dilluns, 4 de desembre del 2017

“ESTOY CANSADO, NENA” (Atrapado por su pasado, 1993. Brian De Palma)


Atrapado por su pasado (Carlito’s way)

Estados Unidos, 1993

Director: Brian De Palma

Guión: David Koepp. Basado en una obra de Edwin Torres

Fotografía: Stephen H. Burum

Música: Patrick Doyle

Intérpretes:

Al Pacino (Carlito)
Sean Penn (Kleinfeld)
Penelope Ann Miller (Gail)
John Leguizamo (Benny Blanco)
Ingrid Rogers (Steffie)
Luís Guzmán (Pachanga)
James Rebhorn (Norwalk)
Viggo Mortensen (Lalin)
Joseph Siravo (Vinnie Taglialucci)
Frank Minucci (Tony Taglialucci)

SINOPSIS: Carlito Brigante es un antiguo traficante de drogas puertorriqueño que sale de prisión tras cinco años de condena totalmente dispuesto a dejar sus antiguos negocios y a llevar a cabo una vida tranquila y honrada. Gracias a un viejo amigo, un abogado cocainómano llamado Kleinfeld, Carlito consigue hacerse con las riendas de un club nocturno e intenta, a su vez, retomar su relación con Gail, su exnovia. Seguir el buen camino, no obstante, no parece tarea fácil cuando procedes del mundo del crimen.



Naturalmente, Brian De Palma no es un cineasta que podamos situar al mismo nivel que colegas suyos de generación como Scorsese, Coppola o Spielberg. Aún así, De Palma es —sin lugar a dudas— un gran director de cine. Y como gran director cuenta en su haber —a mi juicio— con dos o tres pelis que hasta me atrevería a catalogar como obras maestras. De todas ellas “Carlito’s way” es, de largo, mi favorita. No tan sólo por su innegable poderío visual (marca de la casa De Palma) sino porque si hay una peli de gangsters que pueda codearse tranquilamente con obras maestras de la talla de “El Padrino” I y II (Francis Ford Coppola, 1972-1974), “Uno de los nuestros” (Martin Scorsese, 1990) o “Érase una vez en América” (Sergio Leone, 1984) ésa es, indudablemente, “Carlito’s way”. Un extraordinario y fatídico thriller que alberga en su seno una deliciosa historia de amor y que cuenta, por si fuera poco, con algunas de las mejores escenas de toda la filmografía del controvertido De Palma.



Y aquí quería llegar. Al gran talento visual de De Palma. A su virtuosismo técnico. A ese particular e inconfundible estilo suyo, tan excesivo y barroco como profundamente lírico y conmovedor. Y aunque de grandes secuencias “Carlito’s way” va bien provista (la de los billares, la de Carlito bajo la lluvia observando a Gail o la de la estación serían magníficos ejemplos), he decidido decantarme por la escena previa a los títulos de crédito finales porque cuando virtuosismo y emoción consiguen darse la mano, cuando una secuencia te alcanza el cerebro y el corazón de forma tan simultánea y poderosa, es cuando un servidor no puede hacer otra cosa que quitarse el sombrero, hincarse de rodillas e intentar explicar como buenamente sabe o puede por qué un pequeño fragmento de cine así ha conseguido instalarse definitivamente en su catálogo de imágenes para el recuerdo.


Así pues, situémonos. Hacia el final de la película Carlito Brigante (Al Pacino) yace en el suelo gravemente herido por un disparo cuando intentaba subirse al tren. De hecho, la película acaba exactamente de la misma manera como empieza, cerrándose así un círculo que arranca con uno de los flashbacks más bellos y melancólicos de la historia del cine. Y es que aunque sepamos de inicio que Carlito va a morir, que Carlito jamás logrará cumplir su sueño de escapar junto a su novia a una isla y vivir en ese particular paraíso terrenal vendiendo coches, ello no impide que cuando lleguemos a ese momento concreto (el de su agonía) no nos embargue una sensación de tristeza y desolación absolutamente irreprimible. Una sensación que penetra en lo más profundo de nuestro ser a través de la espléndida fotografía de Stephen H. Burum (“La ley de la calle”“Los intocables de Elliott Ness”) y del acompañamiento musical de Patrick Doyle (“Sentido y sensibilidad”“Donnie Brasco”) pero que logra conmovernos aún más, si cabe, gracias a las reflexiones en off del propio Carlito mientras los servicios de emergencias lo trasladan al hospital.  

Carlito: “Lo siento, muchachos. Ni todos los puntos del mundo podrían volverme a coser. Acuéstate. Acuéstate. Me velarán en la Funeraria Fernández de la Calle 109. Siempre supe que acabaría allí... pero mucho más tarde de lo que pensaba mucha gente. El último morriqueño. Bueno, tal vez no el último. Gail será una buena madre. Un nuevo y mejorado Carlito Brigante. Espero que use el dinero para largarse. No hay sitio en esta ciudad para corazones tan grandes como el suyo. Lo siento, nena. Hice todo lo que pude. De veras. Pero no puedes hacer este viaje conmigo. Siento el estremecimiento. Pidan la última copa. El bar va a cerrar. Ya ha salido el sol ¿Dónde vamos a desayunar? No quiero ir lejos. Ha sido una noche dura. Estoy cansado, nena. Cansado”






Pero retornemos a las imágenes. La escena empieza con un magistral movimiento de cámara que nos muestra, de inicio, el plano contrapicado de unos fluorescentes. Lentamente, la cámara va descendiendo hasta que llega a la altura de los ojos de unos policías. Acto seguido, la cámara va rotando 180 grados hacia la izquierda hasta que los policías y la propia Gail (Penelope Ann Miller) quedan totalmente vueltos del revés. La acrobacia visual culmina con una leve ascensión que sitúa la cámara (ya fija) frente al rostro de Carlito, a quien los servicios de emergencia trasladan en una camilla.





En este momento, precisamente, es cuando empieza a oírse la voz en off de Carlito “recitando” el monólogo que acabamos de leer.



Lo que vendría a ser el típico plano secuencia marca de la casa De Palma se ve abortado, sin embargo, con el plano de un anuncio de neón en la misma estación en la que se halla Brigante que reza “Escape To Paradise” y que simboliza ese retiro dorado tan ansiado por Carlito. Se trata de un cartel que muestra una paradisíaca playa con una gran palmera, una deslumbrante puesta de sol de fondo y una chica que baila junto a unos músicos de apariencia caribeña. La chica, obviamente, es Gail. Y mientras la escena va alternando planos del rostro de Carlito con los del cartel, el monólogo prosigue. La cámara, por su parte, va acercándose progresivamente al rostro de Carlito y al anuncio de neón a través de un pausado zoom hasta que, de pronto, las letras del cartel desaparecen y la chica empieza a bailar al son de una música que no oímos pero que intuimos perfectamente. El monólogo, por otro lado, acaba con un primerísimo primer plano a lo Leone de los ya vitriólicos y entornados ojos de Carlito breves instantes antes de cerrarlos definitivamente. A continuación, un último plano del cartel animado deja paso a los títulos de crédito finales.





Poco más se me ocurre añadir a una escena que culmina de forma impecable una película que tiene tanto nervio como sensibilidad y que constata a Brian De Palma, sin lugar a dudas, como un hombre de cine. Como un hombre al que le gusta expresarse a través de imágenes de gran belleza e impacto visual. En este caso, las de un hombre a punto de morir. Un hombre que quiso redimirse y no pudo. O no supo. Un hombre que se hubiera conformado con retirarse a un pequeño y apartado paraíso para ganarse la vida (o aparentar ganársela) sencillamente vendiendo coches. Con su novia, por supuesto. Pero no, no pudo ser. Porque aunque hayas pasado unos años en la trena, el mundo del hampa siempre te pide un último trabajito. Un último trabajito antes de dejar la mala vida y reinsertarte en la sociedad como un tipo honrado y formal. Un último trabajito que, en este mundo fatídico y cruel, suele acarrear —por desgracia— imprevisibles consecuencias. En fin, ved la película. Entera. Y empapaos de su tristeza, de su fatalidad, de su romanticismo. Solo así paladearéis al máximo esta soberbia escena y solo así entenderéis —quizás— por qué me tiene absolutamente embrujado.







  

1 comentari:

  1. Excelente. Coincido al 100%. La escena final con títulos de crédito incluidos me parece grandiosa, la he visto y utilizado infinidad de veces.

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