dijous, 2 d’agost del 2018

“LAWRENCE, SÓLO HAY DOS ESPECIES QUE SE DIVIERTEN EN EL DESIERTO: LOS BEDUINOS Y LOS DIOSES” (Lawrence de Arabia, 1962. David Lean)



Lawrence de Arabia (Lawrence of Arabia)

Reino Unido, 1962

Director: David Lean

Guión: Robert Bolt y Michael Wilson. Basado en la obra de T.E. Lawrence

Fotografía: Freddie Young

Música: Maurice Jarre

Intérpretes:

Peter O’Toole (T.E. Lawrence)
Alec Guinness (Príncipe Feysal)
Anthony Quinn (Auda Abu Tayi)
Jack Hawkins (General Allenby)
Omar Sharif (Sherif Ali)
José Ferrer (Turkish Bey)
Anthony Quayle (Coronel Brighton)
Claude Rains (Mr. Dryden)
Arthur Kennedy (Jackson Bentley)
Donald Wolfit (General Murray)

SINOPSIS: El Cairo, 1916. Durante la Gran Guerra (1914-1948), el conflictivo y misterioso Teniente Lawrence es requerido por el Arab Bureau británico para contactar en misión diplomática con el Príncipe Feysal, principal aliado de los británicos en su lucha contra los otomanos. Junto a su amigo Sherif Ali, Lawrence recorrerá el desierto estableciendo gran amistad con los árabes (sobre todo los beduinos) que va conociendo. Pronto, sin embargo, empezará a chocar con sus superiores británicos.



David Lean es, sin lugar a dudas, uno de mis diez cineastas predilectos. Y lo es por dos sencillas razones: porque me gustan todas las pelis que he visto de él y porque creo, sinceramente, que fue un director especial, único. Recalco lo de especial y único porque, pese a que la crítica lo tachó de comercial y/o academicista con demasiada facilidad y osadía, a mi Lean me parece —al margen de un inmenso panteísta— uno de los tres o cuatro mejores narradores del cine clásico y un creador de imágenes cinematográficas absolutamente inconmensurable.

Precisamente por todo ello ya iba tocando alguna escena de David Lean en mi selección de spoilers. Y pese a que “El puente sobre el río Kwai”, “Doctor Zhivago” y “La hija de Ryan” me gustan casi tanto como “Lawrence de Arabia”, finalmente he decidido decantarme por una secuencia de ésta última porque no quisiera olvidarme en mi recopilación de escenas memorables, ni por lo más remoto, de la que muchos consideramos como la más bella elipsis de la historia del cine.  



Antes de entrar en materia, no obstante, permitidme aclarar para todo aquel que lo ignore a que nos referimos cuando hablamos de una elipsis cinematográfica. Pues bien, una elipsis cinematográfica es —básicamente— un salto en el tiempo o en el espacio que no impide, sin embargo, que el espectador pierda la continuidad de la secuencia aunque se hayan eliminado los pasos intermedios. Naturalmente, las elipsis se utilizan continuamente en cualquier película por razones de pura agilidad narrativa. Es lo que denominamos elipsis inherente. Sin embargo, cuando la elipsis contiene un efecto dramático o simbólico, la denominamos elipsis expresiva. La que hoy vamos a comentar, como podréis constatar, es una elipsis inherente que, al mismo tiempo, también es expresiva. Pero antes de entrar de lleno en materia, vayamos al inicio de la escena.

Nos encontramos en El Cairo, en el despacho de Mr. Dryden (Claude Rains), un funcionario del Arab Bureau británico, que le encomienda al Teniente Lawrence (Peter O’Toole) la misión de contactar con el Príncipe Feysal (Alec Guinness), principal aliado de los británicos en su lucha contra el Imperio Otómano. El diálogo se desarrolla de la siguiente manera:



Teniente Lawrence: “¿De qué se trata?”

Mr. Dryden: “Encuentre al Príncipe Feysal”

Teniente Lawrence: “¿Y cuando le encuentre?”

Mr. Dryden: “Vea qué clase de hombre es y sus intenciones. Pero no las inmediatas, eso es cosa de Brighton, sino sus intenciones respecto a Arabia en general”

Teniente Lawrence: “Esto es nuevo ¿Dónde están ahora?”

Mr. Dryden: “A unos 500 kilómetros de Medina. Son... beduinos hachemitas. Pueden cruzar cien kilómetros de desierto al día”

En este momento Dryden coge un cigarro de una caja y, automáticamente, Lawrence toma la caja de fósforos y le ofrece una cerilla a Dryden para prender su cigarro.



Teniente Lawrence: “Gracias, Dryden. Será divertido”

Mr. Dryden: “Lawrence, sólo hay dos especies que se divierten en el desierto: los beduinos y los dioses. Y usted no lo es. Para los hombres, el desierto es un horno ardiente”

Teniente Lawrence: “No, Dryden. Va a ser divertido”

Acto seguido, Lawrence se arremanga el brazo y contempla la cerilla como se va consumiendo poco a poco.



Mr. Dryden: “Tiene un curioso sentido de la diversión”





Dicho esto, Lawrence sopla el fósforo y ¡tachán! el siguiente plano ya es el de un rojizo y ardiente amanecer en pleno desierto. La elipsis se ha consumado. Y de qué manera, señores. Con unos segundos de silencio absoluto mientras el astro rey va emergiendo al fondo del abrasador horizonte hasta que ¡por segunda vez, tachán! empieza a sonar el épico y emotivisímo main theme de Maurice Jarre. A mi juicio, una de las mejores bandas sonoras de la historia del cine. No sólo por su indiscutible y conmovedora calidad musical sino por lo bien que se adapta a las imágenes (¡qué gran director de fotografía era Freddie Young!) que estamos contemplando. Naturalmente, el efecto es apabullante. Y aunque, obviamente, la comentada elipsis daría paso a la siguiente escena, permitidme que añada que —tras el espectacular amanecer— lo siguiente que vamos a ver van a ser las impresionantes dunas del desierto y como, a lo lejos, aparecen dos diminutas siluetas. Las de Lawrence y su guía beduino Tafas (Zia Mohyeddin) atravesando el desierto a lomos de sus respectivos camellos. Y ahí lo dejo. Acabáis de ser testigos de una elipsis modélica respecto a su carácter inherente (a Lawrence se le encomienda una misión y en el siguiente plano ya está llevándola a cabo) y, naturalmente, también respecto a su carácter simbólico y expresivo (llama de la cerilla = ardiente sol del desierto). Todo ello acompañado de unas imágenes y una banda sonora tremendas ¿Se puede pedir algo más?