa Peckinpah.



Mientras tanto, Mrs. Baker abre la desvencijada puerta de la casa de un patadón y le mete dos balazos —esta vez ya mortales de necesidad— al hombre mejicano. Y por segunda vez vemos a la brava y hombruna esposa del Sheriff Baker en acción. Una extraordinaria Katy Jurado que, en esta secuencia, goza de un protagonismo casi absoluto. Algo que, sin lugar a dudas, choca bastante en un film de Peckinpah. Un hombre que siempre tuvo fama de misógino y que nunca otorgó demasiada vidilla a sus escasas actrices.



A partir de aquí —y gracias al montaje— asistiremos durante poco más de un minuto a dos líneas de acontecimientos paralelas. Una es la que nos muestra la conversación previa al enfrentamiento definitivo entre Black Harris y Pat Garrett. Un diálogo que os adjunto a continuación y que no deja de ser una especie de treta mediante la cual Black Harris pretende distraer a Pat Garrett antes de dispararle. Y la otra —mucho más conmovedora, obviamente— es la que nos escenifica la muerte del Sheriff Baker. Pero bueno, vayamos por partes y volvamos al diálogo (prácticamente soliloquio) entre Black Harris y Pat Garrett. El primero, herido y tendido en el tejado de la casa. Y el segundo, aguardando a pie de escalera la más que previsible y traicionera reacción del hombre de Billy.

Black Harris: “Yo no he visto a Billy el niño si esto es lo que quieres saber. Pero si quieres encontrarnos uno por uno… entonces, aquí me tienes”

Pat Garrett: “Estoy buscando un rastro, Black”



Black: “Nosotros, los viejos amigos, no deberíamos hacernos esto. Ya no quedamos tantos… ¿Te acuerdas? Tu y yo cabalgábamos juntos por este condado ¿Cuánto tiempo hace de eso, Pat?”

Pat Garrett: “Hará unos quince años”

(Después de la respuesta de Garrett, Black le dispara. Prácticamente a ciegas. En un desesperado intento de matarle y salir con vida. Obviamente, falla)

Black Harris: “¡Pat! ¡Yo sé donde está Billy el niño! ¡Te lo diré cuando te vea tumbado en el suelo! ¡Serán las últimas palabras que oirás!”



(Black pronuncia estas palabras mientras baja, lenta y trabajosamente, por la escalera de madera. Garrett le espera en la esquina. Cuando Black alcanza el suelo y dobla la esquina, es abatido por Garrett)



El estremecedor lirismo con el que Peckinpah nos narra la muerte del Sheriff Baker constituye, sin embargo, el gran motivo por el que escogí esta escena —y no otra— de “Pat Garrett y Billy el niño”. Un momento que empieza cuando Baker es consciente que su herida en el vientre es mortal y se dirige andando penosamente hacia el río para morir tranquilamente en su orilla. Y todo ello mientras empiezan a sonar las primeras notas del Knockin’ on heaven’s door de Bob Dylan y mientras John Coquillon, el director de fotografía, nos muestra las últimas luces del día en total consonancia con una vida (la de Baker) que —poco a poco— también va apagándose. Una magistral conjura de elementos cinematográficos que nos proporciona, sin lugar a dudas, una de las escenas más bellas y emotivas ya no del western sino, me atrevería a decir incluso, de la historia del séptimo arte.



Pero no, no todo acaba ahí. Y es que a la incuestionable belleza y dramatismo de esta secuencia, hay que añadirle algunos detalles que no siempre resultan fáciles de interpretar o incluso de percibir (los matices metafóricos de los que antes os hablaba) y que, a mi juicio, son los que —en definitiva— diferencian a los grandes directores de cine de los del montón. Me estoy refiriendo, concretamente, al gesto de amor y respeto que muestra Mrs. Baker hacia su marido al mantener con él una distancia prudencial en la orilla del río para que éste pueda morir con cierta dignidad y decoro. Y digo prudencial porque ella, sin avasallarlo, está ahí. A unos metros. Acompañándolo fielmente en estos dolorosos y agónicos momentos y manifestándole —al mismo tiempo— lo mucho que lo ama y lo mucho que lo respeta. Ah, y atención también a la significativa mirada de Garrett desde la casa ¿Culpabilidad, remordimientos, tristeza? Sin lugar a dudas, el precio por llegar hasta Billy el niño está siendo muy elevado. Quizás demasiado.




Y ya para acabar, permitidme por favor que reitere la importancia, a mi parecer, de uno de los elementos claves de esta escena: la música. Y es que a quien no se le pongan los pelos como escarpias mientras suena el Knockin’ on heaven’s door y el Sheriff Baker agoniza en el río es que, sencillamente, va muy justito de sensibilidad. No en vano estamos hablando de un tema que Bob Dylan compuso e interpretó expresamente para la BSO de esta película y que, a posteriori, ha sido versionado hasta la saciedad. Entre otros por Guns and Roses, Bon Jovi, Eric Clapton, Avril Lavigne, Lana del Rey o Antony and The Johnsons. Su letra dice así:

Mama, take this badge off of me
I can't use it anymore

It's gettin' dark, too dark for me to see
I feel like i'm knockin' on heaven's door

Knock, knock, knockin' on heaven's door
knock, knock, knockin' on heaven's door
knock, knock, knockin' on heaven's door
knock, knock, knockin' on heaven's door

Mama, put my guns in the ground
I can't shoot them anymore

That long black cloud is comin' down
I feel like I'm knockin' on heaven's door

Knock, knock, knockin' on heaven's door
knock, knock, knockin' on heaven's door
knock, knock, knockin' on heaven's door
knock, knockin' on heaven's door




Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada