Cielo Amarillo
(Yellow Sky)
Estados Units, 1948
Director: William A.
Wellman
Guión: Lamar Trotti.
Basado en una obra de W.R. Burnett
Fotografía: Joseph
McDonald
Música: Alfred Newman
Intérpretes:
Gregory Peck (James Strecht Dawson)
Anne Baxter
(Constance Mae Mike)
Richard Widmark
(Dude)
Robert Arthur (Bull Run)
John Russell (Lengthy)
Harry Morgan (Half Pint)
James Barton
(Grandpa)
Charles Kemper
(Walrus)
SINOPSIS: Arizona, 1867. Tras atracar un
banco, un grupo de siete forajidos capitaneados por James Strecht Dawson,
cruzan el desierto y llegan a Yellow Sky,
un fantasmagórico pueblo habitado por tan solo por un viejo buscador de oro y
su nieta. El tesoro que esconde el viejo y la presencia de la joven despertarán
en los ladrones las más bajas pasiones.
Dirigida por el nunca suficientemente reconocido y
valorado William A. Wellman (“Incidente en Ox Bow”, “Caravana de mujeres”, “El rastro de la pantera”…), “Cielo Amarillo” me parece, sin ningún
género de dudas, uno de los mejores westerns
de los 40.
Precisamente por ello me he decidido a dedicarle uno de
mis spoilers a esta peli. Porque
Wellman se lo merece y porque este film
tiene más de una y de dos escenas que forman parte de la memoria colectiva de
todos los aficionados al western. En
este caso, sin embargo, vamos a centrarnos en la escena del duelo final. O mejor
dicho: triello final. Básicamente
porque son tres y no dos los hombres que se van a enfrentar en el abandonado y
fantasmagórico saloon de Yellow Sky. Me estoy refiriendo a James Strecht
Dawson (Gregory Peck), a Dude (Richard Widmark) y a Lengthy (John Russell). Strecht
por mantener su palabra y obstinarse en repartir el tesoro con el viejo minero
y su nieta (algo que los otros dos no piensan hacer) y Dude y Lengthy por no querer repartir el oro
con nadie. Ni entre ellos dos. De hecho, cuando poco antes del enfrentamiento Strecht le pregunta a Walrus (Charles Kemper) que cree que van a hacer esos dos con el oro éste
le responde: “No creo que hagan nada
salvo matarse el uno al otro. El ganador se lo llevará todo”.
Así pues, aunque la escena del triple duelo empieza inmediatamente después de que Walrus y Strecht intercambien ese “¿A
dónde vas? ¡A por ellos!” que encabeza este spoiler, he decidido titularlo de esta forma porque éstas son,
curiosamente, las únicas palabras que escucharemos en toda la secuencia. Estamos,
por lo tanto, ante una secuencia silente.
Ante una secuencia en la que música y diálogos brillan por su ausencia. Y
cuando digo que “brillan” no lo digo irónicamente. Lo digo porque la ausencia
de música y diálogos contribuye a elevar la tensión y el dramatismo del momento
y porque le otorga a la escena una sequedad y una aspereza muy particulares.
La escena empieza, por lo tanto, cuando Strecht sale de la casa del viejo minero
y se dirige al destartalado saloon
para impedir que Dude o Lengthy se
fuguen con el oro. Conviene recordar que la secuencia es nocturna y que el
montaje va alternando planos de los tres hombres que van a enfrentarse: Strecht, Dude y Lengthy. Así, tras el plano de Strecht
saliendo de la casa del abuelo, le sucede otro de Lengthy merodeando sigilosamente por los aledaños del saloon.
Simultáneamente vemos a Dude en la calle principal, frente al saloon, cargando las bolsas de oro en
las alforjas de su caballo y desatando a los otros para evitar que nadie más
pueda fugarse con el botín.
Acto seguido, Dude entra al saloon, se dirige a la barra y recoge algunas bolsas más de oro. De
repente, oímos relinchar a un caballo. Como un resorte, Dude suelta las bolsas
y desenfunda. El relincho corresponde al caballo de Strecht, que ha llegado al saloon
y se dispone a entrar en él.
Mientras tanto, Lengthy
(en el otro lateral del saloon) se
quita las botas para no hacer ruido y entra al desvencijado bar de Yellow Sky escondiéndose detrás de la
mesa de la ruleta. Un elegante movimiento de cámara, asimismo, nos muestra a un
expectante Dude escondido tras la barra del bar.
Por su parte, Strecht
gatea y se arrastra por el porche lateral exterior del saloon para que Dude y Lengthy
no puedan verlo u oírlo desde dentro. Todo ello a través de un lento travelling que contribuye, obviamente, a
situarnos en la piel de Strecht.
Cuando, superados los ventanales, Strecht llega a la puerta, todo cambia. Y así, tras desenfundar sus
dos revólveres, nuestro protagonista entra en el bar y la cámara —en lugar de
seguirle dentro— se queda fuera y se limita a mostrarnos a través de los
cristales, desde el exterior, los fogonazos y el ruido de los disparos que se
producen en su interior.
Estamos, por lo tanto, ante un duelo atípico. Ante un
duelo “fuera de campo”. Ante un
recurso narrativo absolutamente original y novedoso. Al menos en un western de corte clásico. Y son
precisamente este tipo de detalles (como algunos planos muy pero que muy
modernos y arriesgados en otras escenas) los que convierten a Wellman en un
cineasta, a mi juicio, mucho más talentoso de lo que la mayoría cree.
Lo que viene a continuación sigue siendo espléndido. Y es
que a partir de este momento y gracias a la súbita llegada de Mike
(Anna Baxter) podremos entrar
definitivamente en el saloon y ser
testigos de lo que ha sucedido en su interior. Así pues, descubriremos a Dude muerto
y tendido en el suelo mientras un lento zoom
de la cámara nos mostrará como una de las bolsas que aún llevaba encima el
ladrón ha quedado agujereada por efecto de los disparos mientras el polvo de
oro de su interior va discurriendo hacia el suelo con la rítmica e inexorable
cadencia de un reloj de arena. Un plano que asocia la sangre con el oro
(realmente parece como si Dude estuviera desangrándose)
y que podríamos interpretar como que la codicia es la gran responsable de ese
trágico final.
A continuación, la mirada de Mike se centra en los pies descalzos de Lengthy. Unos pies que parecen inmóviles y que asoman por detrás de
la mesa de la ruleta donde el larguirucho bandido se había escondido. Cuando Mike se acerca constatamos que,
efectivamente, Lengthy está muerto.
Sus ojos en blanco no albergan ningún género de duda.
Huelga decir que mientras Mike va descubriendo los cuerpos su cara lo dice todo. Está
absolutamente aterrada. Entre otras cosas porque se teme lo peor: que Strecht también esté muerto.
De repente, aparece un tercer cuerpo en el suelo. Junto al
ventanal situado al lado de la puerta de entrada al saloon. Se trata, obviamente, del cuerpo de Strecht. Y aunque cuando Mike
se arrodilla ante él todo hace pensar que el jefe de los forajidos también ha
fallecido en el tiroteo, un casi imperceptible movimiento de su abdomen
cogiendo aire nos anuncia que Strecht está
vivo. Automáticamente, Mike se
levanta y grita con todas sus fuerzas a través de los cristales rotos del
ventanal. Un plano que, por cierto, recuerda muy mucho a uno de Gary Cooper en “Solo ante el peligro” ¿Casualidad?
Mike: “¡Abuelo! ¡Abuelo! ¡Abuelooo!”
Y poco más. Ahí acaba la escena. Señalar, quizás, que
estamos ante una de esas secuencias narradas con total y absoluta clarividencia
y que al margen de la riqueza de planos y de sutiles movimientos de cámara me
encanta el juego de luces y sombras con el que nos obsequia Joseph McDonald. No en vano estamos
hablando del director de fotografía de, entre otras, “Pasión de los fuertes”, “Pánico
en las calles”, “¡Viva Zapata!”,
“Lanza rota”, “El hombre de las pistolas de oro” o “Río Conchos”. Ahí es nada.