Por
un puñado de dólares (Per un pugno di dollari)
Italia,
España y Alemania, 1964
Director:
Sergio Leone
Guión:
Sergio Leone, Adriano Bolzoni, Víctor Andrés Catena y Jaime Comas Gil
Fotografía:
Massimo Dallamano
Música:
Ennio Morricone
Intérpretes:
Clint
Eastwood (Joe)
Gian
Maria Volonté (Ramón Rojo)
Sieghardt
Rupp (Esteban Rojo)
Antonio
Prieto (Benito Rojo)
Marianne
Koch (Marisol)
Joseph
Egger (Piripero)
Wolfgang
Lukschy (John Baxter)
Mario Brega (Chico)
José Calvo (Silvanito)
Antonio
Molino (Pistolero de Baxter)
Lorenzo Robledo (Pistolero de Baxter)
Luís
Barboo (Pistolero de Baxter)
Julio
Pérez (Pistolero de Baxter)
SINOPSIS:
Joe
es un cínico y lacónico
cazarrecompensas que llega un buen dia a San
Miguel (un pueblo cercano a la frontera entre Mexico y Estados Unidos)
donde dos familias, los Rojo y los Baxter, se disputan su control. Mientras
Benito, Esteban y Ramón Rojo se
dedican al tráfico de alcohol, el matrimonio Baxter (John y Consuelo) se dedica al tráfico de
armas. Joe trabajará para ambos bandos sin que nadie se entere pero cuando se
enamora de Marisol, los Rojo
descubren sus argucias y lo capturan. Pese a ser duramente torturado, Joe
consigue escapar y se refugia en una antigua mina abandonada, donde Piripero (el enterrador) y Silvanito (el cantinero) cuidan de él.
Una vez recuperado, Joe decide enfrentarse cara a cara a los Rojo.
Naturalmente, “Por un puñado de dólares” no es un Spaghetti Western perfecto. Ni
perfecto, ni redondo ni irreprochable. Pero lo que sí me parece absolutamente
indiscutible, sin lugar a dudas, es su enorme trascendencia histórica dentro
del western. Obviamente, “Por un puñado de dólares” no fue el primer
eurowestern, eso está clarísimo. Pero sí fue el primero que obtuvo distribución
y repercusión internacional y el primero, sobre todo, que estableció una serie
de postulados estéticos y argumentales muy concretos que se repetirían hasta la
saciedad durante más de una década.
Así pues, partiendo de la base que —como
SW— me parecen muy superiores “Hasta que
llegó su hora”, “La muerte tenía un
precio”, “El bueno, el feo y el
malo” e incluso “¡Agáchate,
maldito!”, debo reconocer que le tengo a “Por un puñado de dólares” un
cariño especial. Cariño por darme a conocer a Sergio Leone, uno de mis cineastas favoritos. Cariño por lanzar al
estrellato a Clint Eastwood, otro de mis actores y cineastas preferidos. Cariño
por catapultar la obra de Don Ennio Morricone,
uno de los mejores —si no el mejor— compositores de la historia del cine. Y
cariño, sobre todo, por mostrarme el oeste de una forma totalmente diferente a
la habitual.
Os dejo, pues, con una de mis escenas
favoritas de esta peli. Una escena que constituye un excelente botón de muestra
de este entrañable subgénero (al menos para los que lo apreciamos sinceramente)
y cuya máxima virtud radica —lo reitero— en empezar a sentar las bases de una
concepción del western muy distinta a la de clásicos como Ford, Hawks, Mann y
compañía.
La escena en cuestión empieza con un
extraordinario plano picado desde un balcón donde Benito Rojo (Antonio Prieto)
observa como Joe (Clint Eastwood) va andando por la vía
principal de San Miguel, un pequeño
pueblo fronterizo entre Mexico y Texas que, por cierto, fue recreado en Hoyo de Manzanares (Madrid) bajo el nombre de Golden City. El siguiente plano, ya a
pie de calle, nos ofrece una toma lateral de Joe deteniéndose donde trabaja Piripero (Joseph Egger), el enterrador del pueblo, que en ese momento se
encuentra lijando un sencillo ataúd de madera de pino.
Joe: “Prepara tres cajas”
Piripero: “Sí… ¿Tres?”
Y aunque muchos ya habéis visto la peli no
una, sino varias veces, me gustaría señalar o subrayar en este momento dos
elementos, a mi juicio, absolutamente esenciales en esta escena: la música de
Morricone (suave pero muy presente) y la característica imagen de Joe, el
célebre “Hombre sin nombre” de la trilogía del dólar leoniana (“Por un puñado de dólares”,
“La muerte tenía un precio” y “El bueno, el feo y el malo”). Con su barba sin
afeitar, su sempiterno cigarro en la boca y su mítico poncho. Tres elementos
que, sin lugar a dudas, han convertido a este personaje en un auténtico icono
del Spaghetti Western en particular y del western en general.
Tras cruzarse con Piripero y encargarle las
tres cajas, Joe pasa por delante del saloon —donde aparece, semiescondido, Silvanito (José Calvo)— y prosigue su camino hasta el final de la calle. Allí
se encuentra con los hombres de Baxter (Antonio
Molino, Lorenzo Robledo, Luís Barboo y Julio Pérez). Los mismos que, unos minutos antes, se habían burlado
de él y habían asustado a su montura disparándole entre las patas.
El inicio de la pertinente conversación
entre Joe y los hombres de Baxter ya nos corrobora, de entrada, uno de los
rasgos fundamentales del libreto de estilo leoniano
y, por ende, del SW en general. Me estoy refiriendo al cinismo, a la ironía, a
la mordacidad. Y así, mientras en un western clásico convencional el héroe se
hubiera enfrentado a los “malotes” de forma mucho más directa y expeditiva, el
antihéroe leoniano se nos muestra —sin
lugar a dudas— mucho más frío, imperturbable y sarcástico.
Antes de que empiece propiamente la
conversación, sin embargo, me gustaría destacar un plano —a mi juicio—
magistral. En él aparece Joe de frente, con la calle principal de San Miguel a
sus espaldas, y dos de los secuaces de Baxter (Molino y Robledo) colocados
simétricamente de espaldas a izquierda y derecha de la imagen. Se trata, como
ya he dicho, de un plano precioso. No tan sólo por su tan armónica y
equilibrada geometría sino por lo que transmite. Y a mí lo que me transmite
este gran plano —al margen de tensión y peligro— es, fundamentalmente, una gran
preocupación estética. Por eso, entre otras cosas, me gusta tanto Leone. Por su
perfeccionismo, por su precisión, por su sensibilidad artística. Por su
estilización, vaya. Algo que tiene más mérito aún cuando trabajas con
presupuestos tan limitados. O quizás, no. Quizás esa estilización sea fruto,
precisamente, de la necesidad. De “hacer
de la necesidad, virtud” como dice el aforismo.
Sea como fuere, lo que vamos a ver hasta el
final del diálogo entre Joe y los hombres de Baxter (curiosamente, sin
acompañamiento musical) es un auténtico esbozo del mejor Leone. Y un esbozo del
mejor Leone ya es mucho. Entre otras cosas porque el italiano ya nos anticipa
en esta escena esa predilección por los primeros planos, por la dilatación del
tiempo, por el uso del zoom o por la
fragmentación. Rasgos distintivos que depurará y perfeccionará en sus
siguientes pelis y que lo convertirán en uno de los cineastas más singulares y
relevantes del séptimo arte.
A partir de aquí me gustaría señalar
detalles. Detalles que no son de vital importancia para el desarrollo de la
peli pero que contribuyen a enriquecer la escena. A hacerla más emocionante,
más tensa, más atractiva o más “molona”.
Como, por ejemplo, el chulesco gesto que hace Joe al apartarse el poncho antes
de disparar (y, naturalmente, cargarse) a los cuatro hombres de Baxter. O la
manera de escupir el tabaco de Lorenzo Robledo (hombre de Baxter), sin quitarle
el ojo de encima a Joe en ningún momento. O ese peculiar modo que tiene Joe de mirar hacia el suelo y levantar lentamente la mirada. O ese agudo y molesto zumbido que
precede a los certeros y letales disparos de Joe sobre los hombres de Baxter.
Pero si un detalle destaca por encima de todos es, sin lugar a dudas, la frase
que pronuncia Joe cuando termina su conversación con John Baxter (Wolfgang
Lukschy) y vuelve por donde ha venido. Concretamente cuando pasa otra vez
por delante de Piripero y sus ataúdes y rectifica el encargo inicial (“Quería
decir cuatro cajas”). Vaciladas
así son las que cualquier aficionado al SW que se precie disfruta como un niño
chico. Y eso Leone lo tenía muy claro. Clarísimo.
Pistolero 1 (Antonio Molino): “Hola amigo”
Pistolero 2 (Lorenzo Robledo): “¡Eh, tú! ¿No te habíamos dicho que no
queríamos verte más por este sitio? ¿Dónde está tu penco? ¿Has dejado que se te
escape?
Pistoleros 1 y 2: “Jejejejeje”
Joe: “Hombre, sí, de esto venía a hablaros. Lo ha
tomado a mal”
Pistolero 2: “¿Quién?”
Joe: “Mi caballo. Se ha enfadado por los cuatro tiros que le disparasteis entre las patas. Y ahora no quiere atender a razones”
Pistolero 1: “¡Eh! ¿Quieres tomarnos el pelo?”
Joe: “No, yo comprendí enseguida que estabais bromeando, pero él en cambio se ha ofendido. Y ahora pretende que le deis excusas”
Pistoleros 1, 3 y 4 (Antonio Molino, Luís Barboo
y Julio Pérez): “Jajajajajajaja”
Joe: “Hacéis muy mal en reíros. A mi caballo le
molesta la gente que se ríe. Se figura que quieren burlarse de él, pero si me
aseguráis que le pediréis perdón, con un par de coces en la boca saldréis del
paso...”
(En este momento —tras una serie de
primeros planos en el más absoluto silencio y tan sólo aderezados por ese
penetrante zumbido que comentábamos anteriormente— es cuando Joe desenfunda
rápidamente y dispara sobre los cuatro hombres de Baxter matándolos a todos.
Cabe mencionar que —mientras eran tres los hombres que, en la escena anterior,
se burlan de Joe y disparan entre las patas a su caballo— en esta escena se ha
incorporado al grupeto un hombre más. Cuatro en total)
John Baxter: “¡Lo he visto todo! ¡Usted los ha
matado! No creerá que va a escapar fácilmente...”
Joe: “¿Quién eres?”
John Baxter: “¡Aparte ese arma! Soy John
Baxter. El sheriff”
Joe: “Pues si es usted el sheriff, ocúpese de
darles sepultura”
(Y aquí es cuando Joe se coloca bien el
poncho, se da media vuelta y vuelve por donde ha venido. Andando y fumando
parsimoniosamente. Y es cuando pasa por delante de Piripero y Silvanito el momento preciso en el que pronuncia la famosa frase que cierra esta escena. Una frase que pronuncia
levantando la mano derecha y mostrando cuatro dedos. Brutal)
Joe: “Quería decir cuatro cajas”
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